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Pero ¿Cómo fijar el momento exacto en que empieza una historia? Todo ha empezado siempre ya antes, la primera línea de la primera página de toda novela remite a algo que ha sucedido ya fuera del libro. O bien la verdadera historia es la que empieza diez o cien páginas más adelante y todo lo que precede es sólo un prólogo.
Exacto
No se asombre de verme siempre vagando con los ojos. En realidad éste es mi modo de leer, y sólo así la lectura me resulta fructífera. Si un libro me interesa realmente, no logro seguirlo más que unas cuantas líneas sin que mi mente, captando un pensamiento que el texto le propone, o un sentimiento, o un interrogante, o una imagen, se salga por la tangente y salte de pensamiento en pensamiento, de imagen en imagen, por un itinerario de razonamientos y fantasías que siento la necesidad de recorrer hasta el final, alejándome del libro hasta perderlo de vista.
El aspecto en el cual el abrazo y la lectura se asemejan más es que en su interior se abren tiempos y espacios distintos del tiempo y del espacio mensurables.
Todos los ojos de los indios están clavados en mí, ojos que como los de los niños miran un eterno presente sin perdón.
«Hay una lucha permanente entre lo que veo y el lenguaje con el que intento expresarlo. Se trata de agotar el objeto a través del lenguaje…El trabajo del poeta consiste en forzar la lengua, en hacerla decir algo que el lenguaje corriente no dice…lo que cuenta es la relación neurótica con el lenguaje…Se trata de una batalla con la lengua. Debo conocer perfectamente la extensión de las fuerzas del enemigo. Para escribir hay que saber aprehender el idioma de una ojeada…»
ITALO CALVINO
(«La Razón», 22 de diciembre de 1985)