EN EL SEMÁFORO (por Diego Otero)

Veo la noche a través de las lunas polarizadas
de un taxi. La doble oscuridad de la calle

y las luces flojas, como disueltas. La chica que
espera en la esquina lleva puestos unos

audífonos claros, y una falda de rombos
o escudos, pero yo solo distingo bien sus facciones,

subrayadas por el brillo vibrante de la pantalla
del celular. Ella no sabe que yo la estoy viendo,

y que intuyo sus piernas en la penumbra. Tampoco
lo sabe el monstruo que empieza a moverse

tras ella.  El monstruo es como la vida: una cosa
imprevista. Y pese a tener tres pares de ojos

y una cabeza triangular, no puede ocultar
su tristeza. No puede dejar de intuir que

una serpiente se enrosca y se agazapa
detrás del corazón de los insatisfechos.

Lima parece una ciudad pero en realidad es
un taxi. Un taxi cuyas lunas polarizadas ya casi

no permiten ver lo que pasa afuera, en la noche.
¿Qué hacen, por ejemplo, ahora, el monstruo

y la chica? ¿Es un acto de amor o un acto
de violencia? Es difícil vivir en la sombra cuando

tienes que mirar.  Es difícil viajar en un
taxi cuyo conductor tampoco ve casi nada,

y sin embargo espera el cambio de luz.

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