NATALICIO DE JOSÉ ZORRILLA

José Zorrilla nació el 21 de febrero de 1817. Poeta y dramaturgo español, Zorrilla es autor de Don Juan Tenorio. Nacido en Valladolid, era hijo de José Zorrilla Caballero, un hombre de ideología tradicionalista y su madre, Nicomedes Moral, era una mujer muy piadosa. Muerto Fernando VII, el furibundo absolutista que era el padre fue desterrado a Lerna y el hijo fue enviado a estudiar derecho a la Real Universidad de Toledo bajo la vigilancia de un pariente canónigo en cuya casa se hospedó; sin embargo, el hijo se distraía en otras ocupaciones y los libros de derecho se le caían de las manos y el canónigo lo devolvió a Valladolid para que siguiera estudiando allí (1833-1836). El carácter impuesto de los estudios y su atracción por el dibujo, las mujeres y la literatura de autores como el de El genio del cristianismo de Chateaubriand, obras de Alejandro Dumas y Victor Hugo, inspiraron a Zorilla. En Madrid (1836) se inició en su hacer literario frecuentando los ambientes artísticos y bohemios de la ciudad. Publicó algunas poesías en El Artista y pronunció discursos revolucionarios en el Café Nuevo, de forma que terminó por ser perseguido por la policía y se refugió en casa de un gitano.   Comenzó entonces a escribir para los periódicos El Español, y en El Porvenir, donde llegó a cobrar un sueldo de seiscientos reales; empezó a frecuentar la tertulia de El Parnasillo y leyó poemas en El Liceo; fue además redactor de El Entreacto, una publicación de crítica teatral. En 1837 apareció su primer libro, Poesías su primer drama, escrito en colaboración con García Gutiérrez. En 1840 publicó sus famosísimos Cantos del trovador y estrenó tres dramas, Más vale llegar a tiempo, Vivir loco y morir más y Cada cual con su razón. En 1842 aparecen sus Vigilias de Estío y da a conocer sus obras teatrales El zapatero y el rey (primera y segunda parte), El eco del torrente y Los dos virreyes. De 1840 a 1845, Zorrilla estuvo contratado en el Teatro de la Cruz en el que estrenó durante esas cinco temporadas veintidós dramas. Y era tan reconocido que a finales de 1843 recibió del Gobierno de España la cruz supernumeraria de la Real y Distinguida Orden de Carlos III.

Tras el fulgurante éxito de Don Juan Tenorio en 1844, concebido en una noche de insomnio y escrito en veintiún días, emigró a Francia y luego a México (1855). El 14 de febrero de 1890 fue operado en Madrid para extraerle un tumor cerebral; la reina María Cristina se apresuró para concederle entonces la pensión dos meses después; pero el tumor se reprodujo y falleció en Madrid en 1893 en otra operación. Sus restos fueron enterrados en Madrid, pero en 1896, cumpliendo la voluntad del poeta, fueron trasladados a Valladolid. En la actualidad se encuentran en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres del cementerio del Carmen.

Zorrilla cultivó todos los géneros en verso: la lírica, la épica, la narrativa y el drama.   Hay en la vida de Zorrilla tres elementos de gran interés para comprender la orientación de su obra. En primer lugar, las relaciones con su padre. Hombre despótico y severo que rechazó sistemáticamente el cariño de su hijo, negándose a perdonarle sus errores juveniles. El escritor cargaba consigo una especie de complejo de culpa, y para superarlo decidió defender en su creación un ideal tradicionalista y reaccionario muy de acuerdo con el sentir paterno, pero en contradicción con sus íntimas ideas progresistas. Dice en Recuerdos del tiempo viejo: «Mi padre no había estimado en nada mis versos ni mi conducta, cuya clave él sólo tenía». En segundo lugar, hay que destacar su temperamento sensual, que le arrastraba hacia las mujeres: dos esposas, un temprano amor con una prima y amoríos varios en París y México. El amor constituye uno de los ejes fundamentales de toda la producción literaria de Zorrilla. De su carácter ha dicho su biógrafo que era ingenuo como un niño, bondadoso y amigo de todos, ignorante del valor del dinero y ajeno a la política. Conviene resaltar, además, su independencia, de la que se sentía muy orgulloso. En versos confesó que a su trabajo lo debía todo, y llegó a rechazar lucrativos puestos públicos por no sentirse preparado. Caracteriza al estilo de Zorrilla una gran plasticidad y musicalidad y un poderoso sentido del misterio y de la tradición; por esto último, aparte de su temática, abundan los arcaísmos tomados en su mayoría del teatro del Siglo de Oro.

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