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Miroslav Penkov supo sacar partido a sus clases de inglés coincidiendo con la caída del régimen comunista en Bulgaria y emigró a los Estados Unidos para estudiar Psicología aunque fue la literatura lo que realmente le atrapó gracias a un Máster de Escritura. Desde entonces, sus relatos han sido publicados en diversas revistas recibiendo críticas elogiosas y el prestigioso premio Eudora Welty.
Al este de Occidente es el inteligente título de su primer y único libro hasta la fecha que recoge diversas narraciones con un punto en común: la Bulgaria en el recuerdo de un joven expatriado. Ocho relatos que siguen un itinerario lógico desde el pasado remoto de su país, en los tiempos de lucha contra el Imperio Otomano, hasta la caída del gobierno de Todor Zhivkov y la posterior inestabilidad social de los años noventa.
La calidad de una obra literaria debe medirse al margen de las peripecias vitales de su autor lo que no obsta para que el conocimiento de ésta explique parte de lo escrito y ayude a su mejor comprensión. Y es que estos relatos tienen también un persuasivo enfoque personal que lleva a reflexionar sobre la emigración y los sentimientos de permanencia y pérdida.
Comprar a Lenin es la historia de un joven que se gana la enemistad de su abuelo desdeñando las Obras Completas de Lenin que éste le recomienda y dedicando su tiempo al estudio del inglés, el idioma maldito, la lengua del enemigo. Las relaciones se rompen formalmente cuando el joven decide viajar a los Estados Unidos a través de un programa de intercambio de estudiantes. Pero, al igual que no existen paraísos en la tierra, el país de las oportunidades no impide que germine el vacío en su vida y, sin saber exactamente el motivo, comienza a telefonear a su abuelo, primero para burlarse de él pero, en definitiva, porque necesita una conexión con su pasado remoto para entender qué espera de su nuevo hogar, de su vida.
Así tiene noticia de que su abuelo ha convertido a su pueblo en un museo sobre la vida bajo el comunismo recuperando viejos objetos, bustos de mártires de la patria y demás parafernalia que adquiere en mercadillos y de chatarreros ambulantes. Pasado y presente se dan la mano cuando recibe una momia embalsamada (y ciertamente fraudulenta) del mismísimo Lenin adquirida en una subasta de e-Bay por su nieto. Finalmente, hay un terreno de juego común para la reconciliación.
Pero, ¿qué habría sido de Penkov de no haber estudiado inglés y emigrado? Una posible visión de este futuro hipotético es Ladrones de cruces, la historia de un muchacho con una memoria a prueba de borrado pero que es incapaz de sacarla partido terminando por convertirse en un pequeño gamberro que roba cuando puede contra el telón de fondo de las manifestaciones populares en Sofía.
Una foto con Yuki refleja el contraste entre el mundo 2.0 de una pareja residente en los Estados Unidos, armados de sentimientos de paz y tecnología, que viaja a la casa paterna de él en Bulgaria para un tratamiento de fertilidad dados los problemas de Yuki, su pareja japonesa, para concebir. Allí descubrirán la cruda realidad de la muerte, una contrariedad a la que nuestro mundo hedonista no está acostumbrado y que nos enfrenta con un tiempo bárbaro en el que no creemos estar viviendo.
Esa ligazón con nuestro pasado es similar a la que sufre Narices, apodo del protagonista de Al este de Occidente, un joven enamorado de su prima, de nacionalidad serbia por una decisión política que separa un pueblo en dos, trazando la frontera sobre el río que lo atraviesa. El azar de la historia, el manejo de las lejanas esferas, separa a las familias en dos grupos, los salvados y los excluidos. Narices, conservará la llama de ese amor azuzado por diversos encuentros fugaces en la iglesia sumergida en el río y en las escasas celebraciones comunes que permiten las autoridades. Pero finalmente el pasado no nos hace inmunes ni nos redime. Narices vivirá el rechazo y deberá aprender a sobrellevarlo.
En Makedonija asistimos a una doble celebración, la del recuerdo y el olvido. En una residencia de ancianos, un hombre encuentra entre los objetos de su mujer, perdida en las brumas de la memoria por el Alzheimer, las cartas de amor que un guerrillero le escribía en los tiempos de la lucha por la independencia de Bulgaria antes de que ellos se conocieran. El anciano lee las cartas entre el dolor de haber vivido ignorante de la historia de amor de su mujer y el recuerdo de sus propias experiencias en aquellos duros tiempos. Es también una historia sobre el compromiso de unos y la lucha por la supervivencia de otros.
Devshirmeh es otro relato en el que Penkov ha sabido inspirarse en su propia experiencia migratoria. Un joven búlgaro emigra a Nueva York con su esposa Maya y Elli, su hija recién nacida, para buscar un mejor futuro. Pero la relación se rompe cuando su mujer se enamora de un médico, también búlgaro, que le puede ofrecer la tan ansiada estabilidad en un país extranjero.
El divorcio convierte al protagonista en un despojo que sigue a su ex mujer hasta Texas sólo para poder seguir visitando a Elli y conservar la ilusión de que todo terminará por resolverse. Tan patético como el protagonista es John Martin que le ha alquilado una habitación y que es consciente de que el amor sólo tiene una oportunidad, según la tradición americana a que su nombre alude tan simbólicamente. Pero pese a su patetismo, el protagonista del relato retiene algo de dignidad en los momentos en los que narra a su hija las viejas historias búlgaras que él aprendió de sus padres y que le entroncan con una tradición y un sentido de la existencia del que carece John Smith.
Otros dos relatos completan el volumen iluminando otros aspectos de la historia búlgara, como la compleja convivencia entre religiones o la miseria que para muchos supuso la caída del comunismo y el modo en que se salía adelante.
Como se aprecia en estos relatos, la mirada de Penkov sabe unir dos mundos y confrontarlos para obtener lo mejor de ambos. Al igual que su escritura, que pese a tener notables influencias anglosajonas (no en vano el idioma original en que están todas ellas escritas es el inglés) ha sabido respetar un modo de narrar más próximo a la tradición oral y a las viejas narraciones que pudo conocer en su infancia y adolescencia búlgara.
También es admirable el modo en que un joven de apenas veintiocho años es capaz de escribir de manera tan equilibrada sobre cuestiones tan complejas sin que por ello el aspecto literario quede resentido, todo lo contrario. Es la evidencia de que para escribir no se precisa el acopio de experiencias sino que éstas pueden tener origen en las de una familia, un tiempo o un pueblo y que, bien armadas con la experiencia personal, se convierten en obras que trascienden sus propias circunstancias.
Éste es sin duda el caso de este volumen, alguna de cuyas narraciones ha recibido el reconocimiento público de autores tan notables como Salman Rushdie, otro escritor que conoce bien las implicaciones de abrazar una cultura cuando se proviene de otra y los peligros que acechan tras este choque.
Seix Barral ha publicado esta obra en España, con traducción del inglés a cargo de Daniel Gascón, quedando a la espera de próximos trabajos que confirmen la vitalidad creativa de su autor.