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LIGERA, soprano ligera. Carmen María Peláez parada en el escenario para cantar su noche de gran triunfo. El empresario de bigotes de aceite y zapatos charolados lo ha garantizado: Caramba, Carmen, gran gala de Beras. Carmen María, corusante y joven, cegada por las luces del proscenio, canta. ¡Ah, canta, canta, Carmen, canta! y Carmen muge y trina y se desgarra. Y con el último acorde estalla la cálida salva de aplausos.
Carmen María se inclina, saluda envuelta en la ola cálida, se alza. Las luces disminuyen, cede el espeso muro de sombra. La boca enorme del vasto teatro vacío y el empresario, muerto de risa, que da vueltas a la monstruosa araña, al mon’stru080 aparatito de apIamos. Carmen María quiere escapar, pero se encuentra aprisionada en la reciedumbre de los huesos. Se mira y es una espantosa anciana.