- Clickultura
- 0 Comments
- 144 Views
Le habían desahuciado con esa enfermedad terrible que trae la loca modernidad, tan implacable que con solo escuchar su noticia, cambia todo de repente y es cómo si te empujaran al borde del abismo y conforme pasan los días el rostro se vuelve macilento y va adquiriendo un aire fantasmal. Pero él se había sobrepuesto con valentía a la adversidad. Fue a otro especialista con la esperanza de que le dijera que todo fue una equivocación. Le enseñó los exámenes médicos practicados. Ninguno de los galenos a quien visitó coincidían en el criterio médico, en lo único que estaban de acuerdo es en el precio, incluido uno que quería operar ya, incluía una rebaja. Pensó vender lo único que tenía -un departamento que recién lo había terminado de pagar- para cubrir los costos de la operación. Quería vivir. En este caso,
nunca faltan los comedidos que aconsejan y otros que ya te dan por muerto. Aceptó consultar con otro médico, entrado en años, que fue bien recomendado.
Me han dado seis meses de vida doctor, fue lo primero que dijo, el galeno le pidió que se extendiera en la camilla para examinarle y luego se dio tiempo para revisar sus exámenes. Hay que tomarse las cosas con calma, le dijo, es operaciones es de alto riesgo; las células malignas se pueden esparcir a otros órganos mientras abrimos. Él, siguió al pie de la letra el tratamiento, que incluía cambio de alimentación, descanso, emplastes, aguas de remedio, ejercicio, relajación, meditación.
Pasaron algunos años, él quiso visitar a su doctor para contarle cómo se sentía, cuál fue su sorpresa, que en vez de él, en la misma dirección, ahora atendía su hijo. El doctor hace poco había fallecido.
Le mostró la receta que le había escrito el padre del joven médico en ese entonces. -Esta receta la escribió mi padre cuando recién empezaba su alzheimer.