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Pensador marxista y fundador del Partido Socialista peruano en 1928, del autor de los Siete ensayos se editan ahora sus experiencias viajeras por Europa y otros destinos.
La vida puede ser breve pero intensa, y de huella indeleble. Es el caso de José Carlos Mariátegui, escritor, periodista, y pensador marxista peruano. En un corto periodo fraguó una profusa y esencial obra. Murió a los 35 años, en 1930.
En su país es conocido como El Amauta, maestro en quechua. Luego de recorrer Europa por tres años y medio, regresó con una decidida mirada política de izquierda. Fundó el Partido Socialista peruano en 1928 (que luego sería el Partido Comunista del Perú).
El filósofo y sociólogo marxista francés Michäel Löwy lo caracterizó como “el pensador marxista más vigoroso y original que América Latina haya conocido”, cuyo pensamiento plasmó especialmente en 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, o más habitualmente conocido como los Siete ensayos. Su pensamiento a veces se asocia con el de Antonio Gramsci; también con una revolución socialista bajo el signo del sindicalismo radical de Georges Sorel.
Pero también, en el ritmo fugaz de su existencia, el escritor y pensador del Perú fue viajero. Se auto caracterizaba como “un hombre orgánicamente nómada, curioso e inquieto”. Los fervores de sus travesías son recogidos en un libro de reciente aparición: Aventura y revolución mundial. Escritos alrededor del mundo, de la editorial Fondo de Cultura Económica, con selección y prólogo de Martín Bergel, quien, sobre la prosapia viajera del peruano suscribe: “La movilidad de las personas, la de las ideas, la de las cosas –como experiencia y asunto de reflexión–, es crucial en Mariátegui”.
El libro se divide en cinco partes. Primero “Deseo de fuga (1921-1919)». Aquí se agrupan textos publicados en distintos periódicos que acogieron los aportes juveniles del escritor. Entonces firmaba como Juan Croniqueur. En esa etapa inicial, no ocultó su admiración por la trashumancia gitana. Como lo manifiesta en “El destino, las gitanas y la clarividencia de la mujer”: “Yo siento una gran emoción en presencia de esta raza nómade y vagabunda que ignora el hogar ciudadano, que gusta de todos los climas; que va del trópico ardiente a la puna austral…”.
De Lima al mundo
Lima y sus personajes cotidianos tienen su lugar en sus textos juveniles, pero también el lamento por el incendio del Molin Rouge en París; o un suspiro de admiración casi romántica que le provocó un barco de guerra alemán, el Dresden, llamado “El buque fantasma” por su sagacidad para atacar y desaparecer.
Durante la primera guerra mundial, el buque teutón, como letal corsario, hundió a numerosos barcos mercantes entre olas y puertos del océano Pacífico. Perseguido por la armada británica, dejó una isla neutral que le prohibió el ingreso. Entonces, “sin reparar sus fatigas, debilitado y solo, dejó el momentáneo asilo, y puso decididamente su proa hacia el peligro”.
La segunda parte, “Pasaje al mundo (1919-1923)», recoge escritos de su itinerario europeo procedentes en buena media de sus “Cartas de Italia”. La tercera parte “Proyecciones cosmopolitas (1923-1930)”, incluye algunos ensayos breves de su madurez.
Desde una prosa didáctica asume su deber de transmitir una visión ancha del mundo, en la que cabe la relación entre Oriente y Occidente, el rol de las universidades populares, y también Roma y el paisaje italiano, o un análisis sobre el surrealismo y el famoso manifiesto de André Breton; testimonio de las vanguardias artísticas que Mariátegui valoró, y que explica también su amistad y admiración por la obra del artista argentino Petorruti, al que dedica un artículo que recusa a aquellos que “…suponen, arbitrariamente, que el arte de vanguardia, no es casi sino improvisación y arbitrariedad”.
En la cuarta parte, “Apología del aventurero (1923-1939)”, reúne a diversos personajes que motivan su interés, entre otros: Chaplin; Trotski; Isadora Duncan; Máximo Gorki, o Romain Rolland, cuyo “trabajo espiritual es heroico”; o Eugenio V. Debs, cuyo “nombre llena un capítulo entero del socialismo norteamericano, que contra lo que creen probablemente muchos, no ha carecido de figuras heroicas”.
Mariátegui deseaba también extender su percepción viajera hasta Buenos Aires. En 1926 fundó la revista Amauta con un tiraje entre los 3.500 a los 4.000 ejemplares por número. La revista fue clausurada. Entonces, Mariátegui fue detenido junto con sus colaboradores. Se lo acusó de urdir un supuesto “complot comunista”. Por eso aspiró a otro destino en la ciudad frente al Río de la Plata: “En Buenos Aires, reorganizaría la revista que tiene adquirida extensa circulación continental”.
Travesía interrumpida
El anhelo no se cumplió a causa de su inesperado fallecimiento, pero que se convirtió en una escritura de la expectativa y la preparación del viaje no realizado esparcida en un conjunto de cartas recogidas en la quinta y una última sección de la compilación, “Último deseo: Buenos Aires (1927-1930)”; sección en la que se incluye una carta a Alfredo Palacios, el primer legislador socialista de América; y numerosas epístolas a Samuel Glusberg, el editor fundador de la revista literaria Babel.
La avidez por el movimiento a Europa era casi una demanda de formación para los intelectuales latinoamericanos de la época. Pero el itinerario de Mariátegui en el Viejo Continente eludió la imposición del trayecto París-Madrid.
Llegó a Europa por el puerto de Le Havre, en la región de Normandía, en el norte de Francia. Luego de la perentoria visita parisina acudió raudo a la inagotable y ancestral Italia. El país mediterráneo lo hechizó por más de dos años. Al final de su periplo, se estableció por casi un año en Viena, Budapest, Praga, Berlín.
En Italia se enamoró de Anna Chiappe, la mujer que le dio tres hijos y que lo acompañó hasta su agonía en el ocaso prematuro de su vida. Los textos que sembró en publicaciones diversas componen una meditación transversal sobre la emoción del descubrimiento y el aprendizaje como parte del viajar.
Experiencia viajera que, en el peruano, no pude desentenderse de su pasión por el acto revolucionario de un “sujeto heroico y creador”. Subjetividad que, en la continuación del aguijón crítico de Marx, solo se encarna en la energía del cambio y protesta del proletariado.
El intelectual del andar hacia una praxis revolucionaria, anclada en su necesario pivote teórico, convivió con el viajero que ansiaba “emociones directas”. En su artículo “El paisaje italiano” reclama la inmersión en el paisaje natural y humano abierto a una “emoción original”, sin el tamiz de una imagen erudita previa que condicione lo que viajero descubrirá. El viaje así, para el escritor revolucionario del Perú, como experiencia que se abre a lo auténtico y lo nuevo.
Esteban Ierardo es filósofo, escritor y docente; su último libro es La sociedad de la excitación (Ediciones Continente), y creador del canal cultural Linceo en Youtube.
Aventura y revolución mundial
José Carlos Mariátegui
FCE
371 págs.
Tomado de: https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/mariategui-revolucion-travesia_0_8Azn8VmoFd.html