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El 8 de septiembre de 1645 fallece Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, escritor español del Siglo de Oro y caballero de la Orden de Santiago autor de Historia de la vida del Buscón llamado Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños: “El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos”. Fue caballero de la Orden de Santiago a partir de 1618 y señor de Torre de Juan Abad a partir de 1620. Junto con Luis de Góngora, con quien mantuvo una enemistad durante toda su vida, es reconocido como uno de los más notables poetas de la literatura española. Además de su poesía, fue un prolífico escritor de narrativa y teatro, así como de textos filosóficos y humanísticos.
Lo más original de la obra literaria de Quevedo radica en el estilo, vinculado al Conceptismo barroco y por lo tanto muy amigo de la concisión, de la elipsis y del cortesano juego de ingenio con las palabras mediante el abuso de la anfibología. Amante de la retórica, ensayó a veces un estilo oratorio lleno de simetrías que lució más que nunca en su Vida de Marco Bruto. De léxico muy abundante, creó además muchos neologismos, como apercibió Rafael Lapesa en su Historia de la lengua española (1942), flexibilizó notablemente el mecanismo de la aposición especificativa en castellano, mecanismo que los escritores barrocos posteriores imitaron de él. En su sátira se acerca a veces a la estética del expresionismo al degradar a las personas mediante la reificación o cosificación, y la animalización. La obra poética de Quevedo, que está constituida por unos 875 poemas, presenta ejemplos de casi todos los subgéneros de su época: poesía satírico-burlesca, amorosa, moral e inmoral, una parodia de la poesía heroica (el Poema de las necedades y locuras de Orlando, no concluido), poemas de circunstancias, descriptivos, religiosos (entre los cuales destacan sus impresionantes Salmos) y fúnebres. Pero además incluye poemas metafísicos y filosóficos de carácter neoestoico. Aproximadamente, un 40 % de sus textos son satíricos; si a ello se le añade el hecho de que muchos de ellos circularon públicamente en vida del autor a través de copias manuscritas, se explica la fama de crítico severo y mordaz de su época con que se conoce, en parte, a Quevedo.
Quevedo en junio de 1643, achacoso y muy enfermo; tiene a su sobrino Alderete muy preocupado por su salud; en 1644 publica, no obstante, la Primera parte de la vida de Marco Bruto y La caýda para levantarse, el ciego para dar la vista, el montante de la Iglesia en la vida de San Pablo Apóstol. Por fin renuncia a la Corte para retirarse definitivamente en noviembre de ese mismo año a la Torre de Juan Abad. Es en sus cercanías (y tras escribir en su última carta que «hay cosas que sólo son un nombre y una figura») cuando fallece en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645.
A hembra remilgada, despierto varón
De cierta dama que a un balcón estaba
pudo la media y zapatillo estrecho
poner el lacio espárrago derecho
de un tosco labrador que la acechaba.
Ella, cuando advirtió que la miraba,
la causa preguntó de tal acecho;
el labrador la descubrió su pecho,
diciendo que la vía y contemplaba.
Mas ella, con alzar el sobrecejo,
le dijo, melindrosa: «Aquesto, hermano,
no es más de ver y desear la fruta.»
El labrador, sacando el aparejo,
la respondió, tomándolo en la mano:
«Pues ver y desear, señora puta.»