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El jazz, cuyo Día Internacional se celebra este domingo 30 de abril, tiene un arduo trabajo para limpiar el espeso camino que lo separa del lugar privilegiado que aspiraría a ocupar en el gusto musical de los ecuatorianos. En contraste con la acogida que recibe en otros lugares del mundo, cien años después de haber llegado a Ecuador “todavía no despega”, según Paulino Camacho, organizador de Jazz y Poesía, que desde hace diez años se pone en escena el último viernes de cada mes, en la sala de cine de FLACSO, en Quito.
“Es un género complicado; no es un género que se deje oír fácilmente”, sostiene, al explicar las razones por las que el jazz encuentra un limitado eco entre los ecuatorianos. De acuerdo con Camacho hay un factor cultural que juega en esta situación. Su razonamiento coincide con los resultados de una investigación científica de la Universidad de Massachussets que demostrarían que los gustos musicales podrían tener que ver más con la cultura que nos rodea, que con los mecanismos del cerebro.
Parte fundamental de la formación de esa cultura son los medios. “El periodismo nos falla, no escribe” sobre jazz, afirma Camacho. “En la radio, todo es inmediato, supersimple, electrónico”, comenta de su lado la cantante argentina de jazz, Daniela Amondaraín, radicada en Quito.
Otra parte fundamental de la formación de esa cultura es la estructura económica. Una tesis de la Universidad Tecnológica Israel de Quito, sostiene que “El jazz es un género que se encuentra alejado de los grandes medios de distribución” y del consumo masivo, y Fabiola Pazmiño Curadora, curadora de festivales de jazz afirmaba a un medio que la poca difusión del jazz en los ámbitos comerciales responde al hecho de que no es monetariamente rentable su reproducción en los medios electrónicos.
Juan Mullo, catedrático e investigador musical, abordaba el tema desde la estructura política. Él le dijo a diario El Telégrafo que hay órganos de poder que vigilan los procesos culturales y sostienen las riendas del desarrollo musical, pero a pesar de ello, la música, en su forma más orgánica, puede florecer entre los “grupos insubordinados”, que desde lo subterráneo fomentan nuevas culturas musicales. Sostenía que el jazz “no debe quedarse entre las élites”, sino democratizarse teniendo en cuenta que este género musical “pertenece a los espacios donde se profundiza la vida.”
De hecho, en contraste con el reducido arraigo en los medios y en la industria musical, los grupos de jazz han florecido en años recientes en algunos de los principales centros urbanos del país, al igual que los festivales, especialmente entre las nuevas generaciones. A al evento Jazz y Poesía, de la FLACSO, que se caracteriza por su regularidad mensual, se suman otros como el festival anual Ecuador Jazz, en Quito, que se aproxima a la veintena de ediciones, el festival anual de la Universidad Católica de Guayaquil y otros eventos menores, en ambas ciudades y en Cuenca.
De ese modo, debería esperarse que el jazz se sume con fuerza a la riqueza musical de los ecuatorianos, con la legitimidad que le otorga el ser una sociedad que también tiene una población negra con trayectoria de esclavitud y lucha por la libertad de los afros que poblaron Nueva Orleans, y le dieron a Estados Unidos, lo que los especialistas califican como su mayor aporte cultural al mundo, y cuya difusión por el orbe le llevaron a la UNESCO a encontrar una fecha para celebrar su día internacional, con el argumento de que ese género musical es símbolo de paz y libertad expresión.