José Joaquín Olmedo el poeta prócer

José Joaquín Olmedo y Maruri; Guayaquil, Ecuador, (1780 – 1847), político y poeta ecuatoriano, hijo de padre español y madre guayaquileña, realizó sus estudios en el colegio de San Fernando de Quito y en la universidad de San Marcos de Lima, donde coronó su carrera de abogado; siempre sobresaliendo como versificador.

Tras regresar a su ciudad natal, fue enviado a las Cortes de Cádiz, donde pronunció su famoso discurso «Sobre la supresión de las Mitas», por medio del cual logró que se aboliera esa institución. En dichas Cortes ejerció de secretario hasta que fueron disueltas por Fernando VII.

Toda su vida estuvo en la disyuntiva de ejercer cargos públicos y el deseo de dedicarse a las letras. Así, en el momento en que Guayaquil declaró su independencia, José Joaquín Olmedo fue nombrado miembro de la Junta de Gobierno, redactó una constitución para Guayaquil, reorganizó el ejército y colaboró con Antonio José de Sucre en el triunfo de Pichincha. Sin embargo, después de esta batalla, cuando Bolívar llegó a Guayaquil y anexionó esta ciudad a Colombia, Olmedo protestó y partió con otros guayaquileños a Perú, donde fue electo diputado por el Departamento del Puno y ayudó a redactar la primera constitución de aquel país.

Olmedo escribió en honor al Libertador el famoso Canto a Bolívar. Más tarde (1825), se desempeñó por mandato de Bolívar como diplomático en Londres y en París. De nuevo en su país, participó como representante por Guayaquil en la Constituyente de Ambato. En 1830 ocupó la vicepresidencia de la república y la prefectura de Guayaquil.

Como poeta en la producción lírica de Olmedo es un neoclásico, perceptible en poemas como su delicado soneto A la muerte de mi hermana, su oda Al árbol, su Elegía en la muerte de la Princesa de Asturias, su Alfabeto para un niño y su Canción indiana, composiciones descollantes entre un conjunto que se acerca al centenar.

Pero la patria y la política le empujaron a escribir dos grandes cantos en los que hay indudables anticipos de romanticismo: La victoria de Junín o Canto a Bolívar (1825) y Oda al general Flores, vencedor de Miñarica (1843). Considerado el gran clásico de la epopeya hispanoamericana, el erudito español Menéndez Pelayo situó a veces a Olmedo por encima de Bello y de Heredia.

Se dedicó además al periodismo, y se mostró en todos sus escritos como un hombre de amplia formación clásica con cierto sabor romántico. Trabajó junto a los grandes hombres de la independencia: Simón Bolívar, José de San Martin, Vicente Rocafuerte y el general Juan José Flores, pero lo hizo con libertad y con criterios de propia responsabilidad, primero hacia su ciudad, Guayaquil, cuya independencia propugnaba tanto frente a Ecuador como frente a Perú; luego frente a la autonomía del Ecuador y, finalmente, por la dignidad de los indígenas.

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