Mil años (por Kyra Galván)

Aún me cuesta trabajo
dejar el departamento vacío de Minami Magome,
en Tokio.
La acción se prolonga interminable en el vacío.
En el espacio de mi corazón
hay una estancia sin muebles
que solloza.
Un arreglo floral de bienvenida.
La ilusión de mil años que se quedaron tirados
sobre un piso polvoriento.
Notas delicadas tocadas en un piano que nunca existió,
persisten en mi memoria
acompañadas de un violín que entonaba como un ángel:
melodía de libélulas alborotadas.
Mil años de crisantemos bordados en oro.
Qué difícil dejar el Hotel Imperial.
Último reducto de una historia de amor
inconclusa.
Tokio y su recuerdo, duelen,
y la vida entre kanjis arde nostálgica
entre una llamarada de juventud en toda su gloria
y tanta impotencia por no saber leer.
Lánguida lucha por la lengua.
El bosón de Higgs es una realidad.
Ha sido descubierto y confirmado
que el tiempo simultáneo existe:
o sea, que puedo ser hoy la que fui
y seguir siendo la que seré.
Paradoja del tiempo cruzado:
mis piernas jóvenes caminan por el subterráneo
y aún sin conocerte, me acuerdo de ti.
Te amo y no.
Te deseo y te aborrezco,
porque dejaste una huella que aún no se marca.
Fui de carne y hueso en Akitsu Shima.
Le recé a Kannon sama en un santuario en Kamakura
y diez mil samuráis cruzaron mi llanura estéril
llevando suntuosos regalos
y castigos innombrables.

Hoy, adentro de mi corazón,
los cerezos florecen inmutables
en un instante que es presente continuo
y en mi memoria se construye un acuario de olores
que hace de mis ojos: peces
que nadan en las aguas del tiempo:
yo dejando una habitación vacía que no conozco
porque la viví en la memoria
de un país en el que moraré
mil años.

Tags:
administrator