DÍA DEL PERIODISTA ECUATORIANO Y EL LEGADO DE EUGENIO ESPEJO

Hoy el Ecuador conmemora la circulación del primer periódico publicado en el país, Primicias de la Cultura de Quito, fundado y escrito por Eugenio Francisco Javier de Santa Cruz y Espejo el 5 de enero de 1792. El Congreso Nacional dictó un acuerdo, el 7 de agosto de 1992, por el que se declara al 5 de enero como el Día del Periodista Ecuatoriano, en honor al precursor y prócer de la Independencia, Eugenio Espejo y a su periódico.

Primicias de la Cultura de Quito fue una publicación que buscaba el mejoramiento de Quito en lo intelectual y la reactivación de su espíritu adormilado, según palabras del propio Espejo: “Estamos destituidos de educación. Sería adulación, vil lisonja, llamar a los quiteños ilustrados, sabios, ricos y felices, No lo sois: hablemos con el idioma de la escritura santa; vivimos en la más grosera ignorancia y la miseria más deplorable” (Eugenio Espejo / Primicias de la Cultura de Quito, p. 136).    

Las reflexiones éticas y disquisiciones filosóficas que abundan en sus páginas convierten a Primicias de la Cultura de Quito en una “revo­lucionaria novedad en el monótono y encogido vivir de la con­ventual ciudad”. Su aparición quincenal, en un total de siete números, entregaba consejos y recomendaciones sobre salubridad, higiene y buenas costumbres. Sin embargo, la recepción de los quiteños fue negativa y estimuló una absurda persecución que se hizo extensiva a su autor. Injusto comienzo para una publicación que echaba las bases de una tácita declaración de principios que en la modernidad debieron ser parte de la deontología de prensa.

Su enseñanza moral no alcanzó la admisión que logró su didáctica política. Sus valores ideológicos de transformación social e independentismo echaron raíces en posteriores publicaciones de organizaciones políticas progresistas, no obstante, ese no fue el mismo eco en los periódicos fundados por empresas mediáticas que practicaron, indistintamente, un periodismo mercantilista y conservador, alejado de las clases populares y de sus más caras reivindicaciones.

En la modernidad del país, cuando el periodismo debió alinearse con las mejores causas nacionales y precautelar la justicia social, la soberanía política y la equidad económica en nuestra sociedad, el rol de la prensa se ve amenazado por el crimen organizado que ha segado la vida de comunicadores  y profesionales del periodismo cuando no se autocensuran, silencian o se alinean con los intereses de sus patronos, propietarios de empresas y negocios vinculados al periodismo mercantil que coartan la acción profesional de la prensa y la libertad de expresión. Aquellos que optaron por dejarse cooptar por las mafias vendiendo su pluma a protervos intereses delincuenciales, guardan un silencio cómplice o se hacen eco frente al crimen institucionalizado, subastando la credibilidad de la prensa al mejor postor.

El periodismo contemporáneo en el país soslaya varios de los principios implícitos en el legado de Espejo, erigiendo falsos valores de objetividad, imparcialidad y veracidad. Y en esa tarea reitera un sentimiento funesto: traicionar el paradigma del primer periódico en la historia del país, representado en sus páginas por “aquello que a muchos no satisfizo, y usando el quiteñísimo recurso del rumor maledicente se dieron a socavar el naciente edificio”.

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