Borges, entre espejos y laberintos

Nadie duda de que Borges sigue vigente hoy en día: es estudiado, leído, analizado, publicado. Borges, pudoroso, discreto, reservado, da sus primeros pasos literarios como poeta, difusor del credo ultraísta con influencias whitmanianas y expresionistas (sobre todo de Johannes Becher), publicaciones que reciben el beneplácito crítico en España. Borges se desprende del ultraísmo a partir de 1922, del localismo, del estilo barroco, de las imitaciones de sus admirados Macedonio Fernández y Rafael Cansinos Assens, y alcanza la austeridad estética mediante la precisión y la supresión de lo superfluo, es decir, la modesta complejidad. Desde El hacedor, la suya es una poesía intimista, aunque en todos sus libros poéticos la muerte está presente.

Esta edición Cuentos completos (Lumen) incluye los cuentos contenidos en las últimas ediciones de Historia universal de la infamia, Ficciones (dividido en «El jardín de senderos que se bifurcan» y «Artificios»), El Aleph, El informe de Brodie, El libro de arena y La memoria de Shakespeare. La obra literaria es para Borges «un juego preciso de vigilancias, ecos y afinidades» en sintonía con Paz, quien piensa que es un campo de afinidades y oposiciones, un universo narrativo que oscila entre lo real y lo aparente.

Borges, incondicional del cuento «El guardagujas» de Arreola, no escribe fábulas a lo Kafka ni con intención moralizadora, no hay mensaje alguno salvo el meramente estético; él pretende ser original desde la tradición pero sin encerrar significados ocultos o alegorías, solo textos satisfactorios en sí mismos. Borges entiende la literatura como la experiencia de la infinitud y que el número de fábulas imaginables es ilimitado, de ahí que escribir solo pueda hacerse reescribiendo un texto anterior por lo que algunos de sus cuentos son un espejo que invierte historias contadas, cuentos contados dos veces. Borges advierte que una tradición literaria se actualiza no preservándola sino transformándola, y el escritor argentino demuestra ser un hábil dialoguista con lo ya escrito. Un texto literario, para Borges, no es más que un tejido de citas que entrevera escrituras anteriores para tejer un nuevo discurso, que pierde como resultado toda identidad, una red de citas descontextualizadas pero integradas en un contexto nuevo. Escribir sobre lo escrito, construir sobre lo construido, un mapa de lecturas más o menos explícito detrás de cada cuento, de cada poema, porque la lectura es el acto de búsqueda de la semilla que germinará en un texto propio. Leer a Borges puede producir el efecto de que todo lo que se podía escribir ya ha sido escrito por él, porque escribir es escribir lo que se ha leído.

Las técnicas compositivas de Borges forjan su poética basada en el texto abierto y ese proceso compositivo implica la constante consulta de fuentes, de lecturas de sus propios escritos, los cuales tienen vínculos con una serie heterogénea de textos, desde la Encyclopedia Britannica al Diccionario  Enciclopédico Hispanoamericano de Montaner y Simón (la biblioteca como el mundo que reemplaza al mundo). Mediante la atención minuciosa a los detalles, Borges introduce sigilosamente sus fuentes y deja apenas un leve rastro. El autor de Historia de la eternidad acumula citas y referencias concretas en los ejemplares que posee, como un sistema coherente para recuperar y ordenar información de una manera precisa. La biblioteca personal de Borges no solo es una fuente constante de citas, sino también de ideas para libros futuros, para esas misceláneas de textos escogidos. Borges, el bardo ciego, culto y admirado, lector de Conrad y Flaubert, escribe teniendo en cuenta diversas opciones para algunas palabras de la oración, los acumula en forma de abanico en su lugar en el párrafo y luego reescribe el texto, es decir, hilvana fragmentos para componer un todo, que no resulta definitivo no obstante. De hecho, las primeras ediciones de los cuentos suelen tener en sus márgenes las correcciones oportunas manuscritas de Borges.

En su prosa, Borges evoluciona del relato-ensayo a la narración propiamente como tal. En 1936, en la primera edición del libro de ensayos Historia de la eternidad están «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», que luego integra Ficciones como cuento, y «El acercamiento a Almotásim», que es un precedente del «Pierre Menard, autor del Quijote». La novela El acercamiento a Almotásim de Mir Bahadur Alí (1932) es el libro reseñado por Borges, pero solo existe en la imaginación de Borges y a partir de la reseña que le hace eco.

