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En la mayor parte de los cuentos de esta antología está presente un rasgo que suele distinguir al arte lituano, que es la vinculación muy fuerte con la naturaleza.
A menudo es a través de antologías como conocemos la literatura de las lenguas minoritarias o de los escritores raros. Raros pueden serlo por el estilo, por la sensibilidad, por los temas o precisamente por escribir en lenguas poco traducidas. La editorial Báltica acaba de publicar, con el título de Con una mariposa en los labios, una colección de cuentos lituanos seleccionados y traducidos por Carmen Caro Dugo, que enseña español en la Universidad de Vilna y que da la sensación de haber sabido adaptar el tono propio de cada uno de los escritores, aun cuando no sepamos leer el idioma original. La lectura es muy fluida y destacan los diálogos, los giros orales de los personajes. También, muchos de los cuentos acaban con imágenes casi fantásticas en remates a los que se ha conseguido dar un tono de poesía emboscada. En cuanto a la selección, son seis escritores nacidos entre 1936 y 1959. En la mayor parte de los cuentos está presente un rasgo que suele distinguir al arte lituano, que es la vinculación muy fuerte con la naturaleza, a la que se da un rango casi de personaje, una personalidad propia, a la manera de los románticos, con sorprendente minuciosidad no solo en las descripciones estáticas sino también en el examen de cómo nos relacionamos con el entorno, y cómo este nos determina. O nos realza y es incluso una parte de nosotros mismos. Más allá incluso de la vinculación, en algunos fragmentos de los cuentos se llega a dar una identificación del tipo de las que por un momento nos hace sentirnos parte del mundo, y no perdidos en él.
El libro incluye un prólogo de la crítica e investigadora del Instituto de Literatura y Folclore Lituanos Jūratė Sprindytė, que hace una presentación de los autores y del angustioso contexto del siglo XX: tras el corto período de independencia (entre 1918 y 1940) la ocupación de Lituania por parte de la Unión Soviética en 1944 desbarató, entre otras cosas, el funcionamiento de una sociedad eminentemente rural. Los problemas derivados de la solución soviética aparecen en muchos de estos cuentos, como tema central o como circunstancia de los personajes. Solo las escritoras Birute Jonuškaitė y Danutė Kalinauskaitė, ambas de 1959 y únicas de la antología que siguen vivas, nacieron ya cuando la república era soviética. El resto, Juozas Aputis (1936-2010), Romualdas Granauskas (1939-2014), Bronius Radzevičius (1940-1980) y Bitė Vilimaitė (1943-2014) eran niños muy pequeños cuando tuvo lugar la invasión. Quizá por eso el contraste entre el mundo arcádico de la infancia y los sinsabores de hacerse mayor está más subrayado en estos cuentos, puesto que aquí la brecha es doble. Ser pequeño es la Lituania aplastada y ser mayor es el tráfico de influencias. Precisamente el extracto elegido como texto de contracubierta, que pertenece al cuento de Aputis “En el horizonte corren jabalíes”, dice: “La infancia nos persigue en cada hora de tristeza y anhelo, corremos hacia ella como haría un manantial, pues allí siempre hallamos agua; solo en la infancia somos auténticos dioses y únicamente en la infancia podemos excavarnos los más profundos pozos para beber nosotros y dar de beber a otros”.
Es constante en los cuentos la presencia de animales, cuya potencia simbólica, en medio del desorden que representa la nueva burocracia, se exprime con fe. Cuando una mariposa parece representar el alma del padre recién muerto, ayuda a comprender también la disposición del interior de una casa. Llegamos a comprender la relación que se puede establecer con un caballo; cucos asustados descansan en abedules; es posible ver los fantasmas de jabalíes reptantes al echar un vistazo a una colina. Estas visiones son como mensajes de un mundo que quiere comunicarse con nosotros, y aunque el puente se haya roto aún alcanzamos a ver lo que pasa en la otra orilla. El trato más o menos natural con fantasmas de humanos o de animales conecta estos cuentos con la literatura folclórica; a veces son como versiones puestas al día de estructuras muy antiguas. El cuento “De felicidad”, de Birutė Jonuškaitė, es una conmovedora versión de la historia del santón un poco tonto que conoce un momento de dicha máxima que ninguno de sus vecinos puede imaginar, y que solo a nosotros, los lectores, nos es dado compartir. Tiene algo de cuento de Oscar Wilde báltico, ahora que lo pienso.
También es llamativa la cantidad de plantas y flores distintas que se nombran, cómo no es lo mismo un sauce que un abeto ni las altarreinas que los conejitos blancos (que son también flores). Y por supuesto es fundamental el papel del agua, de los ríos y arroyos y hasta de la lluvia. Pero siguiendo con los niños, muchos son protagonistas de estos cuentos. A veces tienen que ser prematuramente responsables. Cuando se hacen cargo de los ancianos, o cuando vemos a estos a través de los ojos de los niños, podemos advertir no solo el ciclo de las generaciones, sino la distancia que hay entre ambas maneras de vivir por imposición histórica, como en una manera lateral de expresar la nostalgia. Señalar los ciclos es otra de las maneras en que está presente la naturaleza. Son protagonistas dos niños en “Ríos tristes”, de Romualdas Granauskas. Al principio uno de ellos está muy solo. Se intuye el estado de terror a través de sus impresiones. Él, su padre y su madre son refugiados. Ha aprendido a leer antes que los demás niños y “en la escuela había varias decenas de libros y se los leyó todos durante esos dos años. Y todos los periódicos de la pared y toda letra impresa que se encontraba. Y cuando no tenía nada más que leer, le entraban ganas de esconderse en un rincón oscuro y llorar”. El otro niño ya intuye su destino: “somos burgueses. A nosotros nos deportarán”.
Por el tono y la ambientación, los cuentos que parecen distinguirse del total de la antología son los dos de Danutė Kalinaskaitė, que cierran el libro. Los personajes podrían ser hijos o nietos de los de los cuentos anteriores; sus problemas son ya otros, pero es difícil sacudirse el pasado y cambiar de sensibilidad. Uno de ellos transcurre en Túnez, adonde viajan una mujer para olvidar su reciente divorcio y su hijo adolescente. Quizá en la onírica escena que tiene lugar en una tienda de la medina se puede encontrar la similitud con los cuentos anteriores, en el punto de fuga como soñado que emerge de la realidad cuando esta se decide a expresar su hondura.
Tomado de Letras Libres