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El juicio sobre el libro electrónico aparece sesgado entre quienes hemos crecido y nos hemos formado, intelectualmente y sentimentalmente, con el libro códice de papel, hasta crear con él una verdadera dependencia emocional. Yo figuro entre quienes creen que durante mucho tiempo coexistirán el libro en papel y el libro electrónico —el códice y el rollo coexistieron durante cuatro siglos— y que, por supuesto, las enciclopedias, anuarios, prontuarios, catálogos, índices y libros de consulta general tienen su destino natural en el ciberespacio. Pero pienso que el libro en papel, el que aprendimos a amar desde nuestra infancia, ofrece todavía algunos atractivos o ventajas que merecen ser reseñadas y cabalmente valoradas:
1.
El libro electrónico se opone al fetichismo del libro como objeto sensual, es decir, como objeto táctil, visual y oloroso a la vez. Y ese fetichismo ha sido tradicionalmente un componente hedonista del placer intelectual de la lectura.
2.
El libro electrónico se opone, en su condición de máquina estandarizada, al valor sentimental del libro recibido como regalo cariñoso, o dedicado con una firma por el autor o por el amigo que lo regala, o de una edición limitada para amateurs cómplices.
3.
El libro electrónico se opone al libro entendido como objeto de diseño gráfico.
¿Cuántas veces hemos comprado un libro por el atractivo de su portada? Aquí reaparece el fetichismo del objeto diferenciado, en contraste con el soporte uniforme. Es cierto que las vistosas fundas de los discos de vinilo no frenaron a los menos atractivos CD, pero el culto sentimental a la discografía de vinilo todavía se resiste a morir.
4.
El libro en papel nos permite ojear y hojear el texto con más comodidad e inmediatez que las que nos consiente el libro electrónico.
5.
En el libro códice podemos ponderar de un vistazo lo que llevamos leído y lo que nos falta por leer.
Es cierto que esta información numérica se halla también en la parte inferior o superior de la página electrónica, pero su ponderación es menos sensorial e inmediata.
6.
La luz incidente permite leer una página de papel, pero una luz incidente intensa puede convertirse en un inconveniente para leer una página electrónica.
7.
Si un libro tradicional recibe un golpe o cae al suelo no se rompe. No ocurre lo mismo con el ebook.
8.
En su condición de instrumento electrónico inalámbrico, el e-book no puede utilizarse en los aviones en vuelo, lo que resulta especialmente gravoso en los viajes largos.
9.
El e-book no puede leerse en la bañera y es peligroso hacerlo junto a una piscina.
10.
La movilidad de la lectura electrónica depende de una batería que cuando estamos enfrascados en un episodio apasionante bajo la sombra de un árbol puede exigirnos con su impertinente pitido que apaguemos inmediatamente el e-book, so pena de quedarnos sin texto. Esto no ocurre con el libro de papel.
El arcaico libro códice multisecular y el novísimo libro electrónico han entrado en legítima
competencia en nuestro denso ecosistema alfanumérico, que está regido por la ley de usos y gratificaciones de los medios, una ley que nos explica perfectamente por qué la televisión no ha aniquilado la vigencia social de la radio, pero en cambio por qué el cine sonoro provocó la extinción del cine mudo. En la distribución racional de tales usos y ratificaciones
se dirimirán los territorios de vigencia propios de los que ahora percibimos a veces como dos rivales y que probablemente no sean más que dos medios complementarios en nuestro abigarrado paisaje intelectual.
Román Gubern
(Fragmento del libro Metamorfosis de la lectura).