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Fue un encuentro entre poemas, canciones y lectores, fecundo en evocaciones, manifiestos y revelaciones para poner a consideración dos libros, Bicéfalos poesía de dos océanos – que contiene los poemas de Mariposa del Castillo bajo el título de Hija del Asfalto; y el poemario Tierra, de Gabriel Cisneros Abedrabbo. También, conjuntamente, el libro del mismo autor, Huérfano de Dios. Los acordes musicales eran interpretados por Paola Bruner, Paco Godoy y Patricio Quintana.
La mañana estaba dispuesta para recibir a dos poetas que, en el decir de Ana Blum, juntan sus versos en el territorio hecho de gritos y grietas, abrazan la cadencia del verbo para concretar la metáfora de dos almas, de un solo cuerpo.
Durante la presentación, el poeta Fabián Guerrero, cuestionaba ¿por qué escribir, qué necesidad hay en este tiempo tan mezquino, para qué se necesitan los poetas?
Gabriel aventuró una respuesta diciendo: “en este tiempo en el que estamos cuestionados por la vaciedad, sino también en que el ser humano está siendo cuestionado por la inteligencia artificial, se escribe para dejar una huella” y Mariposa corroboró, “el arte no sirve para nada, escribir es como respirar, sirve para vivir”.
Para vivir sin sentido utilitario, dolientes, solidarios, denunciantes de los horrores de la guerra, de la orfandad de Dios, del sinsentido de vivir un mundo que, entre sus barbaridades, niega la vida.
Raúl Pérez Torres, en el prólogo, cede la palabra a estos dos poetas fraternos bajo la convicción de que “son como el sol, la luna y la noche, la vida y la muerte, íntimos y diversos. Mariposa del Castillo, poeta frágil del dolor duro. Del hierro dolor, sonámbula, niña, campesina, sacerdotisa, hija del asfalto… Lenguaje claro y sencillo…pues su palabra bravía, feminista es la balsa que nos propone otra comprensión, otro coraje, otra plenitud”. Gabriel Cisneros, “con su lirismo transformado en esa violenta impotencia ante la guerra de Palestina. Una guerra ciega, incomprensible, como el tiempo, los versos estremecidos y regados por la memoria de los abuelos: En Gaza los F 15 sionistas dejan en orfandad mares habitados en tus ojos. Sus poemas duelen como los ocasos de Palestina”.
Tres obsesivos temas, la guerra, el amor y la muerte deambulan en las páginas de estos libros presentados con el firme afán de reivindicar la palabra. Porque, como recuerda Cisneros, la palabra es más importante que las bombas, y evoca Del Castillo, la poesía nos vuelve eternos, los poetas en cada idioma difundimos la palabra cruda y visceral.
Y sus versos viscerales y crudos hablan por sí mismos: Cómo puede un poema doler de esta manera, sobre todo, en los albores del día en que nació Jesús en Belén de Palestina, cómo se precipita en los costados la cruz de los mártires, niños que nunca pidieron los misiles, la cárcel y la guerra (…) Mi duelo es el luto de todos los que perdieron a alguien. Mi dolor es el dolor de la humanidad desesperada y sin remedio.
Apagadas las canciones, el libro presentado ahora deja oír a los poetas, “escuchar el tañido parecido y diferente de un lenguaje triste, rebelde, contestatario que suena y estalla para gritar al desparpajo de esta época depresiva de máscaras y mezquindades”.