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Ayer trascendió la noticia del fallecimiento del escritor ecuatoriano Nicolás Jiménez Mendoza, autor poco conocido, pero no menos importante en el país. Jiménez Mendoza había nacido en el barrio de San Roque, en Quito, en septiembre de 1941. Luego de incursionar en la política revolucionaria de los años sesenta y setentas comienza a escribir, “y lo hace con la vehemencia que parece esencial en sus proyectos. Permanece, eso sí, voluntariamente al margen de las cofradías y grupillos editoriales que ensalzan y comercializan las obras de sus socios y amigos”.
Jiménez Mendoza es autor de una prolífica obra sobre la realidad cotidiana de la ciudad de Quito, entre la cual destacan novelas comentadas favorablemente por la crítica. Su novela La obra y los duendes ecuatoriales, (2009), comprende diez historias en 19 capítulos que conforman el libro. Según la nota de contraportada “es importante destacar que existen en el texto muchos personajes que son fácilmente reconocibles por sus características físicas, funciones en el gobierno e historia pública en general (…) Quito es el escenario donde convergen estos seres, alienados unos, en pugna otros, contagiados de deslealtad y voracidad el resto”. Entre ellos, Jamil Mahuad, a cuyo periodo presidencial Jiménez llama sardónicamente “jasirato”, el cual “fue miserable para la mayoría de la población”.
Su obra La vía nocturna, consigna la crítica, “es una novela que descubre ámbitos y callejones por donde el lector puede extraviarse, en el mundo de la noche, hasta dar con el lado oscuro de la vida y de las cosas”.
Sobre su Árbol al filo del desierto, el crítico Hernán Rodríguez Castelo, señaló: “Desde mi mundo, el mundo de la Crítica Literaria, debo decir que cuando conocí el resultado en el que se le daba el premio como a la mejor novela del año a Árbol al Filo del Desierto, de Nicolás Jiménez Mendoza, sentí una profunda complacencia, porque este libro, con tener la importancia que tiene, no ha recibido, en los medios de comunicación, mayor atención. Este premio viene a reparar una injusticia; porque esta es una novela importante, me atrevería a decir que esta es la gran novela de Quito”.
Cuando se produjo la aparición de El Santo Temor, de Jiménez Mendoza, la crítica manifestó: “Es la nueva novela del escritor ecuatoriano Nicolás Jiménez Mendoza, un autor que ha preferido vivir en la discreta penumbra del hecho literario, lejos de las reuniones académicas y sociales que, inevitablemente, suelen acompañar los fastos de los literarios, y por cierto lejos de lo que pudiera denominarse “carrera” literaria, con sus “codazos” al colega, sus prisas por “destacarse”, aun cuando se carezca de los méritos suficientes para el efecto”.
A principios de 1996 circula la novela Sara, de Jiménez Mendoza. Simón EspinosaCordero dijo de ella: «es una novela larga, compleja, descarnada, teológica. Narra la vida interior de Andrés Giler, un militante y activista, su infancia, estudios, matrimonio, labor política, crisis, locura, reencuentro con la mediocridad, conversión, hallazgo de su verdadero ser y misión, aceptación definitiva de su inocencia esencial y de su ineptitud para la acción y el matrimonio. El contrapunto de esta voz narrativa es su esposa Sara, quien lo acompaña a regañadientes a lo largo de su derrotero, asumiendo con gran fortaleza una función de madre y madrastra a la vez.
Cecilia Velasco, en referencia al conjunto de cuentos de Jiménez Mendoza, El Asunto (1997), señaló: “Está presente, y con enorme fuerza, un aire de cinismo, manejado por los distintos narradores. Algo que a lo mejor se podría expresar con un “me masturbo en público, ¡y qué!”. O sea, me engaño, me hago las ilusiones de …, me aprovecho en cierto sentido, entro en el juego del poder, del oportunismo, del arribismo ¿y qué!
La física desaparición de Nicolas Jiménez Mendoza, sin duda, constituye una irreparable pérdida para la narrativa ecuatoriana.