SOL (por Francis Jammes)

. . . . . . . . . A Ernest Caillebar

El pueblo al mediodía. La mosca de oro canturrea
entre los cuernos de los bueyes.
Iremos, si quieres,
si así lo quieres, a la campiña monótona.

Oye al gallo… Oye la campana… Oye al pavo real…
Oye allá, allá, el asno…
La golondrina negra se cierne,
los álamos a lo lejos se marchan como un mantón.

¡El pozo roído por la espuma! Escucha rechinar
su polea, aún rechina,
porque la chica de los cabellos de oro
tiene el viejo cubo todo negro, de caerle la plata en rocío.

La niña se marcha, con un paso que hace inclinar
en su cabeza dorada el cántaro,
su cabeza como una colmena,
que se funde al sol bajo las flores del melocotonero.

Y en el pueblo, he aquí que lanzan los tejados ennegrecidos
copos garzos al cielo azul;
y los árboles perezosos
en el horizonte que vibra, apenas se mecen.

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