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Violeta del Carmen Parra Sandoval nació en Ñuble, el 4 de octubre de 1917. Conocida como música, compositora y cantante chilena, es una de las principales folcloristas de Sudamérica, y divulgadora de la música popular su país.
Se considera de gran valor y trascendencia su contribución a la cultura de Chile, su trabajo sirvió de inspiración a varios artistas posteriores, quienes continuaron con su tarea de rescate de la música del campo chileno y las manifestaciones constituyentes del continente En conmemoración de su natalicio, el 4 de octubre es celebrado el Día de la música y de los músicos chilenos.
Violeta Parra fue hija del maestro de escuela y músico, guitarrista y violinista, Nicanor Parra Parra y de la modista, tejedora y cantora campesina Rosa Clarisa Sandoval Navarrete. Tuvo dos medias hermanas -Marta y Olga Sandoval– del primer matrimonio de su madre con un primo- y ocho hermanos del segundo.
Los problemas económicos se agravaron cuando el padre falleció en 19292 y, en 1932, Violeta se fue a vivir a Santiago invitada por su hermano mayor, el futuro antipoeta Nicanor Parra, que estudiaba allí. Comenzó a cantar en bares, quintas de recreo y pequeñas salas de barrio junto con su hermana Hilda. En 1937 Violeta inició su carrera artística en el restaurante El Bolero interpretando boleros, corridos y cuecas junto con sus hermanos Hilda, Eduardo y Roberto.
Conoció a Luis Cereceda Arenas, obrero ferroviario con quien se casó un año después y tuvo dos hijos: Isabel y Ángel, quienes se convirtieron en destacados músicos y adoptaron el apellido materno al ingresar en el ambiente artístico. Cereceda que militaba en el Partido Comunista, inició a Violeta en la actividad política. La vida artística de Violeta generó constante tensión en su relación con Cereceda, quien esperaba una familia más tradicional y una esposa más sumisa. Finalmente, el matrimonio se separó en 1948.
A principios de la década de 1950, comenzó su extensa labor de recopilación de tradiciones musicales en diversos barrios de Santiago y por todo el país. En estas andanzas, conoció a diversos poetas, incluyendo a Pablo Neruda y Pablo de Rokha. Su hermano Nicanor la estimuló a asumir con personalidad propia la defensa de la auténtica música chilena, en contra de los estereotipos que hasta ese momento se manejaban. Es así como su repertorio —hasta entonces basado en boleros, cantos españoles, corridos mexicanos y valses peruanos— pasó a las canciones más tradicionales del campo chileno, que le permitieron descubrir los valores de la identidad nacional como ningún otro artista lo había hecho antes. Esta labor de recopilación quedó plasmada en más de tres mil canciones, reunidas en el libro Cantos folclóricos chilenos y sus primeros discos en solitario.
En 1964 logró una marca histórica al convertirse en la primera latinoamericana en exponer individualmente una serie de sus arpilleras, óleos y esculturas en alambre en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre, en una muestra titulada Tapices de Violeta Parra. También escribió el libro Poesía popular de Los Andes, y la televisión suiza filmó el documental Violeta Parra, bordadora chilena. En este periodo, forjó una firme relación con el antropólogo y musicólogo suizo Gilbert Favre, el gran amor de su vida —con el que vivió en Ginebra Ginebra, compartiendo su tiempo entre Francia y Suiza—, y destinatario de sus más importantes composiciones de amor y desamor: «Corazón maldito», «El gavilán, gavilán», «Qué he sacado con quererte», entre muchas otras.
En esta época, surgieron sus textos más combativos: canciones como Miren cómo sonríen, Qué dirá el Santo Padre», Arauco tiene una pena y Según el favor del viento formaron la base de la corriente musical conocida como la Nueva canción chilena. Las canciones fueron recogidas en las numerosas ediciones de Canciones encontradas en Paris.
En junio de 1965 regresó a Chile. El 17 de diciembre de ese mismo año, en la esquina de avenida La Cañada con Mateo de Toro y Zambrano en la comuna de La Reina, instaló una gran carpa con el plan de convertirla en un importante centro de cultura folclórica, junto con sus hijos Isabel y Ángel y los folcloristas Rolando Alarcón, Patricio Manns y Víctor Jara, entre otros. Pese a su sueño de convertir la carpa en un referente para la cultura de Chile —donde instalar su «Universidad nacional del folclore», y realizar cursos de folclore chileno durante el día y una peña en la noche-, la respuesta no fue muy motivadora y el público no la apoyó.
El final de su relación con Gilbert Favre, quien se marchó a Bolivia en 1966, originó una de sus canciones más conocidas, «Run Run se fue pa’l norte». Lo fue a ver a La Paz y lo encontró casado.
Lanzado en 1966 y grabado junto con sus hijos y Alberto Zapicán, el disco Las últimas composiciones es considerado «su obra cumbre [y su] testamento musical[, donde] exhibe de modo superlativo la maestría y madurez artística que había alcanzado». El álbum incluye sus himnos humanitarios Gracias a la vida y Volver a los 17, además de otras canciones importantes y conocidas, como «El rin del angelito», Pupila de águila, Cantores que reflexionan» y El Albertío, esta última dedicada a Zapicán.
Después de al menos tres intentos fallidos —en 1966 y 1967 había ingerido barbitúricos e intentado cortarse las venas, se suicidó de un disparo en la cabeza a los 49 años en su carpa de La Reina a las 17:40 del 5 de febrero de 1967. En su última carta, dirigida a su hermano Nicanor, escribió, entre otras cosas: «Yo no me suicido por amor. Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres» Cuando se enteró de su muerte, Pablo Neruda expresó: «De cantar a lo humano y a lo divino, voluntariosa hiciste tu silencio, sin otra enfermedad que la tristeza».