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No creo que lo que usted dice sea muy aventurado. Únicamente ese «conjunto de las relaciones positivas y negativas que relaciona las obras entre sí» no es de una claridad siempre evidente, y puede mejorar cuando se explica. Y eso es después de todo, grosso modo, lo que trata de hacer la crítica, cuya perspectiva es la mayoría de las veces profundamente histórica y comparativa. Por lo que a mí respecta, el título que puse a uno de mis libros, Leyendo escribiendo (sin coma) indica que el paso de la lectura (forzosamente en parte crítica) a la escritura se hace sin angustia ni crispaciones, sin ningún sentimiento de alienación o de pérdida de autenticidad. Creo -y lo he escrito en alguna ocasión- que todo libro surge (en buena medida) a partir de otros libros. La necesidad quimérica, que afecta a «muchos creadores», de no deber nada a la literatura que les ha precedido, no me preocupa. El mundo y la biblioteca forman parte en la misma medida de los elementos a los que me refiero cuando escribo, y nunca me avergonzaré de ello. Ficciones y reflexiones sobre la lectura siempre, y desde el principio, se han mezclado más o menos estrechamente en todos mis libros. Pero eso solo es posible a condición de dejar a un lado la «ciencia de la literatura» y no leer más que en función de aquello que en los libros vive realmente. Yo solo me preocupo por mis preferencias. La literatura recompensa siempre aquel que mantiene con ella una calurosa relación.
[…] No me gusta usar la palabra creación en literatura, y todavía menos en la crítica. Solo hay creación cuando se parte de la nada, y la literatura, en el mejor de los casos, no es más que una recomposición, un ensamblaje, de sensaciones, de percepciones y de recuerdos. No me parece que el aspecto negativo domine en las obras críticas que he publicado, muy al contrario. Tal vez fue el escándalo que se formó en torno a La literatura como bluff lo que nos permite suponerlo; pero aquella obra trataba únicamente de la introducción de lo no-literario en la literatura. Yo hablaba, sobre todo, en cuestiones de crítica, de mis preferencias, de lo que me gustaba; estoy convencido por lo demás de la verdad que encierra la frase de Malraux que tanto me gusta citar: «La contra (en arte) no existe». Lo mediocre no tiene más justificación que el silencio, adonde lo arrastra una gravedad natural: basta con «dejarlo ir».
Julien Gracq
Parte de la entrevista con Jean-Carrière, 1986
Traducción: Manuel Arranz
Editorial: Shangrila
Foto: Julien Gracq, por © Jean Suquet