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Ecuador ostenta un suceso histórico de trascendencia: en su territorio nació la primera mujer de Latinoamérica en ejercer su derecho a elegir y ser elegida: Matilde Hidalgo Navarro, nacida en la ciudad de Loja el 29 de septiembre de 1889. Matilde también fue conocida por el uso de su firma de casada como Matilde Hidalgo de Procel, fue una médica, poeta y activista feminista ecuatoriana. Matilde Hidalgo fue la primera mujer en Latinoamérica en votar en una elección nacional en 1924, así como la primera ecuatoriana en obtener un doctorado en medicina. Hidalgo luchó por el reconocimiento de los derechos de las mujeres y ahora es consagrada como uno de los personajes más importantes en la historia ecuatoriana.
Matilde Hidalgo fue la menor de seis hermanos e hija de una costurera y un comerciante. Su madre, Carmen Navarro, fue la encargada de criar a su hija luego de que su padre falleciera cuando ella era pequeña. En su época las niñas terminaban su formación educativa a los 11 años, pero Matilde siempre indicó su deseo por seguir con sus estudios y llegar a la secundaria, así fue la primera mujer en graduarse en una escuela secundaria en Ecuador. Luego de culminar su primer proceso en la secundaria, Hidalgo también entró a la universidad para estudiar medicina, una carrera que no la seguían mujeres.
Hidalgo ya empezaba a cuestionar que las mujeres no tengan el derecho al voto. Esto sucedió cuando era presidente José Luis Tamayo. En el año de 1924 quiso inscribirse en el padrón electoral de las elecciones al Congreso y Senado. La Junta Electoral en un inicio negó el trámite de su inscripción. Matilde Hidalgo leyó el artículo de la Constitución donde señalaba que “para ser ciudadano ecuatoriano y poder ejercer el derecho al voto el único requisito era ser mayor de 21 años y saber leer y escribir”.
La mujer y sus derechos
Se ha dicho que la mujer es doblemente explotada en la sociedad capitalista como mujer y como trabajadora, por tanto, sus derechos suelen ser dobles, y está doblemente llamada a luchar por ellos. Consecuentemente, ¿es la mujer una garantía de cambio político? Frecuentemente no porque el hombre la ha relegado históricamente a un rol secundario en el seno de la familia. La mujer es más conservadora, pero cuando asume una postura de cambio, se destaca. Allí surge el ejemplo de Manuela Saenz, prócer independentista ecuatoriana y Haideé Santamaria guerrillera cubana.
En su actuación política ¿es la mujer un ser menos corrupto? La simultaneidad de la mujer que está presente en todo, ejerce varios roles de compañera, madre, hija, profesional, formadora de juventudes, le premune de una ética singular, y esto hace posible que la mujer incurra en menos actos de corrupción que el hombre, y la historia lo confirma. La mujer es un ser íntegro, porque tiene el instinto matricial, generadora vital, es el ser que concibe vida y la conserva.
¿La paridad de género -en nuestras elecciones modernas- garantiza ambas exigencias, la lucha contra la corrupción y la lucha por la justicia social? Debería ser así porque la mujer contribuye con su visión de género y sus necesidades específicas de mujer en el seno del hogar donde tiene que hacer milagros para llevar un plato de comida a la mesa para sus hijos, debe atender a la familia en caso de enfermedades, debe procurar la distracción cultural de sus miembros.
La participación de la mujer en los procesos electorales no debe ser vista con paternalismo machista como una dádiva que da el hombre en su condición de macho gestor a la mujer. La mujer siempre ha tenido el derecho a ser considerada en igualdad de condiciones que el hombre en términos políticos, económicos y sociales. La película Las Sufragistas relata la lucha de las mujeres por el voto femenino, se la encuentra en YouTube.
Un país que no lo entienda así en su cultura política, es un país que no avanza hacia el desarrollo, permanece anquilosado entre republiquetas atrasadas y dependientes. Un país sin personalidad ni soberanía como nación. La mujer en su rol político es capaz de sacarnos de ese estancamiento.