El primer libro de cuentos, Historia universal de la infamia (1935), aglutina narraciones de historias ajenas sin pretensión moralizadora, publicadas en el diario Crítica y denominadas por Borges «ejercicios de prosa narrativa», con influencias de Stevenson y Marcel Schowb y con dosis de ironía hasta el punto de que parecen biografías de malhechores. Su texto más conocido es «Hombre de la esquina rosada» (1933), primer cuento policial borgiano, un claro exponente de la estrategia de narrar sin revelar (técnica del iceberg), que está conformado en torno a la figura de la elipsis y que empieza in medias res. En él, Borges desarrolla un estilo popular, un lenguaje del compadrito que usa el narrador para dirigirse a sus interlocutores, uno de los cuales se llama Borges como leemos al final. Este cuento, del que Borges escribió dos versiones previas en prosa y otras dos en verso, se publicó como «Hombres de las orillas» en la prensa argentinay firmado con el pseudónimo de Francisco Bustos, el nombre de su tatarabuelo. Un relato de ambiente criollo y corte realista situado a fines del s. XIX y con cuchilleros como protagonistas, Rosendo Juárez «el Pegador» y Francisco Real. Un duelo, alguien que participó, alguien que lo cuenta.

El jardín de senderos que se bifurcan (1941), que posteriormente se integra en Ficciones, reúne cuentos editados en Sur desde 1939. En el cuento «El jardín de senderos que se bifurcan», Borges desarrolla la hipótesis de los universos múltiples. El espía chino Yu Tsun al servicio del Gobierno alemán descubre la base en Francia desde la que el Gobierno británico va a bombardear las líneas alemanas. Para comunicar el nombre del lugar, debe asesinar a alguien de apellido Albert, pero el Albert escogido es un perspicaz profesor de literatura china que está trabajando con los manuscritos de Ts’ui Pen, un antepasado de Yu Tsun. La novela de Ts’ui Pen El jardín de senderos que se bifurcan cuenta que las decisiones de sus personajes tomadas ante cada situación dilemática conducen a una serie de bifurcaciones en series ascendentes. Ts’ui Pen ha sustituido el tiempo absoluto por otro que se multiplica en infinitas series temporales y a cada historia se le dan todas las soluciones posibles de manera que se engendran otras tantas historias, que exigen a su vez todas las soluciones posibles y así sucesivamente.

Si en «Las ruinas circulares», que denota el influjo de Lugones, Borges cuestiona la realidad y la descree porque esta es la historia de un hombre que sueña y anima a otro, pero que también está siendo soñado por otro hombre (con un final unamuniano), en «La biblioteca de Babel» el mundo, los libros y Dios, la circularidad eterna del tiempo, el laberinto y su continua bifurcación, la biblioteca como una fábrica insomne y voraz de sentido, todo con un tono narrativo kafkiano desde el punto de vista de un bibliotecario. «Pierre Menard, autor del Quijote», elogiado por George Steiner y Harold Bloom, fue escrito durante la Navidad de 1938 en unos días de convalecencia por culpa de un grave accidente doméstico y es el gigantesco y vano esfuerzo de un autor por reescribir El Quijote. Pierre Menard desea tener una identidad dual, la suya y la de Cervantes. Menard, en el fondo, hace lo mismo que hizo Cervantes, escribir una obra ya escrita (en el cap. IX Cervantes reconoce el hallazgo del manuscrito obra de Cide Hamete Benengeli). De lo apócrifo a lo fantástico, un cuento que parece un ensayo, una exploración del proceso de la creación literaria, porque si Menard escribe el Quijote, no reescribe el Quijote, sino una obra del s. XX.

En «La lotería de Babilonia», los sistemas filosóficos resultan contradictorios y se sustentan en lo casual y el destino del hombre queda emparejado al azar en un contexto babilónico de desorden. Publicado en Sur en enero de 1941, el texto descubre la interacción entre el azar y la lógica en un ambiente social sumido en el caso. En un principio se titulaba «El babilónico azar» y las versiones de este cuento demuestran que Borges habitaba en la posibilidad, ya que acumulaba alternativas de palabras u oraciones, entre la certeza y la incertidumbre.

