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Por Iván Égüez
En el café de un centro comercial, entre gentes que caminan despacio por esos corredores brillosos, o deambulan con la aprensión de que van a toparse con algún conocido, converso con María Elena Rodríguez, la flamante autora del libro Cuento contigo, editado por la Campaña de Lectura Eugenio Espejo.
Sus estudios de comunicación y la práctica periodística en diversos medios, ¿han incidido en su escritura literaria?
Creo que muy poco, a pesar de que en la facultad de Comunicación Social tuve clases de redacción. Recuerdo que hubo un ligero acercamiento a través de Pedro Jorge Vera que fue mi maestro, alguna vez escribí un ensayo sobre José de la Cuadra, me obsequió un libro y me recomendó que cultive la escritura; ahora veo que ese fue un mensaje muy potente, pero yo estaba en otro tipo de exploraciones. Después, todavía de estudiante, descubrí otras vertientes, no del periodismo, sino de la Comunicación Social.
Trabajé en algunos proyectos de comunicación para el desarrollo de la OEA y CIESPAL produciendo programas educativos para la radio. Me encantó escribir guiones para radioteatro, era una puerta para la escritura de ficción, incluso mi tesis de licenciatura se refería a la producción dramática y adaptación radiofónica de cuentos, leyendas y tradiciones.
Luego, el trabajo en medios es diferente, estás inmerso en la inmediatez de la agenda política que es lo que te marca el día a día, hice producción de noticieros, me gustó mucho.
Siempre estuve al tanto de la información cultural y sobre todo de la producción literaria, era la época de la lectura, solo de la lectura.
¿Cómo se arregla entre el trabajo laboral y el trabajo literario?
Lo importante es escribir todos los días, eso dicen escritores clásicos, modernos, contemporáneos, y está en todas las listas de “consejos para la escritura”.
Doris Leesing decía: “El talento es algo bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia”.
Y de eso se trata, de ser constante, disciplinado y cumplir un objetivo. Tengo una rutina, para evitar distracciones escribo en la noche, alrededor de dos horas.
En lo literario, ¿se puede decir que la lectura le ha ayudado a formarse como escritora?
Definitivamente, de ahí vienen las influencias y las preferencias, inclusive la opción. Una novela, un cuento o un poema puede marcar el inicio de una creación propia.
¿Cuáles han sido sus autores favoritos?
Más que hablar de autores favoritos –porque trato leer de todo– prefiero nombrar a aquellos que me marcaron con su escritura y visión del mundo, y que son a los que siempre vuelvo: H.P. Lovecraft, Dafne du Maurier, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Raymond Carver, Patricia Higshmith, Katherine Mansfield y Marguerite Duras.
¿Escribe todos los días cosas de ficción?
Escribo todos los días, la escritura de ficción la dejo para la noche, en casa, “en mi cuarto propio”.
¿Cree que hay alguna relación entre los géneros y la edad de un autor?
Conforme se afianza la escritura en el interior, los géneros integran una pulsión que motiva a crear. Yo hice un curso de escritura creativa durante dos años, recuerdo que alguna vez me surgió esa inquietud -respecto a los géneros- y claro, con trabajo descubrí que eso obedece a un sentir muy personal. ¿Por qué me inclino?, ¿qué me llama la atención?, ¿por qué el terror?, por ejemplo, y no lo romántico, no sé. Eso es -incluso- parte de un estado de ánimo, de un momento en la vida de quien escribe, más que de edad podemos hablar de experiencias. Creo que la narrativa, en especial la novela es un género de la madurez, la debida experiencia de vida.
Dentro del cuento, ¿qué voz narrativa prefiere? ¿Se puede contar algo íntimo desde fuera, en tercera persona, por ejemplo?
Cuando hablo de pulsiones internas, me refiero a eso también. Las historias nacen así simplemente, de pronto me encuentro narrando algo en primera persona y en otras ocasiones en tercera persona.
Algunas veces -incluso- en esa tarea intensa que es la corrección, con mejores herramientas se pueden cambiar las voces narrativas, porque habiendo “parido el cuento”, también uno puede tener una mirada más limpia y más distante de lo que ha escrito. Raymond Carver habla de la “carpintería del cuento”.
Y claro, algo íntimo, algo muy personal narrarlo en tercera persona, hasta puede ser terapéutico, porque eso significa ver las cosas con distancia; contar algo desde afuera, sin invalidar nuestras emociones más profundas respecto a una situación propia.
¿Narrar en primera persona ayuda a abordar temas interiores?
Desde luego, en lo personal creo que siempre es así, porque nos conduce a una exploración interna. Siri Husvet, la escritora norteamericana al referirse a su trabajo literario suele decir que sus historias no son autobiográficas, pero las emociones sí.
