El rastro de Octavio Paz

El 19 de abril de 1998 fallece el poeta y diplomático mexicano, Octavio Paz, autor de grandes textos poéticos y ensayísticos, Premio Nobel en 1990. Paz considerado uno de los más influyentes autores del siglo XX y uno de los más grandes poetas de todos los tiempos. Su madre, Josefina Lozano, lo llevó a vivir a la casa del abuelo paterno en Mixcoac, entonces un poblado cercano a la Ciudad de México. Ahí radicaron hasta que Octavio Paz Solórzano tuvo que asilarse en Los Ángeles con la representación de Emiliano Zapata ante los Estados Unidos, cargo que mantuvo hasta el año del asesinato de Zapata (1919). En ese tiempo lo cuidaron su madre Josefina Lozano, su tía Amalia Paz Solórzano y su abuelo paterno, un soldado retirado de las fuerzas de Porfirio Díaz, intelectual liberal y novelista. Paz trabajó como escribano y abogado para Emiliano Zapata estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la Revolución, fue diputado y colaboró activamente en el movimiento vasconcelista.​ Todas estas actividades provocaron que el padre se ausentara de casa durante largos periodos.

Su educación se inició en los EE. UU en donde su padre Paz Solórzano, llegó en octubre de 1916 como representante de Zapata. Octavio Paz se adhirió al anarquismo sostenido por José Bosch, joven catalán a quien conocería entonces y que lo introduciría al «pensamiento libertario». Momento también de elecciones, Paz se enfrentaría a la que sería la disyuntiva de su generación: política o violencia, «de ahí la predisposición de algunos a las soluciones extremas: las tendencias al fascismo o al marxismo.

Asumiendo la elección de izquierdas, y siendo consecuente con ella, es como a los quince años Octavio Paz se convierte en activista y se inicia en la lectura del pensamiento progresista de la época que encarnaba el verdadero espíritu de la Revolución. Deslumbrado por la lectura de T. S. Eliot, traducido por Enrique Munguía como El páramo, y publicado en la revista Contemporáneos en 1930, mantiene en sus actividades un prioritario interés en la poesía, que tendía desde la prosa un panorama inevitable, Literalmente, esta práctica dual fue para Paz un juego de reflejos entre poesía y prosa.

Preocupado por confirmarse la existencia de vínculos entre la moral y la poesía, escribió en 1931, a los dieciséis años, el que sería su primer artículo publicado, «Ética del artista», donde, antes de plantearse la pregunta sobre el deber del artista entre lo que denomina arte de tesis o arte puro, descalifica al segundo en razón de la enseñanza de la tradición. Asimilando un lenguaje que recuerda al estilo religioso y, paradójicamente, marxista, encuentra el verdadero valor del arte en su intención, en su sentido, por lo que, los seguidores del arte puro, al carecer de él, se encuentran en una posición aislada y favorecen la idea kantiana del «hombre que pierde toda relación con el mundo».

La revista Barandal apareció en agosto de 1931, dirigida por Octavio Paz, junto a jóvenes antecedidos por cierta celebridad literaria. Aunque era más comentado y conocido por los estudiantes preparatorianos, sobre todo por su poema «La bestia de oro«. A Octavio Paz Solórzano se le conocía en este círculo como el autor ocasional de narraciones literarias aparecidas en el suplemento dominical del periódico El Universal.  

En medio de encuentros, verdaderas confrontaciones, entre representantes de la generación del Ateneo, sobre las ruinas de un positivismo sobreviviente en crónicas periodísticas, donde se debatían las posibilidades del materialismo histórico, el realismo socialista, Octavio Paz, cercano a estas ideas, fundó, después de la desaparición de la revista Barandal, y ya estando inscrito en la Escuela de Derecho de la UNAM, unos Cuadernos del Valle de México que solo lograrían aparecer por dos números, pero que sirvió para, además de publicar algunos poemas, constatar que el grupo original no tendría la solidez para la continuación de una empresa en común.

En 1933, Octavio Paz publicó el poemario Luna Silvestre, editado por Miguel N. Lira, que revelaba ya cierta asimilación de temas románticos. Los siete poemas de Luna silvestre no tendrían cabida en la revisión que Paz hiciera posteriormente de su obra, pero revelan a pesar de ello un rigor en la palabra mecida en la sensualidad de sí misma, seducida por la presencia inasible de la mujer, de la naturaleza. El deseo y la pasión andan por los poemas como desprendidos del silencio y de la memoria, se recrean y se recuerdan, se fijan y se desvanecen en el pronunciamiento.

