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Mario Benedetti Farrugia nació el 14 de septiembre de 1920, en Tacuarembó, Uruguay. Fue un escritor integrante de la Generación del 45, uno de los más reconocidos en lengua española. Su prolífica producción literaria de más de ochenta libros incluye cuento, novela, poesía, ensayo, canción, teatro y crítica cinematográfica. Algunos de sus libros fueron traducidos a más de veinte idiomas y le otorgaron numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Gran Premio Nacional a la Actividad Intelectual de su país, cinco Doctorados Honoris Causa. En su testamento dejó creada la Fundación Mario Benedetti para preservar su obra y apoyar la literatura y la lucha por los derechos humanos en Uruguay, en especial el esclarecimiento del paradero de los detenidos desaparecidos de ese país.
Benedetti dirigió en 1948 la revista literaria Marginalia, y publicó el libro de ensayos Peripecia y novela ese mismo año. En 1945 se integró al equipo de redacción del semanario Marcha, en donde permaneció hasta 1974. A partir del año 1950 fue miembro del consejo de redacción de Número, una de las revistas literarias más destacadas de la época. Además, participó activamente en el movimiento contra el Tratado Militar con los EE. UU, en su primera acción como militante político. Ese mismo año obtuvo el Premio del Ministerio de Instrucción Pública por su primera compilación de cuentos, Esta mañana. Benedetti fue ganador de ese galardón en repetidas ocasiones hasta 1958, cuando renunció sistemáticamente a él por discrepancias con su reglamentación.
En 1964 Benedetti trabajó como crítico de teatro y codirector en la página literaria semanal Al pie de las letras del diario La Mañana. Asimismo, viajó a Cuba para actuar como miembro del jurado del concurso Casa de las Américas; participó en el encuentro sobre Rubén Darío y viajó a México al II Congreso Latinoamericano de Escritores. Junto a un grupo de ciudadanos cercanos al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, participó en 1971 en la fundación del Movimiento de Independientes 26 de Marzo, agrupación que pasó a formar parte de la coalición de izquierdas Frente Amplio desde sus orígenes.
La versión cinematográfica de su novela La tregua, dirigida por Sergio Renán fue nominada a la cuadragésimo séptima versión de los Premios Óscar en 1974, en la categoría de mejor película extranjera. En 1976 regresó a Cuba, esta vez como exiliado, y se reincorporó al Consejo de Dirección de Casa de las Américas. Durante su exilio publica dos de sus mejores poemarios: Poemas de otros (1974) y La casa y el ladrillo (1977). Además, durante esos años publicó una de sus novelas más conocidas: Primavera con una esquina rota. Benedetti regresó a Uruguay en marzo de 1985, iniciando el autodenominado período de «desexilio», que fue motivo de muchas de sus obras. Benedetti recibió el 30 de noviembre de 1996 el Premio Morosoli de Plata de Literatura, entregado por la Fundación Lolita Rubial, de Minas, Uruguay. En 2004 se le concedió el Premio Etnosur, y ese mismo año se presentó por primera vez en Roma un documental sobre su vida y poesía, titulado Mario Benedetti y otras sorpresas. El documental, que fue escrito y dirigido por Alessandra Mosca y protagonizado por Benedetti, fue patrocinado por la Embajada de Uruguay en Italia. El documental participó en el XIX Festival del Cinema Latinoamericano di Trieste y en el Festival Internacional de Cine de Santo Domingo. Un año después, en 2005, Benedetti presentó el poemario Adioses y bienvenidas. En la ocasión también se exhibió el documental Palabras verdaderas, de Ricardo Casas. El 17 de mayo de 2009, Benedetti falleció en su casa de Montevideo, a los ochenta y ocho años de edad.
Los bomberos
Por Mario Benedetti
Olegario no solo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: “Mañana va a llover”. Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: “El martes saldrá el 57 a la cabeza”. Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: “Es posible que mi casa se esté quemando”.
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Estos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: “Es casi seguro que mi casa se esté quemando”. Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.