De Prometeo a Frankenstein (VV.AA.)

De Prometeo a Frankenstein es el sugerente título bajo el que se presenta una colección de textos (compilados por Fernando Broncano y David Hernández) que recogen las ponencias presentadas por diversos académicos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el pasado 2009, publicados recientemente por la editorial Evohé que ha tenido el acierto de recalar en este tema que, como veremos, justifica la atención de cualquier observador de nuestros días que no quiera perder de vista de dónde venimos y hacia dónde (creemos que) encaminamos nuestros pasos.

Comencemos resumiendo brevemente el mito de Prometeo como pórtico de entrada al contenido de este volumen tomando un poco de cada una de las variadas fuentes que sobre el mismo ha ofrecido la Antigüedad. Prometeo y su hermano, Epimeteo, reciben el encargo de repartir las virtudes y capacidades entre todos los seres vivos recién creados. Epimeteo asume el papel activo en el reparto y, dada su escasa inteligencia, inicia la tarea con tal alegría que deja al hombre en último lugar, agotada ya la lista de dones. Prometeo comprende la desgracia que su torpe hermano ha hecho recaer sobre el hombre, desnudo, sin fuerza para enfrentarse a animales feroces, sin habilidad para cazar animales que le alimenten, expuesto en definitiva a una naturaleza en cuyas manos perecerá sin remedio. Por ello, en un acto de rebeldía, roba el fuego de los dioses y lo entrega al hombre que, desde ese momento y gracias a este elemento, goza de una superioridad sobre el resto de animales que el tiempo se asegurará de consolidar. Este regalo de la técnica (prolongación de la habilidad más allá de nuestras habilidades originales) conforma la verdadera naturaleza del hombre, el ser vivo gracias a la técnica y fusionado con ella hasta el punto de ser indisociables.

Pero Prometeo también hace algo más, reparte sobre el humano aquellas escasas virtudes que su hermano olvidó: la justicia y la convivencia como herramientas que permiten la unión y la colaboración, el esfuerzo conjunto, la creación de la polis, como proyecto ideal de convivencia. Técnica y socialización son la base del futuro del hombre. La una apoyada en la otra han hecho de nuestra historia un fascinante viaje cuyo futuro es impredecible de puro sorprendente. De ahí la vigencia del mito de Prometeo como imagen de la modernidad, del progreso. 

También se relaciona a Prometeo con la creación del hombre en algunas otras versiones del mito. Prometeo habría creado al hombre y a la mujer a partir de barro, imagen que se repite en diversos mitos y religiones y que formará parte sustancial de la conexión entre el hombre y los dioses, hasta el punto de que pronto el “creado” querrá emular a su “creador” dando vida a seres a su imagen y semejanza. Este hombre que da vida a lo inanimado es una figura que se repite en todo tiempo y lugar, si bien no siempre con dignos resultados. El Golem de Praga duerme desde el siglo XVI en los desvanes de la Sinagoga Vieja para evitar su desmedido e incontrolado comportamiento. Frankenstein no es capaz de alcanzar las expectativas de su creador e incluso el Pinocho de Collodi tiene innumerables sombras.

Y es que, si durante un tiempo, la técnica y el progreso parecían fuerzas del progreso, sinónimo de la grandeza del hombre, el Romanticismo nos trae el presagio de que toda cara tiene su cruz y de que este progreso tiene su precio. El Frankenstein de Shelley es el ejemplo de que la sabiduría y el conocimiento del hombre no siempre llevan a felices resultados. La creación del doctor Frankenstein, lejos de ser el reflejo de la modernidad, del nuevo hombre al que su creador quiso dar vida, se convierte en un ser violento y destructor, el monstruo que rompe la sociedad y la convivencia con su violencia y el odio al hombre. La técnica se vuelve contra su creador (igual que el hombre al pecar se enfrenta a su dios) y manifiesta los riesgos que el orgullo desmedido acarrea. 

Claro que el progreso no siempre ha contado con devotos admiradores. Interesante es el texto dedicado al repaso de la visión que en El Quijote se ofrece de cualquier modernidad y técnica. El rechazo que el caballero andante siente por ellos es un triste presagio del atraso en el que pronto caeríamos y del que solo los más recientes años parecen habernos sacado ¿Reflejo de un sentir nacional en pleno siglo de Oro o mito al que un pueblo termina por amoldarse ante los desastres de su tiempo? Al hilo de esta reflexión algo más local también viene al caso el artículo sobre la obra de Calderón La estatua de Prometeo que describe las fuentes del conocimiento mítico al que podían acceder los ilustrados del Barroco español y el modo en que lo interpretaban.

Pero las evocaciones del mito de Prometeo como creador llevan a otras reflexiones sobre figuras que, en su ámbito, actúan como verdaderos “dioses-creadores”, cual es el caso del editor cinematográfico, quien decide qué se ve y desde qué perspectiva, en qué orden y, casi en gran medida, qué efecto tendrá su obra en el espectador. El arte se presta a dibujar este paralelismo entre el mito prometeico y el artista. Pero no sólo en cuanto creador sino en cuanto a la innovación que supone la técnica aplicada al arte en sus diversas disciplinas (especialmente la escultura) hasta poder llegar a hablar de un verdadero arte-robótico. 

Otra de las ponencias nos ofrece un repaso de la cinematografía del mito de Prometeo, principalmente a través de la muy filmada epopeya de Frankenstein. En otras se discute sobre el mito de Prometeo desde la perspectiva femenina y la reinterpretación del mismo y sus variantes bajo esta nueva luz.

De Prometeo a Frankenstein es un libro cuya lectura se agota pronto (apenas 200 páginas) pero cuyo aliento va mucho más allá. En el apenas mes y medio transcurrido desde que lo leí, he tenido en numerosas ocasiones la oportunidad de comprobar la vigencia del mito en la televisión, la música y libros posteriores que he leído. Todo ello gracias a las perspectivas abiertas por estos ensayos. ¿Alguien le podría pedir mas a un libro?  

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