La mujer y el origen del mundo

Cuando Gustave Courbet pintó su obra «El origen del mundo», no sabía que desencadenaría polémicas feministas y antifeministas durante más de un siglo. Este cuadro representa lo íntimo femenino sin artificios ni ambigüedades, lejos de las imágenes estereotipadas de la madre modesta y tímida, lejos de los cuerpos sexuados y erotizados de las mujeres en las representaciones orientales taoístas o en los bajorrelieves de la Ciudadela de las Mujeres de Angkor.

La representación de la mujer en el arte siempre ha cambiado con el tiempo y las culturas, dirigida por las mentalidades en el poder, condicionando así la forma en que la sociedad se comporta con ellas. La mujer es, pues, Eva y Lilith, ángel y demonio. Frágil, inocente y «portadora de vicios para menospreciar al hombre». 

Musa inspiradora y femme fatale destructiva. Madre y perpetuadora de la raza humana y botín de guerra de los conquistadores. Para los hombres, es la Roxana de Rostand y Helena de Troya, Shiva y Afrodita, Juana de Arco y las mujeres del harén, pecado y lujuria para algunos, apoyo y motivación para la mayoría de los hombres. 

Víctimas de leyes que las convierten en «deudoras» de derechos básicos o guerreras en luchas por la independencia en pie de igualdad con los hombres. 

Amazonas y símbolos sexuales, productos de consumo y pioneros en todos los campos: científico, cultural…Desde Indira Ghandi o Golda Meir, pasando por Marie Curie o Camille Claudel, las mujeres siempre han hecho mucho más de lo que los hombres ven en ellas y de lo que acabamos de resumir. Están presentes tanto en la sociedad como en la cultura o el mundo científico; son seres humanos que deben superar la imagen superficial y represiva que los hombres han construido de ellas.  

Deben luchar para romper esos estereotipos y prejuicios, esos clichés y reducciones machistas. 

El cine, como todo arte, también ha contribuido a la difusión de estos clichés, condicionando las mentalidades, a través de su enorme poder mediático. Desde la frágil princesa a la que hay que salvar, un poco bobalicona, hasta las esclavas víctimas de los villanos, la imagen de la mujer dependiente y frágil, sin inteligencia y sólo un «cuerpo-objeto», ha estado en las pantallas durante generaciones, confirmando al «Hombre» en el papel de valiente, valeroso y sabio salvador.

Selena Quintanilla

El cine latinoamericano no ha seguido esta versión de la mujer, totalmente «hollywoodense» y desvalorizada, por su característica de un cine con preponderancia sociológica, más que obsesionado por la «taquilla», por la paridad entre directores y directoras. 

Por el papel activo de la mujer en los contextos políticos de los diferentes países latinoamericanos, especialmente durante los años 70 y 90, o simplemente porque, a pesar del machismo que aún existe en nuestro continente, unos hombres han tenido la lucidez de entender las palabras que nos cantaba James Brown«Es un mundo dominado por los hombres, pero ellos no son nada sin las mujeres». Digámoslo y sobre todo… ¡reconozcámoslo!

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