Si «Examen en la obra de Herbert Quain» es una reseña necrológica sobre un autor falso comparado con escritores reales, es decir, las proezas literarias de un autor imaginado, «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» es el cuento del sueño bibliográfico, de la enciclopedia de un nuevo mundo en el que surge una orbe opuesta al caos del azar y la impresión del devenir, un mundo feliz donde reina el idealismo, no el materialismo.

En «Artificios» destaca «Funes el memorioso» y la infinita multiplicidad del universo, la memoria (estéril) entrelazada con la analogía entre libros y mundo, el tiempo recurrente y circular (carente de progresión), donde Ireneo Funes es un gaucho ignorante con una memoria convertida en absoluta que termina por ser una tortura, un joven que adquiere una memoria absoluta y prodigiosa tras caerse de un caballo con 19 años, y que permanece encerrado en una habitación, incapaz de pensar, solo recordar lo contenido en su memoria así como los detalles casi inmediatos. «La muerte y la brújula» es el cuento preferido por Harold Bloom, en el que el detective Erik Lönnrot descubre una conspiración criminal para asesinarle en una capital argentina desfigurada por la pesadilla y en el que la cuarta palabra del Tetragrámaton tiene la clave. Un duelo con Red Scharlach «el Dandy» fruto de una confabulación de inteligencias, donde el personaje teje su propia muerte.

En «La secta del Fénix», Borges no solo saca a relucir frase de historiadores como Tito Flavio Josefo, sino que habla de una secta que está en todas partes y en todos los bandos, en la que todos sus adeptos comparten un secreto, que no es un saber exclusivo, sino un rito que ninguna palabra puede nombrar pero que todas lo nombran de alguna manera. El vacío de un secreto innombrable. El cuento narra las costumbres de una secta misteriosa, cuyos integrantes perpetúan un código de veneración por el fénix. Ficciones contiene proezas retóricas, reflexión, exotismos importados de Oriente, paradojas y erudición, cualidades de un escritor atrincherado en su fortaleza verbal, en la literatura que nace de la literatura con una precisión enciclopédica. Los relatos borgianos suelen contener una intriga tendente al final sorprendente o al enigma (no siempre resuelto), un simple juego intelectual, un gusto por las historias paralelas que simulan reflejos, simetrías, bifurcaciones, laberintos y que permiten intuir un universo de pesadilla y un clima de misterio en que toda seguridad se diluye.

El siguiente libro, El Aleph (1949), está conformado por cuentos cuyos temas componían el objeto de algunos de sus ensayos y que eran reelaborados por Borges en forma de cuento. En la edición de 1949 son trece narraciones, a las que se le añaden cuatro nuevas en la edición de 1952. Si «La otra muerte» es el cuento del pasado modificable, «El muerto» lo es de la predestinación, un cuento datado en 1946 en el que se narra la historia del joven Benjamín Otálora, quien se desplaza de la costa al interior de Uruguay para sumarse al grupo de Azevedo Bandeira, caudillo local, para luego traicionarle. Dos destinos opuestos, dos caras de una misma moneda.

En «El zahir», es un objeto inolvidable y enloquecedor el que resume y anula la multiplicidad de las apariencias. En «El Aleph» es también un objeto el que apresa al narrador-protagonista, invade su conciencia, modifica su comportamiento y es capaz de conectarlo a un conocimiento inesperado más alto. Un hombre observa la totalidad del universo dentro de una pequeña esfera en el sótano de la casa de un amigo poco confiable. En «El Aleph», el objeto que contiene todos los puntos del universo y que ilumina la realidad de otra manera, Carlos Argentino Daneri es un personaje exasperante, ridículo incluso y despreciado por el narrador (alter ego de Borges). En el sótano de una vivienda bonaerense, el desdichado protagonista ve un objeto luminoso de unos tres centímetros de diámetro gracias al que va a escribir sobre los lugares que ha visto y explorar la superficie terrestre sin salir de su vivienda, pero el narrador descubre en el Aleph desde objetos minúsculos a algunos íntimos como unas cartas obscenas de Beatriz Viterbo, por lo que estamos ante una enumeración caótica que ofrece una sensación de totalidad y que utiliza la anáfora hasta el extremo para esa descripción, una sucesión vertiginosa de imágenes dentro de imágenes dentro de imágenes.

