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Fue en el Ejercicio Escénico, La Huella de mayo del 69, que se recordó el asalto a la Casona universitaria en Guayaquil. La memoria insumisa de los miembros del Taller de Teatro de la Universidad de Guayaquil, que dirige Juan Coba C., rememoró los dramáticos momentos vividos por otra generación de estudiantes en huelga que ocupaban los predios universitarios aquel 29 de mayo de 1969. Eran los días del último velasquismo y el movimiento estudiantil del puerto principal se había movilizado en pie de lucha por la democratización de la educación superior. Estudiantes secundarios decidieron ocupar la casa de estudios universitarios, con apoyo de alumnos de la universidad estatal de Guayaquil, en demanda de mayores cupos de ingreso. La manifestación pacífica fue cercada por los paracaidistas que irrumpieron en el recinto académico y desalojaron a cientos de estudiantes con bombas lacrimógenas y disparos de armas letales, con un saldo de varios heridos y más de una docena de muertos.
A 54 años de la masacre, la actriz y directora de teatro, Ilonka Vargas, evoca los hechos de aquel fatídico 29 de mayo: “Una vez tomada la casona por los manifestantes, ellos buscaron apoyo en diversos sectores académicos y llegaron a la Escuela de Teatro que yo había formado en la CCE, núcleo del Guayas. Ese 29 de mayo se supo que habría el desalojo militar de los manifestantes que tomaron la universidad. Nosotros teníamos una función solidaria de teatro en la casona con dos actores argentinos invitados, Jorge Laguzzi y Nicolás Benuchi, cuando nos enteramos con mi esposo, el dramaturgo, Pedro Saad H., que vendrían los militares, decidimos suspender la función ante la amenaza del desalojo violento de la universidad”.
En los exteriores del recinto universitario un piquete de militares de fuerzas especiales, paracaidistas, rodearon las instalaciones y asaltaron los predios. Se escuchaban los disparos y gritos de los heridos, el gobierno reconoció al menos quince estudiantes asesinados. Se había consumado la amenaza de desalojo con la expulsión violenta de cientos de jóvenes que clamaban por democratizar el ingreso a la universidad. La autonomía universitaria había sido violada, los derechos humanos de estudiantes arrasados, y la vida de muchachos y muchachas cercenada a balazos.
“En esos momentos -recuerda Ilonka- Pedro me dijo: tengo que escribir y denunciar lo sucedido. Y aquella noche se la pasó escribiendo una obra teatral que narraba el episodio vivido aquel día”.
Terminado el texto, Ilonka procedió a reunir a seis actores que representaban varios personajes cada uno de ellos. Nacía el Teatro Obrero Estudiantil (TOE) para todo público, pero especialmente dedicado a trabajadores y estudiantes con una propuesta que se llamó “teatro político”.
La obra de Pedro Saad, al cabo de un mes fue presentada en diversos círculos estudiantiles, sindicales y comunitarios luego de varios intentos bajo amenaza militar de desalojar los escenarios donde se realizó el montaje. En más de una ocasión la función debió suspenderse, luego de solicitar al público que regrese a sus hogares, como una medida de salvaguardar su integridad y la de los jóvenes actores estudiantes de Teatro.
La memoria insumisa
Medio siglo después de aquellos infaustos hechos, el Teatro vuelve a representar la realidad social, la vida y la muerte en toda su magnitud, bajo la modalidad de una dramaturgia que, con lenguaje estético conlleva el mensaje político de denunciar injusticias y fortalecer la conciencia social del público.
Ejercicio escénico La huella de mayo 69, es el eco artístico sobre las tablas de un hecho histórico “prohibido olvidar” en la memoria de las nuevas generaciones de estudiantes y trabajadores. La representación recoge fragmentos de textos de Ernesto Che Guevara, Que la universidad se pinte de pueblo, y el texto poético de Ottón Muñoz, Mayo calibre 29. Además, se presentaron carteles con diversas consignas sobre derechos estudiantiles colgados en las rejas de la Universidad de Guayaquil.
En el devenir de los tiempos recobra sentido en el eco histórico, la proclama de Montalvo: “Desgraciado del pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes no hacen temblar al mundo”.