En la senda de Eugenia Viteri

Entrados los años ochenta, la década pintaba yerma en valoraciones literarias y el país veía surgir un puñado de cuentos reunidos bajo el título Antología básica del cuento ecuatoriano (1984), obra de la antóloga Eugenia Viteri. A la prolija selección se sumaba la novedad de que fuera fruto del trabajo femenino, en un país en el que la literatura hecha por mujeres continuaba siendo novedad. Viteri, no obstante, venía de publicar El anillo y otros cuentos (1955), Doce cuentos (1962) Los zapatos y los sueños (1976), Cuentos escogidos (1983), la novela A 90 millas solamente… (1969), y posteriormente, Las alcobas negras (1995) novela, y Cuentos de mujer (2004).  

Eugenia Viteri (1928-2023), guayaquileña, con estudios primarios en la escuela Pedro Vicente Maldonado recortaba poemas de los periódicos y había formado un album con versos de Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Rosario Sansores. En su adolescencia redactaba en el periódico Horas Estudiantiles, del Colegio Nacional Guayaquil y ya destacaba como “recitadora del barrio” en varias funciones cívicas. Sus primeros contactos con el mundo artístico y literario los hizo en la Escuela de Teatro del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En 1953 ingresaría a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil, al año siguiente envió su cuento El Heredero con el que obtuvo el Segundo Premio en el Concurso convocado por el Club Femenino de Cultura.

Abrazado el ideario revolucionario, durante la dictadura militar de 1963 tuvo que exiliarse en Chile, país donde se casa con el escritor ecuatoriano, Pedro Jorge Vera, con quien viaja a Cuba por invitación de Fidel Castro, en 1965. A su regreso a Ecuador asume la catedra de Literatura en el Colegio 24 de Mayo, y en 1963 puso en marcha la Fundación Cultural Manuela Saenz, a través de la que se convirtió en una de las más significativas defensoras de los derechos de las mujeres en su país.       

A sus 95 años de edad, cuentos suyos constan en varias antologías publicadas entre los años 1951 y 1997, y fueron traducidos al ruso, inglés, búlgaro, italiano y alemán. Por su destacada trayectoria cultural recibió diversos premios como Festival de las letras (Guayaquil, 1954); Unión Nacional de Periodistas (Quito, 1963), Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión (Quito, 1976); Joaquín Gallegos Lara (Guayaquil, 1976); Sociedad de Escritores (Quito, 1985); Premio Rosa Campusano (Guayaquil 2008), galardón creado el mismo año para reconocer la labor de las mujeres ecuatorianas notorias, entregado por el Gobierno Nacional.

En entrevista exclusiva con revista Rocinante, de la Campaña Nacional de Lectura E. Espejo, Eugenia Viteri reconocía acerca del rol de la mujer en las letras: “La literatura es o debería ser una sola, pero es evidente que se torna indispensable una literatura femenina, como usted la llama, desde donde mujeres escritoras develen la posición postergada, marginada, violentada, de la mujer en la práctica de la vida. Porque no se trata solo de alcanzar logros que incluyan a mujeres, sino de avances que partan de una mirada amplia, equilibrada, desde la cual la mujer se sienta integrada y no añadida de modo conveniente al estatus”. Como corolario de su prolífica senda cultural, en su dolorosa partida, Eugenia Viteri concluye: “No me arrepiento de la vida que he tenido”.