‘Corona y Coronilla’: los secretos poemas de amor de Paul Valéry

Paul Valéry tenía unos veinte años cuando se enamoró de forma desesperada. Durante ese tiempo escribió cartas que no llegó a enviar y numerosos poemas en donde plasmaba sus sentimientos alocados e incontrolables. Tanto, que estuvo a punto de quitarse la vida por no sentirse correspondido. Por eso, pasado un tiempo, convencido de que la razón debía regir sus pasos, decidió apartar de sí esa experiencia y, durante una noche tormentosa, rompió todas sus cartas de amor mientras se prometía no volver a escribir jamás poesía. De lo contrario, pensaba, podría perderlo todo.

Mantuvo aquello durante veinte años. Sin que cambiara su parecer el hecho de conocer a quien sería su esposa y compañera hasta el final de sus días, Jeannie Gobillard, ni el convertirse en un querido padre de familia. Solo en 1912, cuando ya había alcanzado un cierto prestigio como escritor en prosa –sobre todo, tras la aparición de La velada con Monsieur Teste (1896)-, decidió aceptar la propuesta que alguien le hizo de publicar un libro con sus viejos poemas de juventud. Así, desempolvó sus cuadernos y comenzó a comprobar si lo escrito era merecedor de revelarse al mundo o no.

Paul Valéry y Jean Voilier / Wikimedia y portada del libro ‘Je suis fou de toi’

Al principió, se desanimó. Vio esos textos demasiado mediocres e indignos, pero, consciente de que podían ofrecer algo especial, decidió rehacerlos y añadir algunos más, un proceso creativo que le ocupó cinco años y le hizo pasar de esos cincuenta versos originales a unos quinientos. El resultado fue La joven Parca (1917), su gran obra poética, que pese a no obtener en los primeros instantes el éxito esperado, fue poco a poco conquistando los salones de lectura franceses hasta confirmarle como uno de los más excelentes poetas del país.

El éxito, sin embargo, no le animó a realizar otra obra similar. Prefirió centrarse, desde entonces, en su prosa y a los textos en donde primaba lo científico, la claridad y el análisis. Por eso, y pese a alguna publicación poética menor, hasta 63 años después de la muerte de Valéry, La joven Parca se convirtió en su principal y casi único corpus poético. Una obra monumental, tan aplaudida como citada, que pasó a ser una auténtica referencia para figuras de muy distintas corrientes.  

Esto es lo que creyó crítica y público hasta el descubrimiento de la historia de amor que vivió Valéry durante sus últimos años, cuando a finales de 1937, con 66 años, quedó prendado de una mujer mucho menor que él: la escritora Jeanne Loviton (más conocida, en los círculos literarios, como Jean Voilier), de 34. Y así, mientras muchas entidades le requerían como figura intelectual, él retornaba secretamente a las sensaciones de sus veinte años, a la pasión y, también, a los poemas de amor. Con versos, dedicados a ella, como “todas tus bellezas me forman una cárcel de dulzuras/en que mi corazón se consuela y se asombra” o  “y mirarte a los ojos me resulta imposible/sin que llenen las lágrimas de inmediato los míos”, e igual “avanza, Nave mía, y no encuentres más puerto/que el de este corazón que sin cesar espera/la plenitud de amor que tú llevas a bordo/so tu vela mayor, feliz de desplegarse” o “si tu nombre/me roza, se hinca/en mi corazón”. Aunque en sus Cuadernos, esa obra monumental de 28000 páginas que hizo durante años contando todas sus circunstancias, nunca los mencionara. Él los concibió para Jeanne, como testimonio lírico de su amor, aunque alguna vez él le comentara, casi en broma, que merecía la pena publicarlos en un libro titulado Corona (en español), al que habría de sumarse otro, más adelante, llamado La Coronilla, en donde incluiría los poemas más sencillos.

Paul Valéry y Jean Voilier

Todo, sin embargo, acabó truncándose para Valéry cuando el día de Pascua de 1945, ella le anunció su próxima boda con el editor Robert Denoël. Desde ese momento, Valéry quedó sumido en la tristeza absoluta, consciente de que todas esas vivencias terminaban. De resultas de esos sentimientos, él escribió un último poema, “Duración de un día”, fechado el 22 de mayo, que culminaba así:

“Depende de tu corazón que viva o muera,
ahora lo sabes, si alguna vez dudaste
de que pudiera morir por la que amaba,
porque hiciste de mi alma una hoja que tiembla
como la del sauce, ay, que ayer juntos
mirábamos flotar ante nuestros ojos de amor,
en la ternura de oro del caer de la tarde…”.

Tan solo dos meses después de aquello, el 20 de julio, Valéry falleció. Y llegó el olvido para esos poemas secretos. Jeanne los conservó hasta que, en dos momentos distintos, fechados en 1979 y 1982, optó por venderlos. No llegaron, empero, a publicarse, en respeto a lo decidido por Valéry. Solo en 2008 se produjo un cambio, cuando alrededor de ciento cincuenta de ellos se recuperaron para publicarlos en un libro llamado Corona y Coronilla, y el mundo comprobó que Valéry había mantenido su estilo. Porque aunque los poemas, “ligeros, fáciles, graciosos, tiernos” –en palabras del investigador Bernard de Fallois– resultaban muy distintos a los aparecidos en La joven parcaigual tenían una belleza digna de su legado potenciada por el hecho de ofrecer el lado más cercano y humano del autor, quien despertaba allí al amor demostrando que la edad no sabe de sentimientos. Un legado que, al final, para el lector, va más allá del testimonio poético, pues ofrece también una lección de ilusión de alguien que hace frente al paso de los años, como se observa en versos como: “Yo creía que estabas entre la muerte y yo./No sabía que estaba entre la vida y tú”.


TOMADO DE: https://www.hermeneuta.es/articulo/letras/historia-versos-secretos-amor-paul-valery/20221103174005001502.html

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