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Johann Wolfgang von Goethe, el más representativo, importante e influyente escritor alemán murió el 22 de marzo de 1832. Su obra abarca géneros como la novela, la poesía, la lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos. Goethe es a Alemania como Cervantes a España o Shakespeare a Inglaterra. Su huella en posteriores e importantes escritores es fácilmente palpable. Su mejor obra dramática es Fausto, inspirada parcialmente en hechos ciertos. En palabras de George Elliot «el más grande hombre de letras alemán… y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la Tierra». Sus novelas, poesías, dramas e incluso controvertidos tratados científicos, sirvieron como constante fuente de inspiración para todo tipo de obras.
El propio Goethe narró su vida en un libro autobiográfico, Poesía y verdad (1811), que llega hasta el año 1775, cuando se pone al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto en Weimar.
Nació en Fráncfort (Frankfurt am Main), hijo de Johann Caspar Goethe, doctor en derecho y consejero imperial que se retiró de la vida pública y educó a sus hijos él mismo, bajo la máxima de no perder el tiempo en lo más mínimo, y de Katharina Elisabeth Textor, hija del burgomaestre de Fráncfort.
Goethe, considerado superdotado y provisto de una enorme y enfermiza curiosidad, hizo prácticamente de todo y llegó a acumular una muy amplia cultura. En primer lugar estudió lenguas, aunque era más aficionado al arte y nunca, a lo largo de toda su vida, dejó de cultivar el dibujo. Al tiempo que escribía sus primeros poemas, se interesó por otras ramas del conocimiento como la geología, la química y la medicina.
Goethe estudió Derecho, pero una grave enfermedad le obligó a dejar los estudios en 1768 y volver a Fráncfort. Katharina von Klettenberg, amiga de su madre, lo cuidó y lo introdujo en el misticismo pietista, que ponía énfasis en el sentimiento dentro de la confesión protestante; por entonces compuso sus primeros poemas. Volvió a la Universidad en 1770, en Estrasburgo, y al año siguiente entregó su tesis doctoral, que versaba sobre la relación entre el Estado y la Iglesia. Los teólogos de Estrasburgo consideraron el escrito escandaloso; uno de ellos calificó a Goethe de «demente que desprecia la religión». El Decano de la Facultad recomendó a Goethe que retirase la tesis; al mismo tiempo, la Universidad le ofreció la posibilidad de obtener la licenciatura. Para este título solo necesitaba plantear y defender unas pocas tesis, y así lo hizo. En una de estas tesis Goethe trató la cuestión de si debería condenarse a la muerte a la madre que mata a su hijo, tema que más tarde aparece, en forma artística, en su obra de La tragedia de Gretchen.
Empezó a hacer prácticas de abogacía y colaboró con Herder en la redacción del manifiesto fundador del movimiento Tempestad e Ímpetu, considerado el preludio del Romanticismo en Alemania: Sobre el estilo y el arte alemán (1772). Otra vez de vuelta en Fráncfort, escribió la tragedia de Gotz von Berlichingen (1773) y al año siguiente su novela Las penas del joven Werther (1774). El mismo año que el Werther (1774), Goethe publicó su drama Clavijo mientras intentaba abrir con poca fortuna un bufete de abogado en Fráncfort, y en la primavera de 1775 se comprometió con la hija de un banquero de la ciudad, Lili Schönemann. Sin embargo, las diferencias sociales y de estilo de vida entre ambas familias terminaron por desbaratar este compromiso, que no llegó a desembocar en matrimonio.
Inicia en esa época sus investigaciones científicas. Interesado por la óptica, concibió una teoría distinta a la de Newton sobre los colores. Las cartas a Charlotte von Stein dan fe de su actividad en esta época de su vida, dedicada a todo tipo de encargos y gestiones para reformar el muy pequeño y humilde Estado de Weimar.
En 1830, dos años antes de su muerte, Goethe compuso un poema titulado Para la fiesta de San Juan, en ocasión de celebrarse su cincuentenario como miembro de la masonería. Se considera que su condición de masón, así como otras aficiones que al parecer cultivó, influyeron en su obra, especialmente en Fausto.
Dirigió el Teatro Ducal entre 1791 y 1813 y a raíz de este cargo conoció en 1794 al dramaturgo Friedrich von Schiller, con el que mantuvo una larga amistad y cierta correspondencia epistolar hasta la muerte de este en 1805. Schiller publicó las hasta entonces inéditas Elegías romanas de Goethe en su periódico, Las Horas, en 1795. También imprimió la novela Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796) y la novela en verso Hermann y Dorothea (1798). Schiller animó a Goethe a que prosiguiera en la gran obra de su vida, el Fausto, poema que no paraba de corregir y ampliar y cuya primera versión apareció en 1808. En las dos versiones de su complejo y grandioso Fausto se encuentra el último mito que fue capaz de engendrar la cultura europea, el de cómo la grandeza intelectual y la sed omnímoda de saber pueden, sin embargo, engendrar la miseria moral y espiritual. Goethe disfrutó ya en vida de fama, respeto, prestigio y admiración.