Sobre el discurso amoroso y una película

Por Iván Rodrigo M

 Recientemente me topé con una película francesa, Un bello sol interior (2017), de la directora Claire Denis. La vi interesado porque esta, se decía, se inspiraba en el ensayo del semiólogo Roland Barthes Fragmentos de un discurso amoroso (1977), libro hecho de intertextos, citas, imágenes, situaciones, escrito a modo de una especie de glosario o de un diario de frases que se complementaban en su interior con reflexiones o pensamientos por cierto sugerentes sobre el tema del amor.

La película de Denis es la historia de una mujer, cincuentona, divorciada, que tropieza de amante en amante, deseando encontrar nuevamente el amor de su vida, esto es, de nuevo una vida estable y en plenitud. Por el contrario, el libro de Barthes es una investigación, claro está, menos académica, menos ajustada a un plan explicativo de alguna teoría, en su caso, la semiótica —aunque su texto también es un ejemplo de una semiótica de nueva generación—. Barthes refundó la semiología; llevó más allá las tesis de Ferdinand de Saussure y otros, y permitió comprender que no solo el lenguaje, sino la vida misma estaba constituida por signos, esto es, signos y símbolos definidos así por la comprensión humana. Denis, por su parte, se formó en el cine, pero, sobre todo, fue influenciada por sus iniciales viajes por las antiguas colonias francesas, viendo y conociendo la realidad de las relaciones humanas en contextos distintos; de hecho, su primera película, Chocolate (1988) la connotó. Si hay algo de signos y símbolos en su cine, estos serían los relativos a gestos, a miradas, a palabras que sugieren algo, etc.

Un bello sol interior en realidad partió de un proyecto del productor de la película, Olivier Delbosc, para realizar un largometraje donde varios directores podrían escenificar algunos de los capítulos del libro de Barthes. Se sabe que Delbosc compró los derechos del libro para tal propósito. Denis había sido consultada para ser parte del proyecto. Ella cuenta así la intención y el final del propósito en una entrevista recogida por la revista Fotogramas, del 21 de marzo de 2018:

«El productor de esta película, Olivier Delbosc, compró los derechos del ensayo de Barthes y se planteó hacer un filme colectivo en el que varios directores adaptarían diferentes capítulos del libro. Cuando me lo propuso, le dije que mi único recuerdo del libro, que leí cuando tenía 18 años, era la noción de agonía amorosa. Él me comentó, bromeando, que “Agonía” no le parecía un gran título para una película (risas). Al final, acordamos hacer un filme partiendo de las experiencias personales de Christine (Angot) y mías, y no tanto del libro de Barthes.»

La película de Denis, de este modo, principia con la intención de poner en escena el texto de Barthes y pronto toma otro rumbo toda vez que la directora estaba más interesada en eso que le había quedado en la memoria ante la lectura de Fragmentos de un discurso amoroso: la agonía amorosa. Junto a otra escritora, Christine Angot —Un amor imposible (2017), Una semana de vacaciones (2012)—, Denis termina escribiendo el guion de un filme a momentos que confunde en sus diálogos, que pone en tensión al espectador ante la incertidumbre siempre latente de la protagonista interpretada por Juliette Binoche.

Un bello sol interior así se transforma en un filme muy personal, sobre las relaciones humanas y particularmente sobre la búsqueda del amor. La historia es anodina: como señalé, una mujer, artista, a la deriva, intentando consolidar alguna relación amorosa. Pero, desde allá, comprendemos que la naturaleza humana está determinada por el amor: las personas, ante una crisis, buscan el consuelo, o buscan la solución directa cara a cara; hay resistencias, hay idas y vueltas, hay odios y amores mezclados en un mismo momento; se quiere y no se quiere; para algunos individuos el escape es con el sexo, para otros, tener al lado a alguien que solo escuche y que haga sentir al menos el calor del cuerpo en una fría noche al borde de una acera de alguna calle; los sentimientos llevan a los afectos. De ahí que, en el filme, si dije que los diálogos a veces se tornan confusos es porque Denis y Angot tratan de ponernos ante la situación ambigua que es el mismo amor. Y es ahí donde se comprende que el amor, como tema en el cine y en la literatura es siempre un asunto eterno, polisémico, inagotable.

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