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La Revolución Liberal de Ecuador fue un proceso de transformación política y económica que estalló el 5 de junio de 1895 en la ciudad de Guayaquil, con el desconocimiento del Gobierno Nacional por parte de las autoridades locales, provocando un enfrentamiento bélico entre liberales y conservadores. Aquel día triunfa el liberalismo en el puerto principal con la proclamación del manabita Eloy Alfaro Delgado como Jefe Supremo de la República. El general Alfaro llega a Guayaquil y es recibido como héroe, el pueblo reconocía al líder liberal por su carácter sencillo y afable, un soñador que había concebido un nuevo país.
El historiador Jorge Núñez consigna en la introducción del libro Eloy Alfaro, de la colección Pensamiento Fundamental, Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, 2010 “dos tendencias políticas venían enfrentándose desde 1845, cuando la revolución marcista planteó las primeras reformas sociales: manumisión de los esclavos y supresión del tributo de indios”. Esta acción provocaría la reacción terrateniente desatándose una guerra civil (1858-1860) que enfrentó a montoneras de campesinos insurrectos con el ejército regular del estado oligárquico. Alfaro liderando las huestes populares destacó como insurgente que condujo el gobierno de corte radical, sin embargo, no obstante su triunfo militar, los liberales reciben una derrota política a manos de una coalición de fuerzas conservadoras y liberales en el llamado “periodo progresista”.
A inicio de 1895 las protestas populares se habían incrementado y en febrero de ese año se llama a la huelga general. Alfaro que se encontraba en Managua lanza una proclama llamando a la lucha armada: “Solamente a balazos dejarán vuestros opresores el poder que tienen únicamente por la violencia. La libertad no se implora como un favor, se conquista como un atributo inmanente al bienestar de la comunidad”.
El ideario libertario de Alfaro respondía a sus grandes sueños. Como un estadista Alfaro tuvo grandes ideales, entre otros, implementar “el plan de ferrocarriles y carreteras” que era el medio de unir al país, romper el regionalismo y promover el desarrollo interno de la nación. Su segundo gran sueño fue “el desarrollo industrial del país con fábricas y trabajadores bien remunerados, para dar un salto hacia la modernidad”. El tercer gran sueño alfarista fue “una reforma social que rompiera el viejo sistema clerical terrateniente y creara una sociedad más abierta, equitativa y democrática”. También era notable el esfuerzo de Alfaro por romper las cadenas que ataban a la mujer al mundo de la vida doméstica, la ignorancia y el beaterio. Uniendo la acción a la palabra, Alfaro desarrolló la educación en el país, promovió la salud pública, generó condiciones para el desarrollo de la conectividad nacional, expropió bienes del clero y mantuvo la separación entre la Iglesia y el Estado. En el plano internacional, se mostró solidario con la lucha libertaria e independentista de otros pueblos de Latinoamérica y el Caribe. Estos sueños se estaban cristalizando en el segundo periodo de Eloy Alfaro en la presidencia del país y la oposición conservadora se alzó en armas y dio un golpe de Estado que llevó al líder liberal al exilio en Chile. A su regreso a Ecuador, luego de una estadía en Panamá, es detenido como símbolo del radicalismo, odiado por conservadores, clerecía y oligarquía criolla. Alfaro junto a otros detenidos es conducido a Quito y encarcelado en el Panóptico donde fueron asesinados por una turba que asaltó el lugar el 28 de enero de 1912. Sus restos fueron arrastrados hasta el parque El Ejido donde fueron incinerados en lo que Alfredo Pareja llamara “la hoguera bárbara”. El 5 de junio se conmemora el día del triunfo del liberalismo, en honor y gloria del viejo luchador, que legó al país sus sueños de libertad e igualdad entre sus connacionales.