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El estadounidense David Damrosch es uno de los grandes expertos en Literatura Comparada y acaba de obtener el prestigioso premio Balzan de Literatura Mundial
La literatura implica siempre una visión del mundo y explica muchas cosas. Un científico podrá ver a través de su microscopio un microorganismo que quizás alumbre una nueva cura para una enfermedad (o la propia enfermedad) y una novela te dirá cuánto miedo le tienes a esa enfermedad. O a que se avecine una catástrofe climática. O por qué temes que suceda la peor de las adversidades. O por qué el feminismo está en boca de todos. O, en definitiva, por qué este verano dos megaproducciones como Barbie y Oppenheimer triunfaron en todo el mundo.
Hay personas que se dedican a estudiar estos movimientos culturales y literarios. Una de ellas es el estadounidense David Damrosch (EEUU, 1953), totalmente desconocido a nivel mediático, pero una eminencia dentro del campo de la literatura comparada mundial, que acaba de obtener el prestigioso premio Balzán de Literatura, un galardón que otorga la Fundación Balzán en Roma y Berna —las ciudades se alternan cada año— a grandes expertos en diferentes campos y cuya suma económica alcanza los 750.000 euros.
Damrosch está al frente del Instituto de Literatura Mundial de la Universidad de Harvard, controla doce idiomas (entre ellos el náhuatl centroamericano), conoce los grandes poemas épicos de la Edad Media y ha escrito otros tantos libros sobre la interacción de las lenguas y textos a través del tiempo y el espacio —más allá del típico canon occidental—, y lo que todo esto nos dice de nosotros mismos. Y como profesor es extraordinariamente didáctico.
Lo comprobamos en la propia Berna un día de noviembre después de que recibiera el galardón y soltara un discurso en el que aparecía desde el Tristam Shandy de Lawrence Sterne —su libro favorito— a Madame de Staël, una de las creadoras de la literatura comparada, y Cervantes. Sí, también se cita El Quijote en Suiza.
Precisamente, al escritor español es al primero que nombra para explicar en qué consiste eso de la literatura mundial, que serían una serie de temas que se encuentran en algunos libros y que se hacen comprensibles en buena parte del globo terráqueo, si no todo. Y que nos ayudan a entenderlo. Es decir, se establecen una serie de interacciones y conexiones subterráneas. “Digamos que hay varios tipos de literatura universal. Una es la que está escrita con una perspectiva global. Y luego hay otros textos que pueden ser entendidos en todo el mundo, como ocurre por ejemplo con Cervantes. Obviamente, es literatura española, pero el discurso es también literatura europea y mundial”, razona. Es decir, que el humor y las aventuras de El Quijote se entienden desde La Mancha a Singapur.
Por supuesto, no es nada fácil y ponerse delante del ordenador para decir “voy a hacer una obra universal” lo único que augura es un buen trompazo. De hecho, el profesor recuerda un debate de hace más de 30 años entre el novelista japonés Kenzaburo Oe y el británico de ascendencia japonesa Kazuo Ishiguro, en el que primero señalaba que los libros de Ishiguro claramente estaban escritos para una audiencia universal mientras que él ni siquiera escribía para los japoneses sino para su aldea. “Y los dos ganaron el Nobel. Eran dos perspectivas completamente diferentes y las dos sedujeron al mundo. Porque la perspectiva global también puede resultar de lo local”, apostilla Damrosch.
Y luego están las fórmulas que funcionan según el contexto mundial que nos toque vivir. Y ahora mismo Damrosch no lo duda: el gran ejemplo de literatura mundial son el thriller y la ciencia ficción. Con respecto al primero señala que tienen una estructura global y una forma local, y eso es muy atractivo. “A la gente le gusta leer, por ejemplo, noir nórdico o narconovelas de México o novela negra mediterránea, es decir, la novela negra exitosa es la que tiene un sabor muy local que a la gente le gusta y la vez participa del sistema mundial”, comenta.
No es, por tanto, una novela ni rara ni experimental ni alternativa, sino que sigue unos cánones que todos reconocemos ya. “Es lo que ocurrió con El nombre de la rosa, de Umberto Eco, que era como el Sherlock Holmes de El perro de Baskerville, por lo que pudo meter ahí la Italia medieval”, afirma el profesor. Y con esos mimbres se convirtió en un bestseller en todo el mundo.
