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Sofía Seguro es una fotógrafa que trabaja para romper el vínculo obligado que la fotografía tiene con la nostalgia, porque la nostalgia no es amiga de las personas nómades y mirar una foto siempre pensando en un pasado mejor, puede frenar el movimiento de una exploradora en potencia.
A sus 32 años recorre el mundo con su cámara y cuando la escena representa una experiencia integral, allí dispara. En contraposición con una foto de estudio, que es pensada y lograda desde el ojo del fotógrafo más agudo, en el viaje ella retrata de forma anecdótica, sabiendo que hay mucho más de ese recorrido que lo que la cámara capta.
“La experiencia in situ de estar en un lugar, son también los olores, el contacto con la gente, el contexto, el clima”, dice.
Es en ese vínculo con el espacio y las personas que lo habitan le interesa dejar la huella perpetuada de una imagen, que incluye lo más genuino y esencial de un recorrido personal.
El viaje y el recorrido siempre fueron sus objetivos, nunca el estancamiento. Desde su nacimiento la acompañó el movimiento del viento zonda, cálido y seco que llega a Mendoza, su ciudad natal. Allí compartió con sus padres y sola caminatas a la montaña que la enfrentaron con la inmensidad de la naturaleza y los límites físicos de toda humana que indaga, reflexiona y se hace preguntas.
Además del viento, hubo otras causas de movimiento: su padre, de Entre Ríos y su madre, chaqueña. Estar en el auto atravesando rutas de ripio y asfalto y ver cómo transicionaba el paisaje a medida que aumentaba el kilometraje, fueron parte de su crianza y un ojo permeable a la belleza de una ruta de diverso paisaje.
A los 21 años decidió abandonar el viento zonda y la carrera de arquitectura -de la que se escapaba en el último tramo para sacar fotos analógicas con una cámara de sus padres en el Parque San Martín- y se acercó a las luces incandescentes de Buenos Aires, una ciudad velada que con el tiempo aprendería a adaptar la mirada y capturar su sombra.
-La pase tan bien la primera vez que me escapé para sacar fotos que lo empecé a hacer seguido, me di cuenta de cosas intuitivamente, el día de hoy sigo haciendo la primera aproximación a una foto de esta manera.
En Buenos Aires empezó sus estudios en la Escuela de Fotografía Creativa Andy Goldstein, allí se abrió un campo donde la percepción y la intuición que la acompañaban desde los viajes de la infancia con su familia, se nutrieron de herramientas técnicas de la mano de docentes y compañeros.
Se rodeó de personas que la invitaron a trabajar en estudio, entonces sacó fotos de marcas, productos, eventos y lo que deseara el cliente del momento. Una actitud nómade también de su cámara que pudo adaptarse a los shootings diversos que se le demandaban. No le entusiasmaba tanto, pero le permitieron ahorrar y acercarse a su objetivo de compromiso con el movimiento: viajar.
Estuvo en la Patagonia, acampó sola en Chaltén, en Santa Cruz, y más montañas de otras dimensiones y características que la que rodeaban en su crianza, pero donde igual se sentía segura y pudo afianzar aún más su vínculo con la cámara.
Gracias al material de ese viaje pudo hacer un movimiento mayor, en 2018 viajó al exterior, una residencia de arte en Irlanda que luego fueron tres meses recorriendo Europa y la llevaron a imaginar la posibilidad real de sumarse a la aventura de una vida nómada. Por una foto de la residencia, ganó un premio: “Siento mucho orgullo y me sorprende como una foto puede trascender en el tiempo y el espacio”.
Volvió a Argentina y luego se fue a Dinamarca, actualmente está en Tailandia, siempre acompañada de la cámara. Si bien se dedica a la fotografía, no todos los lugares la reciben con la misma empatía: ser de otro continente, hablar un idioma diferente y querer dedicarse al arte, es una combinación que a veces la lleva a tener que abandonar sus deseos reales y aceptar trabajos no tan ideales.
Pero esto no la hace cambiar el plan, el camino de Sofía está marcado por el movimiento. Sabe que su forma de vida nómada acompañada por la cámara, estimula su crecimiento: “Si no tuviera la parte de estar creando algo, perdería sentido el recorrido”.
El trabajo que hace está absolutamente conectado con su vida personal y es una herramienta para vivir en estado de presencia con lo que la rodea. Es abierta al cambio a la hora de hacer fotos, porque su vida se trata de adaptarse al movimiento.
Llevar una existencia nómada puede ser un camino sinuoso, como el que lleva a la cima de una montaña, si bien puede ser un poco dificultoso, el esfuerzo de la subida es recompensado con el avistaje de un paisaje hermoso y desde allí, de paso, Sofía saca la foto.
Información de Revista Colibrí