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El Estado ecuatoriano, a través del Gobierno central, entrega cada dos años el Premio Eugenio Espejo, y el galardón a la trayectoria de quienes han entregado su aporte al desarrollo cultural y científico del país se puede convertir en un justo reconocimiento o en una lisonja política del momento. Este año el premio recayó en personas vinculadas al ámbito del patrimonio cultural, poesía, antropología, arqueología y crónica y refleja el esfuerzo y dedicación de los ganadores, Estelina Quinatoa, en categoría Actividades Artísticas y Culturales; Jorge Martillo en categoría Actividades Literarias y Eduardo Kingman en categoría Actividades Científicas. Huelga decir que los tres galardones responden a un merecido reconocimiento.
Los ganadores
Estelina Quintana (Riobamba 1953), se inició en el mundo cultural como guía de museos en el Museo del Banco Central, allá por los años sesenta bajo la dirección de Hernán Crespo Toral, luego se convirtió en curadora de la Reserva Arqueológica llegando a ser directora de ese espacio. Se especializó en la investigación de piezas de la reserva y el producto de sus indagaciones fueron difundidas en guiones museográficos de diversas exposiciones temporales, entre otras, de instrumentos musicales precolombinos y máscaras ancestrales.
Quintana tiene un titulo de antropóloga por la universidad Politécnica Salesiana y una Maestría por la Universidad SEK. Se incorporó como miembro de la Academia Nacional de Historia.
Jorge Martillo (Guayaquil, 1967), reconocido por sus trabajos literarios en poesía y crónicas, este cronista ha escrito, además, diversos artículos de prensa y revistas que describen el mundo nocturno de su ciudad natal, Guayaquil, desde la mirada del bohemio. Martillo se ha hecho acreedor a otros reconocimientos como el premio Aurelio Espinoza Pólit, en 1991, y un tercer lugar en el certamen Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño en 1996. Habituado a transitar en sus escritos el recorrido existente entre la ficción y la no ficción, Martillo siempre ejerce una mirada desde los extramuros.
Eduardo Kingman Garcés (Quito, 1949), antropólogo e historiador se descubre poeta con el poemario La belleza del mundo, a partir de entonces el ambiente cultural lo acoge como el vate que es. Pero su vena artística lo lleva al mundo del dibujo, como confirman las ilustraciones de ese libro. Lector empedernido desde su tierna infancia, Kingman, llega a ser un académico de renombre como doctor en Antropología Urbana por la Universitat Rovira i Virgili, de España, y profesor emérito del Departamento de Antropología, Historia y Humanidades de la FLACSO Ecuador. Su preocupación cultural lo lleva a dedicarse a difundir las migraciones indígenas, los oficios tradicionales en el mundo comunitario y la cultura popular, para visibilizar en su origen estas manifestaciones del alma nacional.