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Nada hay tan grato sobre la tierra, como una voluntad sublime y fuerte.
Nietzsche.
Inicio citando esta frase de Nietzsche porque después de haber hurgado en la vida de Don Juan Montalvo, sin duda, su paso por la tierra todavía nos deja sentir un grato olor, una grata presencia, una voluntad que supo levantarse inquebrantable a pesar de fuertes infortunios y dejar su presencia perdurable que vive entre sus libros. Las ideas no mueren y estas proyectadas hacia la justicia pervivirán siempre. Siempre hay, siempre habrá quien las necesite, quien las recuerde, quien las busque, quien las viva.
“¡España! ¡España! Lo que hay de puro en nuestra sangre, de noble en nuestro corazón, de claro en nuestro entendimiento, de ti lo tenemos, a ti lo debemos. El pensar a lo grande, el sentir a lo animoso, el obrar a lo justo, en nosotros, son de España; y si hay en la sangre de nuestras venas algunas gotas purpurinas, son de España”… lo dijo en sus Siete Tratados.
Y una tarde de primavera, Montalvo vuelve a España, una tarde de domingo, el calendario de un día que marca 5 de junio de 1883, día memorable, esperado, único día, llega a la Madre Patria el ecuatoriano por quien cien años después Ernesto Sábato ha dicho que no pueden llamarse republicas subdesarrolladas a las que son capaces de producir figuras tan extraordinarias como la de Juan Montalvo.
Ese 5 de junio, a su paso están las explanadas floridas, frutecidas, las formas de los pétalos burlando al tiempo del invierno y los trinos saliendo de las ramas habitan el silencio. La tarde de un domingo especial, caminan las calles madrileñas Montalvo y Castelar con regocijo contemplativo, aquel regocijo que solamente las almas con una extremada aprehensión sensible, pueden hacerlo: se nutren del paisaje, de los monumentos, de los museos, de la historia que enerva su conversación habida de vida, conversación anhelada, brotada desde dos interioridades trascendidas: Montalvo y Castelar, un encuentro que aún no se ha borrado y que ha marcado el siglo.
Castelar, ese Presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República Española, a quien Montalvo mismo lo había situado en el “Regenerador” superior a Demóstenes y Cicerón, había esperado afanosamente la llegada de Montalvo, de quien se ha hablado ya en la prensa parisina. El hispanista francés hizo un extenso comentario sobre el genio de Montalvo en “Lemoniteur des Consulates”: un periódico diplomático, literario, financiero, industrial y comercial, financiado con el patrocinio de ministros, cónsules y generales, en la versión correspondiente a abril y mayo de 1883 bajo el título de: “Le mouvement litteraire dansl´Amerique espagnole” “Movimiento literario desde América española”, en el que Maulemans califica a Montalvo como un “Maestro del bello idioma castellano”, como “uno de los escritores más notables de América del Sur”, dando su juicio a sus obras como: “grandiosas, magistrales, austeras y morales”, enfatizando además que no es posible dar una idea exacta de lo que son los “Tratados”, como sucede con los ensayos de Miguel de Montaigne.
A la llegada de Montalvo a España recibe el saludo de los diarios: “El Globo”, el “Progreso” y la “Correspondencia” que en sus páginas principales escriben:
“Hemos tenido el gusto de saludar al afamado escritor americano Don Juan Montalvo, hablista consumado, filósofo profundo, original y elocuente. Nos complacemos en la visita que hace a la madre Patria, en donde su justa celebridad las tiene conquistadas. El señor Montalvo es uno de los hombres más importantes del Ecuador…”
Los “Siete Tratados” tuvieron para Montalvo un efecto “consagratorio”, sin duda fueron una de las creaciones fundamentales de las letras del siglo XIX en el idioma español, “Montalvo fue una figura representativa como pocas en el horizonte hispanoamericano, convirtiéndose en uno de los escritores del nuevo mundo que se adelantó a señalar el camino de la celebridad en Europa, llegando a experimentar un éxito plenario y trascendente”, como lo afirma uno de sus mejores biógrafos: Galo René Pérez.
La Academia Franco-Hispano-Portuguesa, es la primera en otorgarle el puesto que se merece al nombrarlo el 22 de mayo de 1883 su miembro correspondiente, desde Tolosa, Clemente Sápiere le escribe: “Tiempo ha, que la Sociedad Académica se ve rodeada de los hombres más eminentes, en la Literatura, las Ciencias y las Artes, a este título Señor, nada más natural que ella registre vuestro nombre en sus anales, cosa que le causa justo orgullo”.
