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Gabriela Mistral, poetisa chilena ganadora del premio Nobel en 1945, nacio el 7 de abril de 1889 en Vicuña, Chile. Fue una poeta, diplomática y profesora que por su trabajo recibió el Premio Nobel de Literatura, siendo la primera mujer iberoamericana en recibirlo. Nacida en una familia de recursos modestos, Mistral se desempeñó como profesora en diversas escuelas y se convirtió en una importante pensadora respecto al rol de la educación pública, llegó a participar en la reforma del sistema educacional mexicano. A partir de la década de 1920, Mistral tuvo una vida itinerante al desempeñarse como cónsul y representante en organismos internacionales en América y Europa.
Como poeta, es una de las figuras más relevantes de la literatura chilena y latinoamericana. Entre sus obras destacan Desolación, Tala, y Lagar. Hija de Juan Jerónimo Godoy Villanueva, profesor y poeta de ascendencia española, y de Petronila Alcayaga Rojas, de ascendencia vasca. Por el lado de su madre, Gabriela Mistral tuvo una media hermana mayor, Emelina Molina Alcayaga, hija de Rosendo Molina Rojas, quien fue su primera maestra. Por el de su padre, habría tenido otro hermanastro, llamado Carlos Miguel Godoy Vallejos. Aunque su padre abandonó el hogar cuando ella tenía unos tres años, Gabriela Mistral lo quiso y siempre lo defendió. Cuenta que «revolviendo papeles», encontró unos versos «muy bonitos». «Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética», escribió.
En 1904, comenzó a trabajar como profesora ayudante en la Escuela de la Compañía Baja y a enviar colaboraciones al diario serenense El Coquimbo. Al año siguiente, continuó escribiendo en él y en La Voz de Elqui, de Vicuña. En la misma época entabla una amistad con Bernardo Ossandón, profesor y periodista serenense que le facilita su biblioteca personal para estudiar y desarrollar su estilo literario.
En Chile trabajó en escuelas como maestra de temas como geografía y posteriormente llegó a cargos administrativos e incluso al puesto de directora del Liceo número 6 de Santiago. Ya inmersa en el mundo de la enseñanza publicó múltiples artículos que se difundieron en América y Europa en los que se veía reflejada su filosofía pedagógica. Gabriela Mistral tenía influencias de pensadores como Rodó y Tagore, creía en la enseñanza al aire libre, en la importancia de crear comunidad entre el alumnado, las madres y los obreros de la comunidad; se interesaba tanto en el desarrollo del niño como del adulto; abogaba por un equilibrio entre la cultura europea y americana; promovía el uso de las artes en el aula de clases; y promovía un concepto religioso de la educación como vía para acercarse a Dios. En 1926 escribe el manuscrito La imagen de Cristo en la escuela. publicado por El Mercurio, e incluso escribe oraciones para que el alumnado recitara antes de iniciar la jornada de clases.
En diciembre de 1927 escribe desde París un artículo abogando por los derechos del niño. La concepción que tenía sobre la educación fue fundamental en su escritura. Tal como recoge Santiago Sevilla-Vallejo, «Ella se identifica con la mujer que cuida de los niños en el sentido maternal y también educativo, donde recalcó que, por encima del valor formal de la educación escolar, está el sentido de confianza y humanidad que infunde el docente en sus alumnos».
Los escritos realizados un mes antes de que llegara Lucila Godoy al sur de Chile en octubre de 1910, son artículos de prensa donde aboga por la instrucción primaria obligatoria. El diario El Colono del 1 de noviembre publicó el poema Desolación, resume el sentir del rechazo y, a su vez, la tragedia sentimental de su frustrada relación con Romelio Ureta, que se había suicidado el año anterior. Además, escribe el poema Rimas, fechado en esa ciudad el 24 de octubre de 1910, donde manifiesta tristeza frente a la pérdida y la imposibilidad de una despedida. Estos versos son distintos a los publicados con el mismo título un año antes.
El mismo año, Mistral comenzó a escribir sus famosos Sonetos de la muerte. En este periodo de reflexión opta por la poesía como una de sus mayores realizaciones personales. El 12 de diciembre de 1914, obtuvo el primer premio en el concurso de literatura de los Juegos Florales, organizados en Santiago, por sus Sonetos de la muerte.
Desde entonces utilizó el seudónimo literario Gabriela Mistral en casi todos sus escritos, en homenaje a dos de sus poetas favoritos, el italiano Gabriel DAnnuncio y el occitano Frederic Mistral. En 1917, Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya publicaron una de las más importantes antologías poéticas de Chile, Selva lírica, donde Lucila Godoy aparece ya como una de las grandes poetas chilenas. Esta publicación es una de las últimas en que utiliza su nombre verdadero. Desolación, considerada su primera obra maestra, apareció en Nueva York en 1922 publicada por el Instituto de Las Españas. La mayoría de los poemas que forman este libro los había escrito diez años atrás. En 1923, en México se inauguró una estatua y se publicó su libro Lectura para mujeres; en Chile apareció la segunda edición de Desolación (con una tirada de 20 000 ejemplares) y apareció en España la antología Las mejores poesías, con prólogo de Manuel de Montoliú. En 1924, publicó en Madrid Ternura, libro en el que practicó una novedosa «poesía escolar», renovando los géneros tradicionales de la poesía infantil (por ejemplo, canciones de cuna, rondas, y arrullos) desde una poética austera y muy depurada. Petronila Alcayaga, su madre, murió en 1929, por lo cual le dedicó la primera parte de su libro Tala.
La noticia de que había ganado el Nobel la recibió en 1945 en Petrópolis, la ciudad brasileña donde desempeñaba la labor de cónsul desde 1941. La iniciativa de proponerla a Gabriela Mistral surgió en Ecuador cuando su amiga guayaquileña Adelaida Velasco inició la promoción de su nombre entre intelectuales latinoamericanos. La motivación para entregarle esta distinción fue «su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano. Recibió el Premio Nobel, que otorga la Academia sueca, el 10 de diciembre de 1945, en un discurso en que manifestó: «Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al convivio de la vida nórdica, toda ella asistida por su folklore y su poesía milenarias».