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El libro Lenguaje y Orfandad, de Juan Carlos Arteaga, analiza en su primera parte “con su sensible inteligencia, diversas imágenes que le permiten tentar conceptos útiles en un orden en la órbita de lo semiótico”; y en la segunda, habla de la muerte de su madre, ubicando su discurso en el ámbito incontrolable de la intimidad”, según constata Andrés Cadena en revista Rocinante. En el fondo, es un libro “basado en los mandatos de la masculinidad del patriarcado, es decir, de búsqueda y ejercicio de poder”. En conversación con el autor despejamos las incógnitas que plantea el texto.
A propósito de tu libro Lenguaje y orfandad ¿Siempre se está en la orfandad al escribir, frente a la dictadura del papel blanco?
Una de las premisas que atraviesan todo el libro es la perspectiva de que todos somos huérfanos, de que tradicionalmente se ha entendido la orfandad como este ser que no tiene padre y que no sabe hacia dónde ir. La pregunta es acaso no todos estamos ahí mismo. Cuando utilizamos la metáfora de una página en blanco es justo eso, es un gran mar en donde estamos huérfanos y hacia dónde vamos nosotros transitando.
¿Estos mandatos de la masculinidad del patriarcado, es decir, de búsqueda y ejercicio de poder están presentes en este intento de renacer del fascismo en América Latina?
Podría ser, el poder patriarcal del gran dictador sigue estando presente y es parte de la historia de nuestros países, entonces la propuesta de una lectura en mi libro de ensayo es justamente desarmar esta visión del poder. Pensamos que con los movimientos de reivindicación se había podido desmontar en algo esta figura patriarcal, este poder, este fascismo. Tenemos grandes novelas de dictadores en América Latina, pero sigue estando presente solo se ha escondido, hay un resurgimiento del fascismo en América Latina en países que además están convencidos de ese ejercicio del poder y que eso es lo que necesitan.
A propósito de su yo ensayístico como lo llamas, has dicho que «La escritura siempre es autobiografía; y el ensayo es siempre ficción» ¿En qué circunstancias lo son?, Explícanos esta afirmación.
Tradicionalmente el ensayo ha sido como la palabra que habla sobre otro texto y que está planteando una serie de ideas de postulados y verdades entre comillas. El momento que yo tomo una postura como ensayista, lo que estoy haciendo es crear una voz propia, el momento que yo escojo mis materiales y la forma cómo construyo mi texto estoy asumiendo una voz que tal vez en la historia del ensayo ha sido dejada de lado. En el caso de la poesía siempre está este yo ahí presente. La propuesta es que en el ensayo siempre pensemos que existe un yo que está pensando y mirando y que desde ahí está construyendo el mundo, y en la afirmación que el ensayo es siempre ficción se refiere a esta postura, siempre miramos desde alguna perspectiva que a nosotros nos interesa, entonces el lector también tiene esa posibilidad de ir mirando y observando quién es esta voz que le habla.
¿Reconoces en la vulnerabilidad, en las incertidumbres y las afectaciones de quien escribe, tu propia condición de escritor?
Total. Partimos desde una perspectiva en que el ensayo ha sido, como forma, la gran verdad absoluta, el saber en el mundo, la escritura que pone la razón. En el momento en que vamos descubriéndonos es totalmente lo contrario. Fragmentaciones, vulnerabilidades, simplemente hay dudas, la escritura del ensayo no plantea tantas respuestas como posibles preguntas todo el tiempo plantea nuevas cuestiones que en muchos casos quedan sin resolverse, entonces es justo lo que tú planteas, es justamente mirar y ver ahí esa vulnerabilidad, ver que de esa verdad queda nada, simplemente somos seres limitados, seres fragmentados, pero nos podemos abrir a esas posibilidades infinitas del lenguaje. Ahí entra la escritura y el ejercicio de escribir, porque lo hacemos.