Natalicio de Oliverio Girondo

Octavio José Oliverio Girondo, conocido como Oliverio Girondo nació en Buenos Aires el 17 de agosto de 1891  y falleció el 24 de enero de 1967, fue un poeta argentino, vinculado a la vanguardia porteña de los años 1920.

Tempranamente toma contacto con Europa donde vive unos años con sus padres en Inglaterra y Francia. De regreso a la capital argentina y concluidos sus estudios secundarios, comenzó a estudiar Derecho y acordó con sus padres no abandonar sus estudios mientras le dejaran volver a Europa en las vacaciones. Gracias a esto, entabló relaciones literarias y amistosas con poetas y artistas del continente europeo, que le introdujeron en los diversos círculos de las nuevas corrientes estéticas, como el surrealismo, con la que entró en contacto gracias al poeta franco-uruguayo Jules Supervielle.

En 1915 hizo una breve incursión como dramaturgo y estrenó el drama La madrastra, escrito en colaboración con Zapata Quesada. Juntos escribieron una segunda obra, La comedia de todos los días, que no llegó a estrenarse.  

Entre 1920 y 1921 siguió viajando, recorriendo España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil. La experiencia de todos estos viajes se plasmó finalmente en su primer poemario, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, editado en 1922, en Francia y con ilustraciones del mismo Girondo. Estos primeros poemas, llenos de color e ironía, superan el simple apunte pintoresco y constituyen una exaltación del cosmopolitismo y de la nueva vida urbana, e intentan una crítica de costumbres.

La aparición de este libro, un año antes de Fervor de Buenos Aires de Jorge Luis Borges, los señaló como representantes de la vanguardia porteña de esos años, que se nuclearía en torno a las revistas Proa (1922) y Martín Fierro (1924-1927). El grupo incluía —además de a Girondo y Borges— a Evar Méndez, Samuel Glusberg, Jacobo Fijman, Xul Solar, Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón y Macedonio Fernández, la mayoría de ellos del Grupo de Florida, caracterizado por su estética elitista y vanguardista, y que se reunía en la Confitería Richmond. Este grupo supuestamente mantuvo una confrontación literaria dialéctica con el llamado Grupo Boedo, de raigambre más humilde, que publicaba en la Editorial Claridad y se reunía en el Café El Japonés. Después de un nuevo viaje por España, donde conoció a Ramón Gómez de la Serna, publicó su segundo poemario, Calcomanías, en 1925. ​En ese tiempo visitó Chile, Perú, Cuba, México y Estados Unidos como representante de diferentes organismos vanguardistas.

En 1932 publicó Espantapájaros, libro heterogéneo que contiene un caligrama, prosas poéticas y poemas en verso. Para promocionarlo, hizo una escultura de papel maché del «espantapájaros académico» que aparece en la portada de la primera edición (obra del ilustrador José Bonomi), la colocó en una carroza coronaria tirada por seis caballos, con aurigas y lacayos incluidos, y la hizo desfilar por la calle, a la vez que alquiló un local sobre la Calle Florida donde se vendía el libro, atendido por atractivas muchachas. La campaña resultó un éxito y el libro agotó la tirada de 5000 ejemplares en un mes. 

En 1937, escribió dos artículos para La Nación sobre la situación política de Europa y publicó su única ficción en prosa, Interlunio, con aguafuertes de Lino Enea Spilimbergo, en la editorial Sur. ​ En 1940 apareció Nuestra actitud ante el desastre, volumen que recoge artículos escritos sobre la Segunda Guerra Mundial, y, dos años después, publicó Persuasión de los días, su primer poemario en diez años. En 1946, concluida la guerra, publicó Campo nuestro, un extenso poema telúrico en el que canta a la pampa. A partir de 1950, comenzó a pintar con una orientación surrealista, aunque nunca expuso sus cuadros. En 1953 publicó su último poemario, En la masmédula, en el que trabajó en sus últimos años, ampliándolo en la edición de 1956 y la definitiva de 1963, todas editadas por Losada. La obra de Oliverio Girondo constituye, a juicio de Enrique Molina, «una solitaria expedición de descubrimiento y conquista, iniciada bajo un signo diurno, solar, y que paulatinamente se interna en lo desconocido, llega a los bordes del mundo, una travesía en la que alguien, en su conocimiento deslumbrado de las cosas, siente que el suelo se hunde bajo sus pies a medida que avanza, hasta que las cosas mismas acaban por convertirse en las sombras, de su propia soledad». Girondo murió el 24 de enero de 1967, a los setenta

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