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Por Leonardo Parrini
Fue una tarde de evocaciones. Marcelo Recalde principal de una de las librerías emblemáticas de Quito, Conde Mosca, inició el viaje retrospectivo a los años 90 cuando fue estudiante de Comunicación e hizo amigos que vencieron al tiempo con su amistad. Edwin Alcaraz fue uno de aquellos con quien Marcelo recorría las calles de Quito y se adentraba en los recovecos de “una ciudad odiada y amada a la vez”. Alcaraz, es autor de la reciente novela Mal de espejos. “Por aquel entones todavía fumábamos, hablábamos del futuro, hablábamos de aquel sueño, aquella lontananza, aquella ilusión inocente pero también salvaje: la literatura, que se nos aparecía como una lejana ciudad excitante…, como una posibilidad, una tramposa y fantochera venganza contra el destino”.
Conde Mosca, una librería que en sus siete años de existencia también es, de algún modo, un mal de espejos donde se refleja la mirada de grandes autores con sus obras que son el “descrédito de la realidad”, exquisitamente elegidas y dispuestas para un público selecto en las estanterías de una librería bien instalada en la calle Roca, a una cuadra bajando desde la PUCE, lugar acogedor donde Conde Mosca invita a visitar su condado literario.