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En aquel tiempo habrá dicho Isadora a una legión de discípulos imaginarios: bailad, expresaos con el idioma del cuerpo, id por el mundo, muliplicaos, y henchid la tierra de danzantes…
El suyo habrá sido el imperativo de un alumbramiento que comenzaba en los contornos de su personal y exquisita humanidad, como un destello de luz en movimiento sobre el escenario. En sus propias palabras, Duncan ”pretendía que mente y espíritu fuesen los motores del cuerpo y lo elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz”.
En revolucionaria teoría, concebía que todo movimiento expresivo arranca del alma. En la práctica su cuerpo hablaba el idioma del espíritu como un vislumbre de naturaleza, belleza y forma, ritmo, indumentaria y música, movido por la simple felicidad de existir. Su baile era un soplo de aire puro, mímesis del movimiento de los cuerpos celestes, admiración estética por la belleza del cuerpo humano influido por las efigies griegas. Con estos principios se daba inicio al fin último de la danza moderna.
Un sueño en movimiento
En la región latinoamericana y, en particular en Ecuador, se acunaba entonces un sueño: conformar un pensum que diera origen al aprendizaje de la danza en la Educación Superior. Con el mismo dinamismo que mostraban sobre el escenario, se pusieron en movimiento un puñado de pioneros y soñadoras amantes de la danza, vocacionales maestros y maestras llamados a encender la primera flama de la profesión universitaria de la danza en el país.
Corría el año 2019, y luego de un intenso bregar, el sueño comenzaba hacerse realidad, se abría el primer proceso de admisión a la etapa de liberación de la licenciatura en danza. Se ponía en marcha la carrera de danza en la Universidad Central del Ecuador y se daba así cumplimento al derecho de los jóvenes del país a tener una formación de tercer nivel en danza obtenida en una universidad pública, “acorde a los desafíos que la educación contemporánea que un artista bailarín requiere hoy en día”.
En junio del 2029, se presentan a las pruebas de admisión 51 postulantes provenientes de la capital y provincias con diversas expectativas. De ellos, 40 inician el proceso de liberación en octubre de ese año. En marzo del 2020 la carrera de danza se disponía a iniciar su primer semestre con 35 estudiantes matriculados. Luego la pandemia obligó a un cambio de paradigma en la educación y las relaciones interpersonales, no obstante, se mantuvo la disciplina del entrenamiento corporal con un aprendizaje centrado en el enfoque somático del cuerpo y el movimiento, que supone la percepción interna más que de la forma o de la mirada externa. El pensum incluye, entre otras disciplinas, Anatomía, Técnicas de Danza Contemporánea, Genealogía de la Danza, Técnicas Somáticas, Expresión Corporal, Composición Coreográfica, Improvización, Maquillaje y Apreciación Musical.
Hoy una generación de estudiantes concluye esta malla curricular y se gradúa de danzante. Es la primera cohorte de bailarines que pusieron fe en la danza y en la carrera superando todos los obstáculos pandémicos, presupuestarios y administrativos que debió enfrentar la Facultad de Artes de la Universidad Central. Ana María Paliz, se mantuvo al frente del diseño, coordinación del proyecyo y posterior dirección de la carrera de danza, a la cabeza de un grupo humano quijotesco.
Y llegó el anhelado 16 de agosto del 2024, día en que once danzantes que se gradúan presentaron en el Teatro de la Facultad de Artes, su opera prima: Free, treinta segundos de silencio, bajo la dirección de Javier Delgado. Una alegoría por la paz, contra el genocidio en Palestina y en todos aquellos lugares del mundo donde la guerra es la negación de la vida.
Cada danzante vino a compartir la energía con la sinergia de su cuerpo como una sublime emoción espiritual, como liturgia en la que cuerpo y alma en conjunción proyectan el mensaje pacifista en el lenguaje del arte.
Muchachas y muchachos y una pequeña niña, nos transmitían, a través del movimiento, su pasión por la vida y el amor a la paz, simulando ser aquella paloma que la simboliza, para conducirnos a través de los vientos de una armonía sin igual. Bellas y hermosos, dejaron hablar su cuerpo desde el alma, con derroche de un poder de seducción singular y colectivo sobre las tablas. Apasionados, sutiles, enérgicos dibujaron sobre el escenario una coreografía de culto a la paz en maravillosa sincronía y arte de la composición que otorga esa sensación de poner cada parte de un todo, en relación con el tema de la liberación en Palestina.
Un hito cultural
La primera generación de estudiantes de la carrera de danza de la Universidad Central, “es un hito dentro de la educación pública universitaria,- señaló Alejandra Núñez, académica que se incorpora al cuerpo docente- porque parecía antes un sueño y después de un camino bregado por entidades universitarias y por la gente de la danza en el Ecuador, se cristaliza en una carrera que lleva cuatro años de existencia dando su primera cohorte de egresados”.
Un acontecimiento que celebramos por la Universidad Central, por el país y por los amantes de la danza que nos otorgan, en cada movimiento de su cuerpo, una belleza nueva cada día.