Kintto Lucas, el viajero inerte

El reciente libro de Kintto Lucas, Mi viaje a Ítaca, dice en la presentación de contratapa que en el texto “nos vamos a volver de la novela del mundo” en un viaje que es “el camino que va a todos lados y a ninguno”. Y se agrega que, tal vez la cultura sea la Ítaca del mundo. La literatura, el cine, la historia, la música dan sentido al viaje. La cultura salva al mundo de sí mismo.
El libro está escrito con pasión y convicción, en una postrera tentativa de atrapar los sueños de la memoria. Para desentrañar los sentidos de su escritura conversamos con el autor, Kintto
Lucas, escritor y periodista ecuatoriano uruguayo, que a través de la obra se muestra -como dice Neruda- un viajero inerte que emprende un periplo inmóvil, sin más movimiento que un viaje a través de la memoria.
El libro se presenta este sábado 22, a las 11h00, en Casa Égüez Centro Cultural, calle Juan Larrea y Río de Janeiro, esquina, en Quito.

¿Cómo surge la idea del libro?
Yo tenía un programa en Radio Pichincha que se llamaba Me voy a volver, que reivindicaba esa frase popular que tiene el significado de la cosmovisión indígena de ver que el futuro está atrás y que el pasado también está en el futuro. Era un programa de reivindicación de la memoria desde la cultura integrando el cine, la literatura y la música. El programa tenía textos que de alguna forma los transformé para hacer el libro. En realidad, armé un viaje reivindicando esa realidad del viaje a Ítaca de que la vida termina siendo un viaje en un retorno a la memoria en un momento en que se pretende evadir la memoria de los pueblos, la memoria cultural, social e histórica.

Llama la atención la estructura del libro con textos fragmentados, ¿estos fragmentos a qué responden?
Los programas tenían otra estructura y en el libro cada programa son los fragmentos que tienen una frecuencia capitular. Ahí hay una influencia de Galeano. Además, te facilita la lectura y puedes comenzar a leer por cualquier parte del libro.

El viaje a Ítaca es una metáfora de la vida, la vida es el viaje…
El viaje es la vida, pero además es lo que vives, las dificultades que tienes, de alguna forma yo decía: bueno, también todo esto que estoy contando es parte de mi vida porque la reivindicación de los migrantes, de las luchas, de la memoria cultural, es una parte de mi vida que yo la asumo como parte de mi viaje a Ítaca. Se trata de cómo estamos viviendo lo que vamos construyendo y haciendo.

Tu dices en el libro, “vivimos un camino sin camino, la vida es un viaje y eso es lo que sirve”. Un camino sin camino, pero lo más importantes es el camino no el destino donde se llega…
Claro, lo importante es cómo vas construyendo ese camino y cómo vas haciendo, es eso. Sin camino, en el sentido de que la construcción es lo que va pasando, se hace camino al andar y hay momentos en que crees que el camino va ser este y de repente se presentan cosas y sale otra cosa. Lo que no se puede cambiar es lo que tiene que ver con la cultura, con lo social, con lo político. Que yo no creo que la cultura esté tan disociada de lo político como quieren hacernos creer ahora. Lo importante es todo lo que vas haciendo en el camino, lo malo y lo bueno, y lo que vas construyendo y lo que vas destruyendo en ese camino también.