EROS EN LA MITAD DEL MUNDO

Por Leonardo Parrini

A propósito del Festival de Cultura Erótica que tendrá lugar el 15 y 16 de marzo en Quito, nos estimula revisar los finos linderos existentes entre el erotismo y la pornografía, frontera caliente por donde suele transitar de contrabando el morbo fácil, el comercio carnal de mal gusto y las más aberrantes escenas de la criminología forense sexual. En una ciudad que, frente a estos temas, suele voltear la mirada o hacer de la vista gorda con cándida hipocresía de ciudad conventual, no es dable dejar pasar de lado una muestra de productos eróticos, juguetes sexuales e intervenciones dizque de expertos en estas materias, organizada y promovida por la Casa de las Culturas -incluida la cultura del sexo, se supone- con estimulante publicidad.

La muestra propone una variopinta oferta temática, entre objetos y exhibiciones relacionadas con la sexualidad humana bajo la promesa de disfrutar y aprender en torno al placer y a la erótica del cuerpo o, en el peor de los casos, despertar la curiosidad y reflexionar sobre temas hasta ahora considerados tabúes o prohibidos. Se ofrecen actividades en torno al género erótico, presentaciones de obras literarias, bailes, pasarelas, performance, bodypaint, show burlesque, show de hulas, danza erótica en agua, circo erótico, juego de cartas eróticas, zona BDSM y zona Cosplay / Erocosplay. Compra y venta de productos afines.

Literatura erótica criolla  

La muestra, se espera, exhiba literatura erótica hecha en serio, que en Ecuador si la hay porque, como diría Roland Barthes en El placer del texto: “Si leo con placer esta frase, esta historia o esta palabra es porque han sido escritas en el placer”. Y en Ecuador sí existe una literatura narrada desde las experiencias del eros en géneros de poesía, cuentos, novela y ensayos.

La literatura erótica de la cuentística ecuatoriana de estos tiempos se presenta en toda su plenitud en el libro de Raul Vallejo, Amor y desamor en la mitad del mundo. Según advierte la carta de presentación, el amor, que se manifiesta a través de estas páginas en una amplia gama de sentimientos –incluidos en contraposición aquellos que provoca el desamor–, enlaza cuentos de elevada factura estética, donde la multiplicidad es un signo característico del reflejo de la realidad. El libro convoca a veintisiete autores en una panorámica de cinco décadas en la cuentística nacional, creadores de disímiles tendencias y diversos niveles de madurez literaria reconocidos por un denominador común, la calidad de los textos reunidos.

En un mapeo de la literatura erótica criolla, no podemos dejar de mencionar el cuento de Javier Vásconez, Angelote, amor mío, publicado en 1982 en el libro de relatos Ciudad lejana.​ Cuento considerado un clásico de la narrativa ecuatoriana, cuya​ trama transcurre durante el velorio de Jacinto, homosexual de clase alta y familia quiteña conservadora. Una narración a través del monólogo interior de su amante Julián, que evoca la vida del difunto y critica la hipocresía de la sociedad de la época usando metáforas y símbolos religiosos. En la línea del cuento erótico, cabe mencionar también la investigación de Dalton Osorio y Marcela Baez, El escote de lo oculto, antología del relato prohibido. En poesía, los versos de La miel de la higuera, poemario del cuencano Cristóbal Zapata, propone una mirada del eros desde diversas orillas del deseo del amante en noches de fugaz placer.

Bien vale recordar, a la luz de las distinciones más acabadas, la discriminación que establece Abdón Ubidia en su libro Referentes (2000) en el capítulo De la pornografía y el erotismo, los linderos de lo cierto e incierto acerca del sexo. Ubidia traza la línea divisoria diciendo que la pornografía carece de memoria, no precisa de un pasado que evocar, de ninguna historia que la distraiga de su eterno presente, que pertenece a ese juego de exhibiciones y ocultamientos que caracterizan a toda la pornografía actual, que va directo al grano sin preámbulos ni sutilezas, con el único propósito de proporcionar placer en torno a la genitalidad, con índole trasgresor, desafiante, develar lo prohibido es su profunda razón de ser. No obstante, existe una bella pornografía, a la inversa de una pornografía burda, mal hecha, masiva, tratada sin la menor elaboración y coherencia. En cambio, el erotismo, como todo arte complejo, afecta nuestros sentimientos de un modo indirecto, no padecemos las tribulaciones de un personaje, ni gozamos de sus alegrías. La identificación se produce en el puro terreno de las analogías. No hay ninguna intención que debamos decodificar, insiste Ubidia. Precisamente, como señala el autor, el amor humano es un vasto universo que muestra en la mirada poética, dos polos fácilmente reconocibles: uno espiritual y otro material; uno sentimental y otro lujurioso; uno cultural y otro instintivo; uno ideal y otro carnal.   

Con esta perspectiva, bien vale visitar la feria sexual en la CCE por el simple placer de gozar de una muestra sin censura, o por curiosidad frente a un tema siempre vivo en el interés humano.

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