Las olas Virginia Wolf (por María Leonor Baquerizo Díaz Granados)

Me escondo detrás de las puertas. Observo a la gente caminando apurada y no tienen cara. Sólo son bultos en movimiento. No han notado que estoy aquí, no se han dado cuenta de mi grandeza. Aún no me descubren, escucho, quiero sorprenderlos.

Estoy creando mi día, todavía no sé quién toma el té en mí castillo. El salón está lleno de espejos, y yo, transparente, un caucho sin color, no me formo por completo, veo la luz pasar a través de mi cuerpo. Esperaré que pasen las horas, así, en la oscuridad sobre mi cama, me volveré visible…Tiemblo, pero sé que nada me pasará. El pijama me queda grande, parece que flotara; mamá no se ha dado cuenta de que la tomé de su cajón.

Por fin me puedo mirar en el espejo, he aprendido a utilizar el rostro que todos quieren. Una máscara con efecto sedante, me vuelvo muy grande y me siento bien. Nadie me puede herir. He botado mi corona de Emperatriz, no la necesito, ya no tengo que esconderme; mi castillo se desbarata y puedo volar.

Oigo muchas voces, me asomo y veo que ha caído una golondrina, su ala está mojada y rota; mi brazo parece desgajarse. Las palabras me han resquebrajado, me quedo sin rostro, no sé que máscara usar, alguien me ha escondido la que no tiene defectos.

No quiero escuchar, no soporto las mentiras, ellos me hacen mentir, los rostros se desfiguran, yo también. Miro mis manos arrugadas, soy como aquel pájaro, intento volar, hablo en voz alta, grito, digo la verdad.

Me atrapa la vida…. mi nombre se confunde con tanta claridad. Ay, no sé cómo es: Rhoda – hada – nada.

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