Una lucha por la libertad intelectual

Aitana Palomar 

 Lou Andreas-Salomé, filósofa, escritora y psicoanalista rusa, es una de las intelectuales más destacadas de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. En el prefacio del libro Lou Andreas-Salomé: una mujer libre, Isabelle Mons la describe como «la encarnación de una mujer moderna que ganó su libertad sin preocuparse por nada que no fuera encontrar el camino que conduce a una misma».

Despertar intelectual

Salomé nació el 12 de febrero de 1861 en San Petersburgo, Rusia, en el corazón de una familia adinerada de expatriados alemanes protestantes.

Pese a haberse criado en un ambiente religioso, Lou Andreas-Salomé perdió la fe a una edad temprana. En su libro Mirada retrospectiva (1951) narra cómo se quedó decepcionada cuando, de niña, «Dios no respondió a su pregunta de por qué un par de muñecos de nieve desaparecieron repentinamente bajo el sol». Salomé estaba convencida de que Dios no existía, pero siempre consideró importante la religión, por eso se preguntaba: ¿es posible vivir sin fe?

Hendrik Gillot, un predicador alemán protestante pero poco ortodoxo. Se convirtió en su guía intelectual y espiritual, abriéndole las puertas de la historia, la filosofía, la religión la literatura francesa y la alemana, e iniciándola en autores como Kant, Kierkegaard, Leibniz y Spinoza.

La joven Salomé estaba entusiasmada con sus estudios, pero todo cambió cuando Gillot, 25 años mayor que ella, casado y con dos hijos, se enamoró de ella y le propuso matrimonio. Decepcionada, Salomé lo rechazó y decidió dejar Rusia para ir a estudiar teología, filosofía e historia del arte a la Universidad de Zúrich, una de las pocas universidades europeas germanoparlantes en las que aceptaban a mujeres. Su madre la acompañó en este viaje.

Juventud en Roma

La experiencia en Zúrich duró poco. Al verano siguiente, Salomé contrajo una enfermedad pulmonar y los médicos le recomendaron que se trasladara a un lugar más cálido. Fue entonces, a los 20 años, cuando escribió su famoso poema Himno a la vida, en el que expresaba sus ganas de superar la enfermedad para devorar el mundo.

Madre e hija se mudaron a Roma. Fueron a vivir a la mansión de la escritora alemana feminista Malwida von Meyesenbug, una mujer muy conectada al círculo artístico e intelectual europeo. En el salón literario de Meyesenbug, Salomé conoció al filósofo positivista y médico Paul Rée y al pensador Friedrich Nietzsche, con quienes entabló una profunda amistad. 

Al poco tiempo, los dos hombres, fascinados por la inteligencia y personalidad de Salomé, le pidieron la mano. Ella rechazó ambas propuestas, ya que sentía una aversión absoluta hacia el matrimonio y estaba decidida a no casarse y dedicar su vida a la filosofía. Sin embargo, estaba interesada en las mentes de sus dos amigos, y les propuso vivir los tres juntos en una «comuna célibe intelectual», en la que discutirían sobre filosofía, literatura y arte.

La santísima trinidad

Salomé, Rée y Nietzche

Nietzsche apodó al grupo «la santísima trinidad» y empezaron una vida juntos viajando por Italia, Suiza y Alemania. Esta aventura escandalizó a sus familiares y amigos, que consideraban que una convivencia de ese tipo violaba las leyes morales.

Llegados a un punto del viaje, Nietzsche le pidió a Salomé de nuevo que se casara con él, a lo que Salomé contestó que «no se casaría con él ni en ese momento ni en el futuro». Como Nietzsche no quería perder a Salomé, aceptó su rechazo y propuso que los tres amigos se hicieran una foto para sellar «la santísima trinidad». De ese momento se conserva la icónica y excéntrica imagen tomada en Lucerna en la que Lou Andreas-Salomé aparece subida a una carreta, blandiendo una fusta mientras sostiene a modo de riendas una cuerda a la que están atados Paul Rée y Friedrich Nietzsche.

