Para aconsejar a una dama (por Heberto Padilla)

¿Y si empezara por aceptar algunos hechos

como ha aceptado—es un ejemplo—a ese negro becado

que mea desafiante en su jardín?

Ah, mi señora: por más que baje las cortinas; por más

que oculte la cara solterona; por más que llene

de perras y de gatas esa recalcitrante soledad; por más

que corte los hilos del teléfono

que resuena espantoso en la casa vacía;

por más que sueñe y rabie

no podrá usted borrar la realidad.

Atrévase.

Abra las ventanas de par en par. Quítese el maquillaje

y la bata de dormir y quédese en cueros

como vino usted al mundo.

Echese ahí, gata de la penumbra, recelosa, a esperar.

Aúlle con todos los pulmones.

La cerca es corta; es fácil de saltar,

y en los albergues duermen los estudiantes.

Despiértelos.

Quémese en el proceso, gata o alción; no importa.

Meta a un becado en la cama.

Que sus muslos ilustren la lucha de contrarios.

Que su lengua sea más hábil que toda la dialéctica.

Salga usted vencedora de esta lucha de clases.

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