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En agosto nos vemos, la novela feminista en la que Gabo trabajó hasta el final y que pidió que nunca viera la luz ha sido recientemente publicada, rodeada de una atmosfera de polémica. Los originales estaban guardados entre los archivos personales del autor de Cien años de soledad que guarda el Harry Ransom Center, en la Universidad de Texas. Fueron desempolvados los borradores y publicados porque, según la familia, estos textos contenían la esencia del escritor colombiano Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, un miembro familiar, Rodrigo García su hijo, dijo en la presentación del libro en el Instituto Cervantes de Madrid: “No está totalmente terminado por Gabo, no está tan pulido como sus más grandes libros”.
La obra póstuma salió a la venta este 6 de marzo coincidiendo con el cumpleaños 97 de su autor, quien buscó cautivar a los lectores con un relato que se sumerge en el universo femenino, a través de su protagonista, Ana Magdalena Bach, una mujer de más de 40 años que explora la sexualidad y el deseo cuando, en el viaje que realiza cada mes de agosto a la isla donde está enterrada su madre, descubre cómo puede convertirse en una persona distinta una noche al año.
García Márquez, enfrentado a la pérdida de memoria en sus últimos años de vida, mermó su confianza en el trabajo y llegó a asegurar a sus hijos que “el libro no sirve”; sin embargo, resulta extraño que no fuera destruido por su autor, como solía hacer con los textos no editados y de los cuales no estaba satisfecho. La responsabilidad editorial de En agosto nos vemos recayó en Cristóbal Pera, editor de las dos últimas novelas que Gabo publicó en vida. La incógnita que estimula la polémica es si García Márquez hubiera publicado esta obra que no fue debidamente corregida por su autor y que, de hecho, pidió destruir y no publicar. Si los editores tuvieron razón o se equivocaron, los lectores tendrán la última palabra.