Al final, el idilio intelectual de Salomé nunca se llegó a consolidar. En octubre, después de llegar a Leipzig, los amigos decidieron separarse. Nietzsche se trasladó a Turingia, lugar al que Salomé lo fue a visitar varias veces y donde mantuvieron largas conversaciones «sobre Dios y el mundo». Rée se mudó a Berlín, donde vivió con Salomé durante varios años.

«La dama de honor»

En Berlín, la pensadora formó parte de un amplio círculo social de intelectuales en el que la apodaron «la dama de honor» por ser la única mujer. Colmada por esta vida dedicada a la reflexión, Salomé publica en 1885 su primer libro, titulado En la lucha por Dios, bajo el pseudónimo «Henri Lou». Esta obra, aclamada por la crítica, la consolidó como escritora y, afortunadamente, desde entonces firmó siempre con su verdadero nombre.

En 1887 conoció a Friedrich Carl Andreas, un profesor de estudios orientales que le pidió que fuera su esposa. Lou aceptó la proposición, bajo una única condición: nunca tendrían relaciones íntimas entre ellos dos.

La escritora asumió el matrimonio como una nueva forma de libertad. Desarrolló una intensa actividad intelectual e, impulsada por su fuerza vital, tuvo diversos amantes. Aún así, Lou Andreas-Salomé vivió con Friedrich Carl Andreas hasta su muerte, en 1930, y él cumplió su promesa de no tener relaciones íntimas durante sus 43 años de matrimonio.

 Filosofía, literatura y psicología

En la década de 1890, Salomé publicó algunas de sus obras más reconocidas: Personajes femeninos de Henrik Ibsen (1892), una obra sobre la lucha de la mujer por el derecho de desarrollar su personalidad propia; Friedrich Nietzsche, el hombre y sus obras (1894), un estudio del carácter y filosofía de su amigo; y, entre otras, Ruth (1895), su segunda novela.

En 1897 Salomé conoció a Rainer Maria Rilke. En aquel momento, ella tenía 36 años y él 21. La filósofa se convirtió en su mentora, le enseñó ruso para que pudiera leer a Pushkin y Tólstoi, e incluso le llevó a Rusia para conocer al autor de Anna Karenina. De esta relación, que empezó como apasionado romance, pero pronto se convirtió en una fuerte amistad, se conserva en formato epistolar uno de los intercambios artísticos más fructíferos del siglo XX. Rilke dijo de Salomé que era «una mujer extraordinaria sin la cual mi propio desarrollo no me habría llevado a tomar los caminos que he tomado».

Interesándose cada vez más por las pulsiones humanas, Salomé escribió en 1910 El erotismo, un ensayo en el que defiende las diferencias entre las mujeres y los hombres y sostiene que «una mujer no se libera compitiendo con los hombres y volviéndose como ellos, sino feminizando el mundo y logrando que los hombres encuentren y aprovechen su lado femenino».

En 1911, la filósofa asistió al Congreso de Weimar de la Asociación Psicoanalítica Internacional, donde conoció a Sigmund Freud. Por aquel entonces, Salomé tenía 50 años y era una ensayista, crítica y novelista reconocida, y Freud tenía 55 y estaba abriendo camino para una nueva ciencia. Para Salomé, descubrir el psicoanálisis fue una auténtica revelación, ya que en él pudo identificar varias ideas que ella ya había intuido y esbozado en algunas de sus obras anteriores. Salomé ingresó en el Círculo Psicoanalítico de Viena y estudió esta disciplina durante más de veinte años, manteniendo una relación de respeto y admiración mutua con Freud.

A partir de entonces, se trasladó a la ciudad alemana de Gotinga, donde continuó expandiendo su obra y ejerció el psicoanálisis hasta la edad de 74, cuando su salud empeoró. Dos años después, el 5 de febrero de 1937, Lou Andreas-Salomé falleció. La pensadora dejó tras de sí una vasta producción en la que se combinan el universo científico y el humanístico, compuesta de más de doce novelas, un centenar de artículos y cincuenta ensayos, atravesados, todos ellos, por la voz de una mujer que luchó siempre por su libertad intelectual.

(De National Geographic)

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