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Mantengo la opinión de que cualquier libro sobre música moderna, con independencia del estilo de la misma, resulta más interesante que la mayoría de las novelas que se agolpan en las secciones de novedades de nuestras librerías. Me explico. Un libro que narre las andanzas de Charlie Parker, Otis Redding o la Tamla Motown, tiene todos los elementos para ser una novela redonda. Sexo, drogas y rock and roll son elementos omnipresentes como cualquiera podría esperar. Pero siempre hay mucho más que lo obvio. Este género literario, pues no es otra cosa ante lo que nos encontramos, describe el alma humana con toda su grandeza y miseria. Disfrutamos con el esfuerzo de los grupos por destacar dentro del panorama músical del momento ante la indiferencia y la incomprensión del público, la industria y los medios. Contemplamos el triunfo deseado gracias a una confianza y tesón más allá del desaliento, junto con el inevitable golpe de suerte de la mano de un productor con necesidad de dar un giro a su carrera, de una canción que escala las listas sin apenas promoción... También asistimos a la inevitable caída, tanto en la estimación del público, como de la calidad creativa, las drogas o desavenencias personales entre los miembros del grupo, los efectos destructivos de la fama, o los esfuerzos por salir a flote entre la locura colectiva. Espiamos el proceso de creación que ha hecho nacer obras tan imprescindibles para la comprensión de nuestro tiempo como los primeros discos de Elvis Presley, el Pet Sounds de los Beach Boys o el nacimiento del BeBop... Por último, estos libros suelen estar escritos con un notable pulso narrativo, por periodistas musicales próximos al estilo del Nuevo Periodismo (hoy algo pasado de moda) donde en muchas ocasiones el autor es partícipe de lo que narra y en todas ellas (salvo excepciones como Goldman) apasionado del artista sobre el que escribe. En el libro de Greenfield se dan muchas de las características citadas. El autor se embarcó como cronista en la gira de los Rolling Stones por Estados Unidos en 1972, gira que marca un cambio radical en el modo de entender la música, los 60 quedaron atrás y la música es un gran negocio. La profesionalización es la clave frente a giras anteriores y todo se intenta tener controlado y previsto. Como es natural, la más famosa banda del mundo no podrá evitar saltarse el itinerario previsto con situaciones tan sorprendentes como la detención de parte del grupo por la policía tras una confusa agresión a un fotógrafo o la estancia en la mansión de Playboy. La música poco importa dado que escasamente hace su aparición en forma de comentario ocasional. Por contra, la descripción de los entresijos del grupo humano que rodea a los Rolling es impactante. La corte que forma el núcleo duro de la gira vela por los intereses de los Rolling, encargándose de "interpretar" sus deseos de manera que un comentario trivial de Mick Jagger sobre las vistas desde su habitación llevan al cambio de hotel ante la indiferencia del cantante. Dentro del equipo de la gira (que incluye diferentes facciones de intereses contrapuestos) el ascenso o la caída en desgracia se suceden con la misma rapidez que vemos pasar las ciudades y conciertos. La persecución de las grouppies se entremezcla con la represión policial en los convulsos primeros setenta, las nuevas drogas y las amenazas al grupo por parte de los Ángeles del Infierno buscando su revancha por la negativa de los Rolling a contar con ellos después de los incidentes de Altamont en la gira anterior. La sensación caótica viene acompañada por el estilo directo del autor que no ahorra detalles a la hora de acompañarnos en este particular descenso a los infiernos. Greenfield ni siquiera se recata a la hora de aclarar cuánto tiempo seguirán actuando y grabando discos los Rolling Stones: mientras sigan necesitando dinero para mantener el nivel de vida al que se han acostumbrado.