«La casa de Asterión» es el mito del minotauro desde el punto de vista del monstruo, pero Borges elude las palabras laberinto y minotauro, aunque estamos ante un monstruo, solo, distinto, extranjero, sufridor y al final del cuento hay una elipsis en la que Teseo asume la voz narrativa. En «Emma Zunz», la protagonista es sabedora por un casual de que su padre no es el autor del desfalco que le condujo al suicidio, ha sido el dueño de la fábrica, y por ello planea una venganza. Ella concierta una cita con el dueño para prevenirle sobre una huelga, pero antes se entregará a un marinero cualquiera en el puerto. Luego mata al dueño. Emma se escuda en que el dueño abusa de ella y por eso lo mata. El odio y el destino se entrecruzan en un crimen pasional con demora, la humillación sexual desplaza al padre de víctima a victimario y Emma mata al empresario no como hija de su padre, sino como hija de su madre. Leopoldo Torres Nilsson adaptó al cine este cuento en 1954 con el título de Días de odio y Martín Kohan parte de él para su Erik Grieg (1998).

«La espera», publicado en La Nación en 1950, en 1951 incluido en la antología La muerte y la brújula y en 1952 en la segunda edición de El Aleph, está protagonizado por quien dice ser Alejandro Villari, el cual vive de alquiler en un cuarto barato de un barrio de inmigrantes en Buenos Aires para ocultarse. Días atrás, en Uruguay, ha tiroteado a un tal Alejandro Villari. A excepción de una sesión de cine de gángsteres, permanece enclaustrado en el cuarto leyendo la Divina Comedia en edición de Andreoli y soñando con su propia muerte una y otra vez, porque entiende que al soñarla no se producirá. Una pugna entre la fatalidad y el propio individuo.

«La escritura del dios» y los secretos del universo contenidos en la piel rasgada de un tigre cual jeroglífico vivo, narra la historia de un sacerdote maya que permanece encerrado por el cruel conquistador Alvarado ya que es el último custodio del templo dedicado a uno de sus dioses. El sueño dentro del sueño. En una oscura celda se percata de que la prisión no es un impedimento para que su dios omnipotente le revele su escritura secreta, el enigma del universo; el sacerdote, una vez se ha aproximado a la divinidad, pierde la voluntad para actuar en el mundo, incluso los deseos.

Las once narraciones reunidas en El informe de Brodie transitan por los arrabales y los suburbios entre el primitivismo y la crueldad. En el prólogo, Borges refiere cuentos de Kipling, la balada anglosajona de Maldon y ulteriores sagas de Islandia, como es el caso de «La intrusa», la historia de dos hombres de campo, cuyo estrecho lazo fraternal puede ser roto por la presencia de la criollita humilde Juliana que los atrae a ambos; una historia que se resuelve con la muerte de la intrusa, ese obstáculo entre el afecto de los Nilsen, un acto casi heroico para preservar esa amistad, que es la clave de la armonía de la existencia de ambos. Este cuento fue adaptado al cine por Carlos Hugo Christensen en 1979, pero la versión fue rechazada por Borges.

El libro de arena se decanta por lo fantástico reescribiendo viejas historias y generando con ello nuevos cuentos. Si en «El otro» un anciano escritor contrasta opiniones con el que fue él mismo en los años 20, una variante del tema del doble que Borges escribió tras leer «Lo trágico cotidiano» de Papini, en «El Congreso» una reunión congresual intenta que la razón y la inteligencia sean los principios que rijan el orden del universo, aunque para ello haya que comprenderlo antes.

La permanente confusión entre biblioteca y universo, realidad y ficción, verdad y simulacro anida en la prosa borgeana. Borges es más lector que escritor, de hecho, en sus cuentos son habituales los protagonistas que leen, los libros, los signos que requieren una interpretación, los textos perdidos en el laberinto de las bibliotecas. Es el lector el que, al leerla, revive la obra y la hace suya. Por contra, el tema amoroso, el protagonismo femenino no es habitual en Borges, que prefiere deleitarse con juegos literarios con el tiempo, el infinito y la percepción sensorial, con urdir falsos mapas, trampas y espejismos en una clara tendencia lúdica. Ironía, humor, una inmensa cultura literaria, un rechazo frontal del costumbrismo y del patrioterismo como coartada cultural, la dialéctica fecunda de los opuestos, el planteamiento del enigma y la obsesión hacia el insondable misterio de la existencia: Borges.