Me identifiqué mucho con esa frase: el miedo, la angustia, la ansiedad, la alegría y la euforia se manifiestan en nosotros y en cada persona de diferente manera; mis historias hablan de emociones propias que son miradas de frente.
Sus cuentos, en general, tratan de la vida cotidiana, sin embargo, esa normalidad se rompe en determinado momento, ¿se podría decir que se trata de cuentos fantásticos, de asombro o de terror?
Todo lo extraño, lo inusitado, lo inverosímil ya está en la realidad; hacerlo patente es un acto que produce asombro. Yo empecé a escribir sistemáticamente hace aproximadamente 10 años, sentía algo adentro que me inclinaba a una escritura más atenta.
En ese proceso de exploración y opciones de formación recuerdo que encontré dos textos que para mí son una suerte de línea de partida.
El uno se llama: Notas sobre el arte de escribir cuentos fantásticos de H.P. Lovecraft donde el autor da consejos prácticos sobre el proceso de composición literaria y donde afirma que su predilección por los relatos sobrenaturales se debe a que encajan perfectamente con sus inclinaciones personales; uno de los anhelos es el de lograr la suspensión o violación momentánea de las irritantes limitaciones del tiempo, del espacio y de las leyes que los rigen.
Yo no he creado una mitología propia como Lovecraft, sin embargo, esa frase casi casi me habló al oído, porque como él solía decir también, si somos más observadores de nuestra vida cotidiana, encontraremos un poco más adelante sensaciones que se manifiestan fuera del nuestro común sentir, eso desconocido o eso que no hemos querido ver y que sabemos que está ahí, siempre dentro de uno mismo. Es común que en mis textos surja algo ajeno a lo que entenderíamos por “camino trazado”.
Y esto se empata con algo de Cortázar que solía repetir solo para mí: “Veo el mundo de una manera distinta”. Hoy creo que el mundo, siendo el mismo, es diferente para cada persona.
Son dos reflexiones que se parecen mucho y que me removieron, no como una especialización ni nada parecido; creo que nuestras vidas están repletas de esos paréntesis, de sueños con los ojos abiertos, de casualidades y energías extrañas, diferentes. Algo que rebasa nuestra dimensión terrena. Cuando escribo, suelo sentirlo así. Y claro, en ese contexto pueden surgir cosas de terror, perturbadoras o incluso mágicas.
¿Qué prefiere, los finales sorpresivos, los deliberadamente ambiguos, abiertos?
Yo creo que son las tres formas las que me gustan, lo que no se me da, es lo previsible, porque, aunque nos esforcemos en creer que “la vida es así”, no es así.
El final feliz no existe porque simplemente no existen finales, existen los cambios, las transformaciones, y las pausas para tomar un nuevo camino, o volver al mismo, para repetir errores o para trascenderlos, eso es una decisión, eso es lo que pasa con mis historias y mis personajes.
¿Qué piensa de la autoficción?
Es una tendencia que se está extendiendo mucho en la actualidad, tiene sus defensores y también sus detractores.
En lo personal, yo vuelvo a lo que dije hace rato: mis historias no son autobiográficas, las emociones sí.
No he experimentado la verdad con esa suerte de desnudamiento, con nombre y apellido, es una inclinación personal. Prefiero, y porque así me sale, dar rienda suelta a esa fantasía que suele aparecer por mi mente y que en muchos casos puede evocar situaciones muy personales.
Al cuestionar la autoficción se habla de la “expectacularización de la intimidad”. Pienso que al final, el filtro lo pone el lector.
Estoy fascinada con Annie Ernaux, la escritora francesa que en 2022 ganó el Nóbel de Literatura.
Su creación es casi exclusivamente su autoficción; potente, franca, desgarrada, que trata de temas de su intimidad, prácticamente se desnuda y creo que nos ayuda a desnudarnos también, en especial a las mujeres.
Puede ser que en algún momento -no lo dudo- que me salga escribir algo así.
¿Qué proyectos de escritura tiene?
Actualmente estoy dedicada a pulir muchas cosas que escribí durante mi curso de escritura creativa, de hecho, muchos de los cuentos publicados son parte de ejercicios que hice en aquel entonces, hace 10 años.
Me gusta esa tarea porque personalmente puedo apreciar la evolución al contar con más herramientas y otra mirada para procesar esos textos.
Creo que la escritura de ficción como cualquier actividad creativa es una pulsión interna, intensa, que la disfruto mucho y que me hace feliz, muy feliz.
En esa pulsión interna, que dejo que me lleve, puede ser que aparezca algo más largo, una novela quizá.
Y claro, espero el próximo año en ese proceso de pulir textos, publicar otro libro de cuentos.
El premio de la Casa de la Cultura y la publicación en la Campaña de lectura Eugenio Espejo han sido un gran impulso.