Don Emilio Castelar, Don Juan Valera, Don Gaspar Núñez de Arce lo propusieron como miembro correspondiente de la Real Academia Española, presidida entonces por el noble Conde de Chespe, traductor a la lengua española del Dante, del Ariosto y de Camoeus, el secretario de la Academia era Don Tamayo y Baus y el bibliotecario Don Aureliano Fernández Guerra y Orbe. Montalvo polemista, liberal y libre pensador no fue pues juzgado según sus méritos literarios, sino más bien por sus opiniones políticas y religiosas, y a pesar de la autoridad de sus ilustres padrinos, la Academia por mayoría rehusó su admisión. La oposición conservadora acuso a Montalvo de clerofobia, lo que no permite que sea considerado miembro de la Real Academia Española, pero sin duda su mejor legado es que su lucha contra el fanatismo ilustra a los espíritus más libres.
Este rechazo causó escándalo entre los círculos literarios: se deploró al ver que la Academia no agregó a la lista de sus correspondientes a uno de los más notables escritores hispanoamericanos.
“Los que como vos conocen América y la aman obligados están a darla a conocer cada día más, y más… os doy las gracias por vuestra obra, y os suplico la oportunidad de manifestarme adicto al hombre ilustre que honra a su patria y al género humano”, le escribe desde Milán, Cesar Cantú.
“Después de las mencionadas alabanzas que de vuestra obra han hecho, tantos varones eminentes, no me atrevo a exponeros mi admiración la cual es grande y por la verdad y la rareza de las ideas, ya por la belleza y la forma, ya por la elevación del intelecto, orgulloso estoy verdaderamente y feliz de que mi nombre haya llegado a vuestra noticia”, le dice Edmundo D´Amiceis, desde Pinavelo, Piamonte.
“Lo que Usted escribe, aumenta a mi ver la gloria de España y de las letras”, enuncia desde Lisboa Juan de Valera, y Miguel de Unamuno: “La Naturaleza no ha criado esclavos: El Nuevo Mundo será algún día dueño y señor del viejo… La América española, la que habla la lengua de Don Quijote, conquiste espiritualmente a la vieja España… España tendrá que reconquistarse desde América, y en ese día el nombre de Don Juan Montalvo, el nombre del desterrado que sueña, será una enseña para una empresa”…
Manuel de Peralta, el Marqués Diplomático Sudamericano en París, homologa a Montalvo con Montaigne, Addison y Emerson.
Miguel Antonio Caro, le dice: … “hallo en usted un estilo natural y vigoroso, elevación de miras, grandioso de pensamiento, riqueza de recuerdos”… Antonio de Trueba le felicita desde Bilbao, lo propio Menéndez y Pelayo desde Madrid, Rufino Cuervo, desde Bogotá, José Carlos Manu de Cali, Nicolás Pinzón de Chile, Juan Andrés Topete, José Rivas Groot, desde Bogotá, dice; “…Víctor Hugo y Juan Montalvo, están ahí unidos en el ejemplo y a fe que no es ese, el solo punto de semejanza entre dos ilustres escritores que a la par fueron dos infortunados proscritos… ha de saber que en esta Colombia no se le tiene a Ud. Como a extranjero, que antes bien (tal vez por compensar la ingratitud de otra tierra y otros hombres) hijo le llama nuestra patria y hermano, queridísimo hermano, le apellidamos todos”
María del Pilar Sinués: “Mencionaré sus obras en varias revistas y periódicos de España”, le comenta. Gaspar Núñez de Arce: “Bien quisiera felicitar a Ud. calurosamente por el fondo y la forma de la mayor parte de sus artículos”.
Eduardo Calcaño, le escribe: “Señor Montalvo de antiguo lo admiro como patriota, filosofo, liberal y acaso el mejor prosador castellano de la época, castellano por la lengua, pero reivindico su carácter de americano como gloria de nuestro Continente”.
Emilia Pardo Bazán: Desde la Granja de Meirás, en julio 25, día de Santiago, le dice: “Señor y amigo, ya he saboreado la Mercurial. Es poco cuanto pueda decir a Ud. en elogio del estilo, parece unas veces esculpido en bronce, otras en terso alabastro y otras moldeado en la viva carne”. Emilia resume magistralmente la personalidad de Montalvo llamándolo: “Alma religiosa y pensamiento heterodoxo”, una frase tan rica en exactitud interpretativa. “Los “Siete Tratados” acrece mi curiosidad de leerlos, … para que hoy en día prohíba un libro el Papa con Encíclica Especial, se requiere que se distinga por algún concepto, de la muchedumbre de impiedades vulgares… no es dado a todos atraer la censura de Roma”, complementa.
“Su gloria se debe a su talento, a su saber, a su admirable lenguaje y perfecto estilo… continúe su incomparable trabajo para el deleite y enseñanza de los hombres de inteligencia y corazón”, le escribe Adriano Páez, desde América.
Jacinto Gutiérrez Coll, desde París, le dice: “Al traducir la obras de Ud. Italia enriquece el tesoro acumulado por sus ingenios y ofrece a Ud. nada menos que carta de naturaleza en su Republica Literaria”.
Teodoro Valenzuela, le dice: … “escritor florido que maneja también esa hermosa lengua francesa, mucho más propia que la nuestra para expresar la rapidez del pensamiento…”.
Ruth Cobo Caicedo – escritora