- Clickultura
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Había una vez un niño que le encantaba la Navidad, pues cada año Santa le traía preciosos regalos. Sin embargo, tenía un amigo que nunca sonreía por estas fechas y siempre andaba callado y pensativo. Sin dudarlo, se acercó una Navidad y le preguntó qué juguetes le había traído Santa, pensando que así se animaría, pero cuando vio la tristeza en su rostro supo de inmediato la respuesta.
¿Cómo podía ser?, se preguntó el niño que no entendía por qué Santa se había olvidado de su amigo. Así fue como al año siguiente se propuso esperar a Santa y preguntarle si no tenía suficientes regalos para todos los niños.
Puntual con las campanadas de las doce, el niño sintió los cascos de los renos patear sobre el tejado de su habitación. Se lanzó a correr y llegó justo a tiempo para encontrar a Santa saliendo de entre las cenizas y troncos.
El niño que estaba decidido a confrontar a Santa le preguntó.
– Santa, ¿acaso no tienes suficientes regalos en tu saco para todos los niños? Mi amigo no recibió ningún regalo el año pasado, así que este año yo le cedo mis juguetes.
El viejecillo miró consternado al niño y le dijo.
– Querido eres un niño muy dulce y bueno, es por eso que cada Nochebuena esta es una de las primeras chimeneas que visitó. Lo cierto es que mi saco es mágico, dentro de él guardo millones de juguetes para todos los niños del mundo. Pero a pesar de que visitó a cada niño y niña, no siempre puedo dejarles juguetes. En algunos hogares encuentro sufrimiento y tristeza, por lo que mis juguetes no son suficientes para cambiar eso.
Viendo que el niño seguía esperando el resto de la explicación, Santa continuó diciendo.
– A esos niños que no son felices les doy el mejor regalo que tengo para dar. En mi saco también cargó amor y esperanza, por lo que rezó junto a sus camas para que reciban el próximo año la alegría del espíritu de la Navidad.
El niño comprendió entonces que Santa repartía diferentes tipos de regalos y decidió que él también podía ayudar a su amigo.
– Pues yo también voy a ayudar a mi amigo compartiendo mi alegría y amistad con él.
A lo que Santa le contestó con una sonrisa tierna antes de desaparecer.