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Oiga, mire, vea, véngase a Cali para que vea” exclama la orquesta Guayacán al son de la salsa, invitando a su público a visitar la capital internacional de este género musical. Reconocida como patrimonio cultural de la nación colombiana en 2022, la salsa caleña está estrechamente vinculada a la ciudad de Cali, situada al oeste de Colombia, en el departamento del Valle del Cauca.
“Hay salsa en todas partes, en la calle, en el transporte público, en la televisión, en los cumpleaños y en las fiestas”, indica Nicolás, caleño de nacimiento. En ese mundo paralelo, las discotecas se convierten en salsotecas, las salas de conciertos en salsódromos y los eventos de fin de año de los estudiantes se dedican completamente a la salsa. “Es una cultura única y fundamental en Cali, ciudad que no deja de celebrar su patrimonio artístico y musical”.
Artistas de todo el mundo acuden allí para participar en festivales organizados por la ciudad, como la Feria de Cali, El Petronio Álvarez y el Campeonato Mundial de Salsa. El impacto cultural de la salsa no se limita solo a la música, sino que se extiende también a los pasos de baile: “Cali y si quieres bailar como es”.
Hombros, caderas, rodillas: todo el cuerpo se mueve en la salsa. No es sorprendente que todos los caleños sepan bailar. Lo aprenden en la familia o en la escuela. Esto permite a todos disfrutar de la música y “sentir” su ritmo. Para los expertos, la velocidad de baile es lo que más se valora, junto con la técnica. Durante los campeonatos, se combinan movimientos acrobáticos con secuencias rápidas de pasos complejos.
Esta creciente codificación del género musical dio lugar a quejas por parte de las generaciones más jóvenes que querían bailar salsa de una forma más libre, sin tener que seguir reglas estrictas. Esto dio lugar a una nueva corriente, llamada salsa choke, que incorpora pasos de baile más sencillos y permite, a su vez, la mezcla con otros géneros musicales regionales, como el reggaetón, con sus bombos repetitivos. En una ciudad que está en contacto permanente con su patrimonio musical, no dejan de surgir mezclas que permiten que el género musical evolucione constantemente. Además, la salsa en sí es una combinación de música y culturas.
Cuenta la leyenda que un grupo de músicos cubanos y colombianos se reunieron en Nueva York en los años 60 para tocar en una misma orquesta. Esta mezcla de trompetas y piano importados de Cuba, y con tambores afrocolombianos, produjo un nuevo sonido: la salsa. De vuelta a casa, e intrigados por este nuevo descubrimiento, los artistas siguieron explorando este nuevo género musical antes de reunirse varias veces para tocar juntos. Esta historia explica las diferencias musicales entre la salsa cubana y la salsa caleña. En Colombia, el ritmo de la música puede variar a lo largo de una misma composición musical, mientras que la salsa cubana prefiere ceñirse a un ritmo que se mantiene durante toda la canción.
Además, Cali es la segunda ciudad negra de Colombia, por lo que la influencia africana está muy presente. En 1988, Joe Arroyo cantaba “Africanos en cadenas besaban mi tierra” en Rebelión, antes de añadir, con un ritmo pegadizo “No le pegue a la negra”. Himno de la salsa y de la cultura afrocolombiana, esta canción habla de la esclavitud y del maltrato de los esclavos, así como de la opresión heredada de la colonización. Esas letras tan trágicas, acompañadas de un ritmo bailable, demuestran que la salsa es también un medio de comunicación único para las sociedades en las que se compone. Como resultado, sus oyentes llegan a asociarla con su identidad. Como dice Nicolás: “Para mí, la salsa representa una conexión única con la ciudad en la que nací”.
TOMADO DE: https://elcafelatino.org/es/la-salsa-calena-patrimonio-mucho-ritmo-y-sabor/