En este momento, prendido a una escritura de tipo intimista, Paz tendrá oportunidad de mostrar sus poemas a Rafael Alberti, quien le señalará una contradicción entre su ideal revolucionario de la poesía y de la política. La calidad de sus expresiones románticas empieza a cobrar verdadero sentido y empieza a realizar una lectura más atenta de autores en quienes encuentra el mismo interés por tender puentes entre la vida y la poesía, entre la realidad y el mito: develamiento de aquel punto de intersección que llamará «comunión». La redacción del diario íntimo que comenzará a expresar, solo conocerá la publicación hasta cuatro años después, en 1938, bajo el título de Vigilias: diario de un soñador, en la revista Taller, cuando hayan sucedido dos hechos trascendentales en su vida, su estancia en Yucatán y la guerra civil española.

A fines de 1936, Octavio Paz escribiría la primera versión del libro de poemas Raíz del Hombre, que fue publicada en enero del siguiente año. El libro fue saludado por dos reseñas: una crítica y aguda, de Jorge Cuesta, la otra, despiadada e intranquila, de Bernardo Ortiz de Montellano; ambas, publicadas en el número dos de la revista Letras de México, reflejan la visión de un grupo forjado en los ataques y la incomprensión. Jorge Cuesta, conocido de Paz desde 1935, le destaca una voluntad para dejarse consumir por su objeto, le reconoce en posesión de un destino y le advierte una filiación con las voces de Lopez Velarde y Neruda. Hora de palpar la realidad, Octavio Paz se encuentra con una tierra entrañable y extraña, acogedor espacio que se ata por la memoria y se desvanece en el filo del descubrimiento; otra vida, otra presencia late y se respira en medio del calor: la de lo indígena, imagen que en la luz se erige como un signo para ser descifrado o comprendido, que exige una acción,  

El viaje de Octavio Paz a España estaba antecedido por una admiración a los poetas de la generación del 27, conocidos en México sobre todo por la Antología poética en honor a Góngora con motivo de la celebración y recuperación del poeta barroco a trescientos años de su muerte, y en la que la propuesta de Diego era la de crear objetos verbales que en su ensalmo rebasaran al verso. En esta antología se daban a conocer poesías de García Lorca, Guillen y otros. Con esta procedencia, Octavio Paz iba al encuentro de una generación debatida en la búsqueda de una alternativa para la poesía que se enfrentaba a una realidad insumisa a la proclama de un hombre nuevo.

Junto con Carlos Pellicer, Octavio Paz llegó a París el 1 de julio de 1937. Ahí conoció a Neruda y a Vallejo, al «mito nacido del océano» y al «vagabundo de la ciudad», como les llamó. De París fueron a Barcelona y de ahí a Valencia, donde sería la inauguración. En 1937, Paz fue invitado España durante la guerra civil como miembro de la delegación mexicana al Congreso Antifascista, donde mostró su solidaridad con los republicanos, y donde conoció y trató a los poetas de la revista Hora de España, cuya ideología política y literaria influyó en su obra juvenil. Sin embargo, como confesó años después en la serie televisiva Conversaciones con Octavio Paz, ese sentimiento de solidaridad con la causa republicana se vio afectado por la represión contra los militantes del POUM partido obrero de Cataluña entre quienes tenía camaradas.

A su regreso de España, participó en 1938 como cofundador en la revista literaria Taller, en la que escribió hasta 1941. En 1954, Paz tuvo «una participación muy estrecha en la fundación de la Revista Mexicana de Literatura, influenciada «políticamente con la idea de la llamada ‘tercera vía’, que significaba ni con la izquierda, ni con la derecha. El primer número fue el de septiembre-octubre de 1955, y contó con el apoyo de Paz hasta que 4 años más tarde este regresó a Europa. En 1955 contribuyó en la Revista Mexicana de Literatura y en El Corno Emplumado. En 1959 regresó a París y tres años más tarde fue designado embajador en l India. En 1964 conocería a la francesa Marie-José Tramini, que se convertiría en su última esposa. En octubre de 1971, «un poco con esa idea de redescubrir los valores liberales y democráticos en la sociedad mexicana», fundaría la revista Plural, «elegante fusión de literatura y política», y que dirigiría hasta su desaparición en 1976 el mismo Paz.

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