Los apuntes

  • «La tarea del arte consiste en transformar lo que nos ocurre en símbolos», dijo Borges.
  • Borges destrozó su libro Ritmos rojos poco antes de regresar a Argentina en 1921. Marcos Ricardo Barnatán sostiene que, durante su estancia española, Borges escribió su primer libro de cuentos Los naipes del tahúr con influencias de Pío Baroja, pero nunca se publicó.
  • Su primera crítica de cine data de 1931 y Josef von Sternberg era uno de sus directores favoritos.
  • Borges fue doctor honoris causa por las universidades de Columbia, Yale, Oxford, Michigan, Santiago de Chile, La Sorbona, Roma, Palermo, Creta, Tokio, Murcia y Harvard.
  • Borges revisaba con profusión sus textos: de la primera edición de Fervor en Buenos Aires de 1923 a la de 1969 hay numerosos cambios; para el escritor argentino no hay textos definitivos, porque la escritura es siempre reescritura, es la naturaleza inacabada del texto.
  • A Jorge Francisco Isidoro el nombre de Luis le fue añadido en el bautismo religioso en la iglesia de San Nicolás de Bari.
  • La primera novela que leyó completa fue Huckleberry Finn, de Mark Twain.

Las frases

  • «Solo quiero aclarar que no soy, ni he sido jamás, lo que antes se llamaba un fabulista o un predicador de parábolas y ahora un escritor comprometido. No aspiro a ser Esopo. Mis cuentos, como los de las Mil y una noches, quieren distraer y conmover, no persuadir. Este propósito no quiere decir que me encierre, según la imagen salomónica, en una torre de marfil. Mis convicciones en materia política son harto conocidas […]. No he disimulado nunca mis opiniones, ni siquiera en los años arduos, pero no he permitido que interfieran en mi obra literaria».
  • «Muchos me han preguntado acerca de los sistemas religiosos o metafísicos que han creído encontrar en mis cuentos. ¡Pero no! En mis cuentos yo siempre he mezclado la metafísica y los dogmas con el hecho apócrifo, la farsa con la realidad, ¡sin contar con que he bromeado siempre un poco! Ya le digo: a las ideas filosóficas y religiosas las estimo por su valor estético. Nunca pretendía entenderlas del todo. No lo creo posible además».
  • «El arte es la eternización de la momentaneidad, pues en lo eterno no transcurre el tiempo o mejor, transcurre, pero como si no transcurriera, el tiempo solo existe, el tiempo solo tiene sentido en lo finito, en lo pasajero, en lo fugaz» (1929).
  • «Entonces tenemos en Don Quijote un doble carácter. Realidad y sueños. Pero al mismo tiempo Cervantes sabía que la realidad estaba hecha de la misma materia que los sueños. Es lo que debe haber sentido. Todos los hombres lo sienten en algún momento de su vida. Pero él se divirtió recordándonos que aquello que tomamos como pura realidad era también un sueño. Y así todo el libro es una suerte de sueño. Y al final sentimos que después de todo también nosotros podemos ser un sueño» (1969).
  • «Lo cierto es que a Borges la novela no le parece lo suficientemente narrativa. El relato puro está en el cine de Hollywood, dice, y tiene razón. O en las formas breves que se ligan con las tradiciones arcaicas del relato oral. La novela moderna, para Borges, es Joyce, Faulkner, que en el fondo es lo mismo, con los que mantiene una relación de distancia. Sobre todo con Joyce, que no le parece un novelista. Demasiado experimental para su gusto. Pero es obvio que los grandes relatos de Borges están en la vanguardia de la narrativa contemporánea» (Piglia, 1986).
  • «La idea del laberinto está en el corazón mismo de una obra que puede definirse, sin exagerar, como una suerte de metafísica de los juegos de los espejos. Estos relatos, efectivamente, colocan en abstractas y casi vertiginosas simetrías las imágenes a la vez antinómicas e intercambiables de la muerte y la inmortalidad, de la barbarie y la civilización» (Roger Callois).
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