Después está la novela de ciencia-ficción que bebe de las catástrofes ecológicas, del apocalipsis que va a venir con toda la emergencia climática y todo tipo de desastres (como una pandemia). Damrosch señala que no es la primera vez que la literatura apunta a este tipo de temáticas. Ahí están libros como El Decamerón, de Bocaccio o La peste, de Daniel Defoe. El hombre lleva enfrentándose a adversidades toda su vida y, de hecho, morir de enfermedades era mucho más fácil hace algunos siglos que ahora por razones obvias. Pero también reconoce que la ficción está en estos tiempos muy enfocada a problemáticas reales ya sean de tipo sanitario o de crisis políticas.
“Hay varias maneras en las que la literatura responde a peligros que hay en el mundo. Y creo que el thriller criminal y la ciencia-ficción son las que están intentando dar las respuestas a todo esto. También estamos en una época en la que hay una gran predominancia de los asuntos científicos”, sostiene y no hay más que acudir a los periódicos donde la sección de ciencia tiene un espacio importante actualmente. Todo ello sin dejar de lado el gran medio narrativo de nuestra época que es el audiovisual (cine y la televisión). Son los canales a través de los cuales mayoritariamente recibimos historias. “Es nuestra forma narrativa para entender el mundo y muchas películas proceden de libros. La interacción entre la industria cinematográfica, televisiva y literaria es muy grande y es una gran red global que acaba llegando a todas partes”, manifiesta. Por si alguien se quiere explicar el boom veraniego de Oppenheimer (o las buenas críticas del último de Benjamin Labatut, Maniac).
«La literatura responde a peligros que hay en el mundo. El ‘thriller’ criminal y la ciencia-ficción son las que están dando respuestas a todo esto»
¿Y Barbie? Pues, volviendo a la literatura, Damrosch asiente sin titubeos cuando se le pregunta por la influencia que tiene que la mayoría de los lectores —en todo el mundo— sean lectoras. Pero también da un dato: ya en el siglo XVIII en Inglaterra las mujeres leían más ficción que los hombres. Y todo eso redundó en temáticas, en personajes y en maneras de ver el mundo. Y si nos lo llevamos a día de hoy, a este profesor no le sorprende que incluso en EEUU triunfen libros clásicos de carácter feminista. Es una ola mundial que en la literatura se observa con una claridad pasmosa.
Una fuerza —la de la novela criminal, la ciencia-ficción y las temáticas feministas— que se nutre en gran parte de la que le proporciona el idioma inglés, que es el más traducido del mundo, el hegemónico y que no da ninguna muestra de debilidad, más bien al contrario. “La influencia del inglés se está incrementando y se está convirtiendo en el medio de transmisión del resto de literaturas del mundo. Es decir, las obras se traducen al inglés y luego a otras lenguas. Por ejemplo, el último libro de Orhan Pamuk ha sido traducido a sesenta lenguas, pero la mitad de ellas son desde el inglés a las otras lenguas. Por tanto, es un idioma que ahora mismo tiene muchísima más influencia ayudando a conectar las diferentes lenguas entre sí que antes”, sostiene.
«La influencia del inglés se está incrementando y se está convirtiendo en el medio de transmisión del resto de literaturas del mundo»
Y no hay que olvidarse nunca de esa gran pata que es el mercado. Los editores y los agentes que huelen qué y cómo colocar esos libros y dónde y a quién. Ahora bien, Damrosch, como estudioso de otras muchas lenguas que no son mayoritarias (algunas de hecho están muertas) y como hombre curioso que aboga por esa transculturalidad que va más allá del canon occidental y anglosajón, insiste en que la literatura es mucho más que lo mainstream, y que también hay literaturas que se salen de esta línea.
“La labor de los que trabajamos con las lenguas es luchar contra los imperialismos de pocas lenguas o pocas regiones. Por ejemplo, nosotros tenemos una estudiante en nuestro departamento de Harvard que es de Polonia, pero es hispanista y estudió en Barcelona. Trabaja con el español, el catalán, el euskera, el gallego, el nahuatl, quechua y quiché maya. Y ella está particularmente interesada en cómo estas lenguas locales interactúan con el español. Lo que ella hace es trabajar con las interacciones y conexiones en vez de con lo que las separa”, manifiesta. Eso también es literatura mundial y, a la vez, otra forma de ver el mundo.
TOMADO DE: https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-12-13/este-hombre-te-explica-por-que-todo-el-mundo-esta-leyendo-thrillers-criminales_3784956/